Abraham Levy
Perú21, 19 de abril del 2025
«Perú es uno de los países más privilegiados en cuanto a la disponibilidad del líquido elemento listo para su consumo o empleo en actividades económicas».
Nuestros políticos, nuestras autoridades y nuestros gestores en general son muy poco entendidos en el potencial y en la necesidad que se tiene del manejo oportuno y sobre todo inteligente de las vastas reservas de agua dulce en nuestro país.
Sí, vastas reservas de agua dulce. Perú es uno de los países más privilegiados en cuanto a la disponibilidad del líquido elemento listo para su consumo o empleo en actividades económicas. Pero subsiste en nuestra experiencia colectiva la idea de que la costa es un desierto, y que el agua es estacional, que se pierde en el mar, que los ríos son el gran botadero de basura de miles de poblados, ciudades chicas, medianas o grandes, etcétera.
Eso todo es verdad. Si bien es cierto que el aparato sancionador de las instituciones ambientales se vuelca a chantajear, sancionar o incluso sabotear al sector público y privado; muchos de nosotros conocemos cómo se han convertido en grandes basurales el cauce del río Rímac o las carreteras en todo el país. Cero sanciones.
Volviendo al agua, he elaborado unos cálculos de cuánta agua se va al mar en un año promedio en un río como el Pisco en la región Ica. Mi cálculo revela que el valle dispone de alrededor de 110 días con agua para que todo el campo riegue y que entre el 62% y 66% del agua que baja por el punto de medición del caudal en el río, se va a perder al mar. ¡Dos tercios de la masa de agua!. Es decir, con un tercio de la masa de agua de lluvias que cae en la parte alta del valle alcanza para regar casi un tercio del año. Ciertamente, si dos tercios de la masa se van al mar; de ser contenidos por reservorios, el valle podría regar todo el año.
Este cálculo que para muchos es revelador no considera que en nuestros valles costeros existen reservorios naturales en forma de acuíferos y depósitos de agua subterránea. De hecho, sin los pozos que opera Sedapal y sin el agua subterránea procedente del subsuelo de la zona de Casapalca que es recolectada y derivada por el túnel Grathon al Rímac no muy lejos de San Mateo, la capital del Perú no tendría como atender por lo menos el 25% de su demanda en el valle del Rímac.
Imaginemos un país sin los miles de millones que consume Petroperú y la corrupción desenfrenada en obras inútiles, destinando un gran esfuerzo a la construcción generalizada de reservorios y uso conjuntivo de aguas subterráneas con superficiales.
Ello requiere de autoridades al más alto nivel: político y empresarial, hermanadas en una especie de plan Marshall nacional para orientar nuestra ingeniería y nuestros recursos para almacenar el agua que va al mar; para desalinizar allí donde sea más barato utilizar agua de mar que obras hidráulicas complejas, y baterías de pozos de agua subterránea que den el recurso hídrico de manera segura y oportuna a la población y actores económicos.