Fundación para el Progreso – Chile
Pablo Paniagua
Publicado en El Líbero
19.04.2025
Glosado por Lampadia
Presentación de la semblanza:
En Lampadia queremos compartir el artículo de Pablo Paniagua de la Fundación de la Libertad sobre Mario Vargas Llosa, pues presenta las grandes contribuciones intelectuales y valorativas de este personaje extraordinario, con lejanía de la inevitable polémica sobre sus posiciones políticas en el Perú.
Ya más adelante volveremos sobre los pro y contra de su acción política local.
Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
En estos días nos ha dejado Mario Vargas Llosa (1936 – 2025), uno de los más grandes escritores que ha producido América Latina. Vargas Llosa, fallecido a los 89 años en su Perú natal, es una de las cumbres literarias e intelectuales del siglo XX latinoamericano y una de las plumas más brillantes y lúcidas de habla hispana.
Gracias a sus novelas como «La ciudad y los perros» (1963), «Conversación en La Catedral» (1969) y «La fiesta del Chivo» (2000), Vargas Llosa es considerado como uno de los mejores escritores latinoamericanos y uno de los liberales más trascendentes del mundo. Su importancia es tal, que en el 2021 fue elegido miembro de la Academia Francesa, y se convirtió en el primer miembro que no había escrito obras en dicha lengua.
Premio Nobel de Literatura 2010, por «su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo». Sus obras maestras y su despertar político «liberal clásico» han impactado de forma profunda en millones de jóvenes intelectuales interesados en la libertad y la democracia, y en todos aquellos que buscan sacudirse de los dogmas populistas, colectivistas y tribales que lamentablemente imperan en la región.
Vargas Llosa fue parte de lo que se conoce como el «boom latinoamericano», fenómeno literario y editorial que surgió entre los años 1960 y 1970, cuando las novelas de un grupo de jóvenes generaron un gran impacto cultural y sus libros fueron ampliamente distribuidos en Europa. Escritores como el chileno José Donoso, el argentino Julio Cortázar y el colombiano Gabriel García Márquez son asociados a este movimiento. Pero Vargas Llosa fue mucho más allá de aquel movimiento cultural de los años 60’-70’ haciendo contribuciones literarias, ensayísticas y políticas que no pueden ser resumidas o contenidas en el boom. Vargas Llosa, eterno polemista e inconformista fue mucho más allá del boom, generando un impacto intelectual con un mensaje de libertad mucho más duradero.
Probablemente mucho se hablará de las contribuciones literarias y de las novelas de Mario, por lo que en estas líneas me gustaría recalcar otros aspectos interesantes y muy valiosos de este brillante escritor: su conversión al liberalismo, sus profundos ensayos culturales y el gran mensaje que nos deja para que amemos la literatura.
Primero, Mario Vargas Llosa fue un escritor valiente ya que fue contra la corriente política predominantemente de izquierda y socialista en la región, al abrazar el liberalismo y oponerse a las dictaturas tanto de izquierda como de derecha. En sus inicios, simpatizante de las ideas izquierdistas, Mario fue incluso simpatizante del comunismo y perteneció por un año al Partido Comunista durante su juventud, pero más tarde abrazó sin miedo las ideas del liberalismo clásico -aquella escuela de pensamiento que representan intelectuales como Adam Smith, F.A. Hayek, Raymond Aron, y Karl Popper entre otros.
De esta forma, Mario -al igual que San Pablo mientras transitaba el camino de Damasco- fue un converso político, que pasó del marxismo y el socialismo al liberalismo.
Esta interesante conversión deja en evidencia la mentalidad tribal y colectivista que ha caracterizado a la intelligentsia latinoamericana. En 1962, Mario visitó la Cuba revolucionaria de Fidel Castro como corresponsal de prensa, y en ese contexto, expresó simpatía por la revolución. De hecho, su cercanía con el proceso cubano lo llevó a participar como jurado del premio de novela de la Casa de las Américas en 1965. Otros brillantes escritores como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez también fueron seducidos por los cantos de sirenas de la Revolución Cubana, lo que señala como el poder de la ideología dominante y la presión de la tribu conducen al rebaño como perro pastor hacia el corral, incluso afectando hasta las mentes más lúcidas de una generación.
Pero a diferencia del resto de la tribu, Vargas Llosa supo pensar por sí mismo y actuar de forma consecuente en favor de la verdadera libertad individual y de la democracia, al oponerse después de 1967 a todos los regímenes autoritarios de la región.
En 1967, tras el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla (aquel famoso caso Padilla), este rompió públicamente con el régimen de Fidel Castro, marcando un giro en su postura política. Mario entonces tuvo el coraje y la honestidad intelectual -carente en muchos otros- de reconocer que estaba en el lado equivocado de la historia y supo abandonar a tiempo la tribu colectivista que abrazaba y justificaba las atrocidades totalitaristas de regímenes como el de Castro y luego el de Pinochet.
Cuando rompió con la izquierda por el caso Padilla y criticó abiertamente al régimen cubano, para luego agrazar el liberalismo, este sufrió una marea de insultos y descalificaciones por parte de los intelectuales progresistas de la región. Como señalará en una entrevista: «pensar es cambiar de ideas. Yo he cambiado muchas veces de ideas y me he equivocado muchas veces, pero creo que siempre con buenas intenciones».
Segundo y relacionado con dicha conversión, gracias al coraje de Vargas Llosa y sus denuncias públicas contras los regímenes dictatoriales, nosotros los latinoamericanos podemos comprender mejor la verdadera importancia de LA LIBERTAD en mayúscula, aquella libertad que abarca la libertad política, social y económica, sin cortapisas, ni a medias tintas, indivisible y sin ser instrumentalizada o cooptada en función de los sueños de algún déspota benevolente o tecnócrata de turno. Como señalara Mario: «La más mediocre democracia es preferible a la más perfecta dictadura, estén a la cabeza de ella Pinochet o Fidel Castro». Basándose en este espíritu «anti-tribal», sin duda uno de los grandes méritos de este fue en ayudar a popularizar el liberalismo en la región y en ayudarnos a pensar en cómo la cultura y el individuo deben siempre defenderse en contra de la banalidad del espectáculo y de los colectivismos de todos los colores.
En este sentido, dos ensayos de este autor merecen ser señalados: «La llamada de la tribu» y «La civilización del espectáculo».
El primero, es un maravillo ensayo que explora las influencias intelectuales de Vargas Llosa. El liberalismo de Mario se inspira en las ideas de Adam Smith, José Ortega y Gasset, F.A. Hayek e Isaiah Berlin, entre otros que le mostraron que una forma alternativa (y liberal) de pensamiento es posible: una en donde se privilegia al individuo por sobre la tribu, y que defiende la libertad de expresión (tanto política como económica) como valor fundamental para el ejercicio de la libertad plena. Sus obras maestras y su despertar político «liberal clásico» han sin duda impacto de forma profunda en millones de jóvenes interesados en la libertad.
Tercero y finalmente, creo que debemos destacar el amor que Vargas Llosa tenía hacia la literatura. Esto queda de manifiesto en su discurso del Premio Nobel, que es una oda o un canto de amor al poder de la literatura en promover la importancia de la libertad y la posibilidad de multiplicar y enaltecer la experiencia humana más allá de nuestra pequeña realidad.
Según Mario: «Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión». El amor que Vargas Llosa profesaba por la literatura es digno de resaltar y ojalá incluso de imitar. Cerremos estas reflexiones con sus propias palabras del discurso del Nobel:
«De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. […] la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible».
Puede que Mario se haya ido, pero su obra, su amor por la literatura y su pasión por las ideas de la libertad perdurarán por siempre haciendo eco a través de las futuras generaciones de latinoamericanos. Lampadia