Martín Naranjo
Presidente de la Asociación de Bancos del Perú
Gestión, 11 de marzo del 2025
“Por este motivo, nuestro sistema de salud, ante el coronavirus, fue impactado de manera mucho más profunda que en otros países”, afirma Martin Naranjo, de Asbanc.
Era un lunes cerca de las 9 de la mañana, había sido citado a una reunión en el Ministerio de Economía y Finanzas, en el centro de Lima. En el camino no había el menor ruido ni el menor contratiempo, las pistas eran solo para mí; era, sino el único, uno de los pocos circulando en ese momento. Si no fuera por la presencia militar en las calles, que se iba haciendo más evidente y concentrada conforme uno se acercaba al centro, Lima se sentía vacía, sin vida, sin habitantes, sin actividad, como una ciudad abandonada, como un pueblo fantasma. Prefiero mil veces más sentirme acompañado por el bullicio y el movimiento de nuestra gente. Prefiero mil veces más el tráfico imposible que caracteriza a nuestra capital.
Era el lunes 16 de marzo de hace ya casi 5 años. El día anterior nos enteramos, a través de un mensaje a la nación, que el Gobierno peruano había decretado un confinamiento total por 15 días. En ese momento se tenían 6,400 casos de coronavirus en todo el mundo y 71 casos en el Perú. Era el décimo día después del primer caso comprobado en nuestra patria.
Como sabemos, las medidas de confinamiento se prorrogaron varias veces hasta bien avanzado el año 2021. En el mundo llegamos a 692 millones de casos confirmados y a 14.9 millones de fallecidos por coronavirus. En el Perú tuvimos más de 4 millones de casos confirmados y más de 200 mil muertes por coronavirus que dejaron en la orfandad a cerca de 100 mil niños. Seguramente usted también, querido lector, ha sufrido la pérdida de amigos o familiares y ha sentido el dolor del duelo, el dolor de no haber podido expresar en su momento todo el amor que lleva dentro. El Perú, muy lamentablemente, ostenta dos récords a nivel mundial: por un lado, el de la tasa más alta de mortalidad por coronavirus y, por otro lado, el de la tasa más alta de caída del PBI. ¿Por qué?
La explicación es sencilla: es por nuestra muy alta tasa de informalidad.
Redondeando números, en el Perú el sector informal emplea al 80% de las personas y el formal al 20%; al mismo tiempo, el sector formal produce el 80% del PBI y el sector informal produce el 20%. Entonces, ¿Qué sucede cuando se decreta un confinamiento severo? Sucede que se paraliza gran parte de la producción, pero gran parte de las personas siguen saliendo. Cuando el sector formal acata las medidas de confinamiento severo, el 80% de la producción se ve afectada y se contrae. Y, cuando el sector informal no puede acatar las medidas de confinamiento tan severas porque las personas tienen que seguir saliendo para ganarse el día a día, el 80% de las personas se exponen a más contágios. Así, si la mayor parte de la producción se contrae y al mismo tiempo gran parte de la población sigue exponiéndose, es natural que tengamos los mayores efectos tanto sobre mortalidad como sobre la caída del PBI.
Por este motivo, nuestro sistema de salud fue impactado de manera mucho más profunda que en otros países. Igual que en el resto del mundo, en el Perú también se inutilizaron las primeras capas de contención. Como no existía vacuna, como no sabíamos cómo evitar los contagios y como tampoco teníamos una idea clara sobre cuál debía ser el tratamiento inmediato, la última capa, la de las camas UCI y de los respiradores, era la única que podía actuar como contención. Quedó en evidencia que esa última capa era absolutamente insuficiente y debía redimensionarse muy rápidamente. El problema se transformó de inmediato en un problema de gestión logística en el que nuestro Estado, en esa circunstancia, no pudo responder con la velocidad necesaria. Hoy que tenemos vacunas, sabemos cómo evitar contagios y conocemos mejor el tratamiento temprano, se ha reducido notablemente la demanda sobre esta última capa
En una comparación global, debido a nuestra informalidad, nuestro sistema de salud recibió el golpe más fuerte del mundo. Nuestros médicos enfrentaron con lo que tenían a la mano la crisis sanitaria más profunda a nivel mundial. Muchos peruanos se jugaron la vida día a día durante la pandemia, con un sentido del deber y una generosidad mucho más allá de lo exigible. Tenemos de estos peruanos laborando en muchos y diversos sectores, pero la primera línea, la que puso el pecho y dio la vida por todos nosotros, es la de nuestros médicos y personal de salud. Su ejemplo de sacrificio y compromiso con su misión nos ayudó enormemente a transitar del duelo de ayer a la esperanza de hoy. Son héroes que merecen toda nuestra gratitud.
La informalidad, pues, no solamente afecta los ingresos fiscales.
No es solamente que los negocios informales no pagan impuestos y afectan la capacidad del Estado para reaccionar con rapidez, para ofrecer mejores servicios públicos, mejor salud o mejor educación; no es solamente que la informalidad está vinculada con problemas de acceso a financiamiento o a tecnologías de baja productividad; no es solamente que los trabajadores del sector informal estén desprotegidos, sin seguros de salud, sin pensiones, sin derechos laborales: es que nuestra informalidad nos mata.