Alonso Rey Bustamante
Perú21, 7 de febrero del 2025
«En cualquier ciudad organizada, las obras viales se realizan en horarios de menor impacto, de 11 p.m. a 6 a.m.».
Si hay algo en lo que los alcaldes se han convertido en expertos es en tomar decisiones que complican aún más la vida de los ciudadanos. En lugar de gestionar de manera eficiente la ciudad, han implementado medidas que destruyen, reducen y bloquean la infraestructura vial sin un análisis real del impacto que generan. Más aún sin ninguna responsabilidad.
Moverse en Lima es una odisea diaria, y en otras ciudades del Perú también. No por nada Lima es la ciudad más congestionada de Sudamérica y la novena a nivel mundial, según el TomTom Traffic Index 2024. El tráfico cuesta al país el 2.4% de su PBI cada año, según el Banco Central de Reserva (BCR). A este ritmo, la falta de infraestructura adecuada y transporte eficiente nos está costando productividad, bienestar y hasta salud mental.
La paralización de proyectos clave como el puente de Armendáriz (¿cuándo retiran esa grúa gigante que genera tráfico?), la reducción de carriles en avenidas congestionadas y la mala sincronización de semáforos han convertido la movilidad en un problema diario. ¿El resultado? Miles de horas-hombre perdidas, millones de soles desperdiciados y una ciudad al borde del colapso vehicular. Mientras tanto, los alcaldes continúan con su agenda sin asumir la responsabilidad por el daño que generan. ¿Por qué no pagan el daño que generan? ¿Para ver si lo vuelven hacer?
Pintar el Zanjón en plena mañana, desconfigurar las olas verdes de semáforos, cerrar avenidas enteras en hora punta para reparar una vereda, además de otras grandes calamidades, son decisiones que reflejan una alarmante falta de criterio y sentido común. A esto se suma la inacción de la policía de tránsito, que en lugar de optimizar la circulación, muchas veces está distraída en ver sus celulares y dejar que el tráfico empeore.
En cualquier ciudad organizada, las obras viales se realizan en horarios de menor impacto, de 11 p.m. a 6 a.m. Aquí, sin embargo, parece no haber intención de aplicar esta lógica, porque las obras las hacen de las 7.30 a.m. hasta las 5 p.m. y dejan las vías cerradas durante toda la noche sin trabajar. Lo mismo ocurre con las empresas de servicios públicos, que intervienen en las vías sin una adecuada programación, agravando aún más el problema del tráfico.
El tráfico no es solo una molestia; es una barrera real para el desarrollo económico y la calidad de vida. Los alcaldes deben asumir su responsabilidad y pagar el daño, basta que le cobren a una municipalidad para ver cómo se corrige todo. La falta de planificación no solo nos cuesta tiempo, sino que nos cuesta dinero, crecimiento y oportunidades, además de horas-hombres y calidad de vida.