Luis Carranza
Perú21, 27 de abril del 2025
El tráfico en nuestras ciudades revela que los peruanos no respetamos las leyes ni las instituciones, pero que, además, no tenemos consideración por las otras personas. La manera como manejamos refleja la falta de cohesión social entre los peruanos”.
Conducir en Lima es una aventura casi demencial. Caos vehicular. Congestión. No hay respeto por las normas de tránsito y ni siquiera las mínimas condiciones de prudencia parecen respetarse. Los conductores se abren a la izquierda para voltear a la derecha porque los taxis, buses y combis se paran en las esquinas para recoger pasajeros. No hay respeto por el peatón, pero el peatón tampoco respeta los paraderos ni los cruces peatonales, ni siquiera usa los puentes peatonales.
Si todos respetásemos las normas de tránsito, tendríamos no solamente menos accidentes, sino menos tiempo en el tráfico y la experiencia de conducir no sería tan mala.
Los óvalos, a diferencia de los semáforos, son tecnologías altamente eficientes para distribuir el tráfico porque, cuando llegamos al óvalo, esperamos turno y procedemos con el tránsito sin tener que esperar a que cambie la luz del semáforo. Evitamos tiempos muertos cuando la luz está en rojo, pero no hay carros del otro lado. Sin embargo, si no respetamos las normas, se arman atascos interminables. Entonces, terminamos con semáforo y, adicionalmente, policías, porque ni siquiera respetamos los semáforos.
El tráfico en nuestras ciudades revela que los peruanos no respetamos las leyes ni las instituciones, pero que, además, no tenemos consideración por las otras personas. La manera como manejamos refleja la falta de cohesión social entre los peruanos.
Ahora bien, ¿cómo cree que manejamos los peruanos cuando vamos a EE.UU.? Efectivamente, ahí sí respetamos las reglas de tránsito. Las explicaciones son muy diversas: en EE.UU. todos conducen bien o en EE.UU. la policía no puede ser coimeada y tienen mecanismos de vigilancia que detectan las faltas. No importa la razón, lo que importa es que, cambiando el contexto, nuestro comportamiento cambia.
Este tema de la cohesión social se ve muy bien reflejado en el experimento de la billetera. En 2019 se publicó un estudio en la revista Science para medir la honestidad en distintos países; en total se dejaron 17,000 billeteras “perdidas” en 355 ciudades de 40 países. Unas billeteras contenían dinero con un equivalente de 10 dólares en moneda local y otras solo contenían identificación. El resultado que sorprendió a los investigadores fue que el 51% de las billeteras que tenían dinero se devolvieron, mientras que las billeteras que solo tenían identificación se devolvieron en 40%. Esto implica que, en general, las personas se preocupan por lo que le pueda ocurrir a extraños. Cuando la cantidad de dineros se incrementó, colocándose el equivalente a 94 dólares, el porcentaje de devolución se incrementó a 72%. Cuanto mayor es el daño para un extraño, más nos preocupamos de ayudarlos.
¿Puede, estimado lector, adivinar cómo salió nuestro querido país en este experimento? Quedamos últimos en devolución de las billeteras. Junto con México fuimos los dos únicos países en los cuales el porcentaje de billeteras con dinero que se devolvían era inferior al porcentaje de las billeteras sin dinero que se devolvían. En nuestro caso, solo se devolvieron un poco más del 10% de las billeteras con dinero y cerca del 20% de las billeteras sin dinero.
¿Somos los peruanos campeones en deshonestidad? Ciertamente, nuestro comportamiento refleja eso, pero la naturaleza humana es la misma en todos los individuos, lo que ocurre es que los valores culturales de los peruanos son distintos y, por lo tanto, nuestro comportamiento es distinto. Nos preocupamos mucho por la familia y el círculo muy cercano, pero no nos interesa el vecino, el conciudadano, y menos el compatriota.
Pero la vida en sociedad requiere resolver problemas de incentivos y problemas de acción colectiva. Si nuestra cultura no nos lleva a tener un comportamiento cooperativo con otros miembros de la sociedad, perdemos mucha eficiencia, existirán altos costos de transacción en nuestras interrelaciones y necesitaremos un estado muy eficiente para obedecer las reglas (como la policía en EE.UU. en vez de la policía en Perú, para el ejemplo del tráfico).
Para emprender la ruta a la prosperidad en nuestro país, necesitamos activar nuestros grandes proyectos mineros y agrícolas, mejorar nuestro mercado de factores, mejorar nuestra infraestructura, optimizar la regulación y una serie de mejoras tangibles; pero también necesitamos cambiar nuestros valores culturales, respetando las normas, no porque tendríamos castigo, sino por convicción y consideración a otras personas. De lo contrario, la ruta a la prosperidad será mucho más desafiante.