Fernando Rospigliosi
Expreso, 24 de febrero del 2025
El izquierdismo y progresismo, que avanzó muchísimo en el mundo entero en las últimas décadas, causando grandes daños, ha suscitado una reacción feroz en muchos lugares. En los EEUU, el gobierno de Donald Trump es producto de esa reacción y está actuando implacablemente para acabar con algunas de las locuras woke, como las políticas DEI –Diversidad, Equidad, e Inclusión-, que arrasaba con la meritocracia para favorecer, supuestamente, a minorías oprimidas.
La palabra que identifica esas políticas es woke, usada en la jerga de los negros norteamericanos como despertar, atento a las novedades. Según el diccionario Oxford, significa “atento a la discriminación y a la injusticia racial o social”.
El filósofo francés Jean-Francois Braunstein señala que el wokismo es la primera religión nacida en las universidades. Y que es una religión absolutamente intolerante, cuyos adeptos son comparables a los Guardias Rojos de la China de Mao en los años sesenta. (“La religión woke. Anatomía del movimiento irracional e identitario que está poniendo en jaque a Occidente”).
Ellos tienen como modus operandi la cultura de la cancelación, la costumbre de anular a sus detractores, que es “uno de los rasgos más característicos y detestables de este movimiento.”
Así “los woke tienen por norma impedir a todos aquellos que no están de acuerdo con sus doctrinas, las cuales pretenden difundir primero en las universidades y después por todo el mundo, que hablen o que impartan clases”.
También “en las grandes empresas está creciendo un capitalismo woke que lleva a cabo políticas de DEI, es decir, políticas de discriminación positiva que va en contra de todos los principios meritocráticos.”
Ahora mismo, con la llegada de Trump al gobierno de los EEUU, muchas de esas grandes empresas están abandonando rápidamente esas absurdas políticas.
Aquí en el Perú el fenómeno woke penetró también grandes empresas, universidades y medios de comunicación. En noviembre de 2020, a la asonada promovida por los caviares para derrocar al gobierno de Manuel Merino y Ántero Flores Araoz, se sumaron entusiastamente varias de las más grandes empresas. El resultado fue que se impuso el caviar Francisco Sagasti que abrió el camino para que Pedro Castillo llegara a Palacio. Así de tontos pueden ser.
Universidades como la PUCP y medios de comunicación como el grupo El Comercio, son ejemplos también de la incrustación woke en importantes entidades, con resultados nefastos.
Una omisión de Braunstein es no advertir el origen de la religión woke, la Escuela de Frankfurt, instalada en la Universidad de Columbia en los EEUU en 1934, donde un puñado de brillantes filósofos alemanes neo marxistas, formó generaciones de intelectuales, que luego se desperdigaron por las principales universidades, medios de comunicación y la industria del arte, difundiendo los principios básicos de lo que después sería el wokismo.
Finalmente, dice Braunstein, para resistir el movimiento woke, hace falta un poco de coraje, atreverse a rebelarse contra sus propuestas aberrantes o abyectas. Por fortuna, eso está ocurriendo ya.