Uri Landman
Para Lampadia
En una mis clases de literatura del colegio, el profesor nos pidió que leyéramos la novela “El Retrato de Dorian Gray”, escrita por el irlandés Oscar Wilde. La historia gira en torno a Dorian, cuyo retrato es dibujado por un amigo y artista de la época, Basil Hallward.
Por intermedio de Basil, Dorian conoce a Lord Henry Wotton, quien lo introduce en los círculos aristócratas a los que él pertenece, quedando cautivo con la visión hedonística de la vida. Dorian, quien era un hombre bien parecido, expresa su deseo de vender su alma a cambio de no envejecer. Es así que su cuadro se deterioraba por los efectos de la vida de placeres y lujuria de Dorian, mientras que él se mantenía joven y bello.
A medida que pasa el tiempo, el cuadro escondido en una de las habitaciones de su casa, se deteriora cada vez más hasta mostrar una figura irreconocible. Dorian, agobiado por sus culpas, decide acabar con el pacto del mal al que había llegado. Coge un cuchillo y se lo clava al cuadro. Los criados de la casa encuentran a un viejo arrugado y desfigurado tirado en el piso con un cuchillo clavado en el corazón y frente a él, colgado en la pared, el cuadro con el retrato de su amo, con la misma belleza que cuando fue pintado años antes.
En la novela, Dorian Gray hace un pacto con el diablo para permanecer bello. En la vida real, parecería que la presidente realizó un pacto, nada transparente, con el cirujano plástico que la operó en el rostro.
A pesar de la negativa de la presidente y de todos sus escuderos, que se sometió a una operación estética a la nariz, los resultados son más que evidentes. Además de dicha operación, es claro que también se ha hecho algunos “arreglitos” al rostro, como se puede comprobar en las fotos del antes versus después.
No tendría nada de malo que la presidenta, en un arranque de vanidad, haya querido arreglarse la nariz, los ojos, los labios, los pómulos, etc. tal y como hacen todas las “influencer” que salen en los programas de la farándula. Sin embargo, al ser la presidente del país, tendría que haber transparentado dichas intervenciones desde el primer momento.
Cuando la evidencia de los hechos hizo insostenible esta mentira, salió en los medios a informar que dicha operación había sido por motivos de salud y no estéticos. ¿Acaso alguien está cuestionando el motivo de la operación? Lo que se cuestiona es la falta de transparencia y el abandono de cargo.
Si Dorian Gray le vendió su alma al diablo a cambio de juventud, parecería que Dina Boluarte le vendió la presidencia al cirujano plástico a cambio de su operación.
En los últimos días, han salido a luz una serie de audios y correos electrónicos, en los que presuntamente el cirujano Cabani le pide a la presidente puestos de trabajo en el estado en posiciones de poder, para amigos y conocidos suyos. Es así, que se mencionan puestos en ESSALUD, el Ministerio de la Mujer, Promperú, Mincetur etc.
Coincidentemente, la doctora María Elena Aguilar, quien trabajaba con el doctor Cabani, fue designada como presidenta de ESSALUD dos meses después de la operación Dina Boluarte. Otro de los beneficiados, sería el presidente de Sedapal.
Al ser preguntado el abogado de la presidente Boluarte si ella pagó por su operación, el letrado se excusó de responder argumentando que el tema se encuentra bajo investigación. Ante otros requerimientos de información su respuesta fue la misma: “las investigaciones lo determinarán”.
En mi opinión, en este país sobran las investigaciones. Cuando estalla uno de estos escándalos de corrupción, tráfico de influencia, mal uso de los recursos del estado y tantos otros a los que nos tienen acostumbrados los políticos peruanos en estos tiempos, la respuesta siempre es la misma: “que se investigue”. No necesitamos perder el tiempo en tanta investigación, lo que necesitamos son personas honestas que digan la verdad desde el primer momento y que asuman su responsabilidad ante un acto ilegal.
En caso que no se sientan predispuestos a decir la verdad, estoy seguro que existen métodos hoy en día para animarlos a hacerlo.
Un método de persuasión que practican en China es solicitar en el juicio, la pena de muerte para los funcionarios públicos corruptos. En caso que la persona se acoja a la confesión sincera y además de decir la verdad, devuelva todo el dinero robado, se le conmuta la pena por 20 o 30 años de prisión.
Es innegable que nuestro sistema de justicia está podrido en toda su dimensión y que la sensación de impunidad, fomenta y alienta las conductas delictivas en todos los niveles de la sociedad, desde el robo de celulares, la extorsión y el sicariato, hasta la corrupción en las altas esferas del estado.
Tenemos que abogar por una verdadera reforma de la justicia. El futuro de nuestro país está en juego. Lampadia