Por César Campos R.
Expreso, 19 de diciembre de 2021
Son puntuales las etapas de la historia en que el bosque político del Perú se llena de árboles. Pero no precisamente frondosos ni colmados de frutas jugosas capaces de saciar nuestra avidez por una democracia viable e institucionalizada. Son más bien troncos añosos e infértiles, propios de esos cuentos de horror o películas terroríficas donde las tormentas complementan el cuadro anticipado de un desenlace fatal.
Suele recordarse de manera icónica el periodo de la guerra con Chile, donde el desorden interno en la conducción del Estado se erigió como factor determinante para sucumbir en esa conflagración. Las miserias del elenco público se hicieron patentes y solo fueron atenuadas por las jornadas heroicas –aunque no victoriosas– de Francisco Bolognesi, Miguel Grau y otros. Por supuesto, hemos tenido similares experiencias antes y después. Nada esquiva nuestro signo trágico de tropezar a cada rato con la misma piedra.
Hoy habitamos otra vez un bosque enmarañado y oscuro. El presidente Pedro Castillo encabeza las ramas tenebrosas de la incompetencia y corrupción. La denuncia en su contra formulada por el procurador general Daniel Soria –por los supuestos delitos de patrocinio ilegal y tráfico de influencias– ante la fiscalía de la Nación, tiene el peso de numerosos indicios, cada cual más contundente que el anterior. Y el procurador no es un enemigo político, por si acaso. Su rápida acción solo procede de evaluar posibles ilícitos penales que han sido revelados por la prensa al detalle y corroborados preliminarmente en las investigaciones del ministerio público.
Castillo persiste en el refugio del silencio, brindar información incompleta de los visitantes lobistas y furtivos a su domicilio provisional de Lima, y hacer la pantomima de interesarse –recién ahora– por la economía nacional citando en palacio a exministros y ministras del rubro o a 12 empresarios del sector minero, golpeado y malherido por actos vandálicos contra sus instalaciones (a los que el ministro Eduardo González Toro legitima como expresión normal de protesta), así como por la paralización de operaciones del yacimiento cuprífero de Las Bambas desde ayer, a consecuencia del bloqueo del corredor minero.
En paralelo está el escándalo de la filtración de los exámenes para ocupar plazas de docentes que compromete a una parlamentaria oficialista y a una hija del ministro de Educación, según testimonios de profesores de la región San Martín. Y la continuidad de nombramientos de personajes prontuariados en altas funciones estatales. Y el debilitamiento de la ya disminuida bancada de gobierno con la renuncia de tres congresistas. Y el aprovechamiento de inusitadas alianzas en el mismo Congreso para promover el retroceso de la calidad educativa superior.
Sí. Todo esto y más dibuja el bosque aludido. No hay camino iluminado que nos saque del mismo. Ahí se deteriora la llamada “gobernabilidad” en forma irreversible y algunos todavía creen que habrá un cazador bueno capaz de salvarnos para hacer feliz el epílogo del cuento.