Juan Manuel Ostoja
El Comercio, 13 de abril del 2025
El Perú tiene el talento, la creatividad y el potencial para ser competitivos en esta nueva era digital.
Hace algunos días tuve el honor de participar en un panel de un importante evento internacional de tecnología. En este espacio, exploramos los desafíos y oportunidades que trae la adopción de la inteligencia artificial (IA) en los entornos educativos y empresariales.
Una de las preguntas más frecuentes fue: ¿la IA reemplazará a las personas? La respuesta de varios expertos fue contundente: no será la IA la que reemplace a los profesionales, sino las personas que sepan usarla eficientemente quienes reemplazarán a quienes no lo hagan. Esta afirmación revela una verdad inevitable: el futuro del trabajo ya está aquí, y quienes no se adapten, quedarán atrás. Sabemos que el mundo ha cambiado. El trabajo ha cambiado. Y, en consecuencia, la educación también debe transformarse. La clave está en entender la IA y otras tecnologías no como una amenaza, sino como herramientas para potenciar nuestras capacidades humanas y formar profesionales capaces de liderar en contextos cada vez más complejos.
Sin embargo, en el Perú y en América Latina enfrentamos desafíos estructurales que limitan esta transformación. La brecha digital y la desigualdad en el acceso a la tecnología siguen siendo profundas. Muchas instituciones educativas aún no cuentan con la infraestructura necesaria para implementar la IA de forma efectiva. A esto se suma la urgencia de capacitar a los docentes, muchos de los cuales no están preparados o muestran resistencia para incorporar estas herramientas en sus metodologías de enseñanza. Finalmente, enfrentamos un entorno normativo y político que, en lugar de facilitar, muchas veces obstaculiza la innovación: regulaciones ancladas en paradigmas del pasado que no responden a la velocidad de cambio del presente.
Un estudio del Banco Mundial advertía que hoy se están formando profesionales para empleos que aún no existen, y para resolver problemas que todavía no han sido definidos. La IA está acelerando este cambio, y con ello redefine las competencias necesarias para el futuro. Por un lado, automatiza tareas repetitivas, obligando a los profesionales a enfocarse en habilidades como el pensamiento crítico, la creatividad, la innovación y las llamadas habilidades blandas –liderazgo, trabajo en equipo, comunicación asertiva y resolución de problemas–. Por otro lado, transforma la forma en que aprendemos, impulsando modelos basados en datos, personalización del aprendizaje y educación continua.
Esta última idea es clave. Obtener un grado o título profesional es importante, pero en un mundo en constante evolución, lo más valioso será nuestra capacidad para mantenernos actualizados, desaprender lo obsoleto y aprender lo nuevo. En un entorno donde el conocimiento se renueva constantemente, declararse “experto” puede ser el primer paso hacia la obsolescencia. Y eso, en esta nueva era, no podemos permitirnos.
El desafío es enorme, pero también lo es la oportunidad. El Perú tiene el talento, la creatividad y el potencial para ser competitivos en esta nueva era digital. Solo necesitamos la visión, la voluntad y el coraje para transformar nuestros sistemas educativos y formar a las personas que no solo usarán la IA, sino que la desarrollarán, la mejorarán y la pondrán al servicio del bien común. Porque en última instancia, el futuro no debería determinarlo la tecnología, sino lo que nosotros decidamos hacer con ella.