Para generar buenos jugadores y regresar al mundial
Jaime de Althaus
Para Lampadia
El futbol peruano ha llegado al fondo del abismo. Hemos regresado con cero puntos del sudamericano sub-20, estamos en el último lugar en la clasificatorias al mundial y Chemo del Solar, la última esperanza de que se pudiera hacer algo en el futbol de menores, renunció.
Y renunció porque por más que auscultara todos los rincones del país en busca de buenos jugadores, no los iba a encontrar porque el sistema no genera jugadores.
La mayor parte de los clubes carecen de divisiones de menores solventes, ni siquiera tienen infraestructura propia, y muchos están en manos de pequeños caciques que viven de toda clase de enjuagues y arreglos.
La reforma del futbol que inició Edwin Oviedo convocando a profesionales de alto prestigio, fue enterrada por su sucesor, Agustín Lozano, un personaje envuelto en juicios por corrupción, porque rompía el statu quo corrupto del futbol nacional.
El proceso de licenciamiento de los clubes que les obligaba a acreditar una administración moderna, canchas, divisiones inferiores y una serie de servicios deportivos para poder participar en el campeonato de primera, fue anulado, porque eso suponía invertir de verdad y dejar de lado un sistema de corruptelas de corto plazo.
Como ha escrito Pedro Ortiz Bisso en El Comercio, es hora de refundar el futbol peruano, pero eso pasa, en primer lugar, por la renuncia de la directiva de la federación y por poner allí un líder o un equipo capaz de hacer la transformación.
Es decir, chocar con el sistema. Y el problema es que el sistema es el que elige al presidente de la Federación. En la asamblea electoral tienen peso los 25 presidentes de las ligas departamentales, sujetos que suelen eternizarse en esos cargos porque viven de ellos, elegidos a su vez, dentro de un intercambio de complicidades, por los presidentes de las ligas provinciales de futbol, la mayor parte de ellos -al decir de Juan Matute, ex gerente de la FPF-, personas sin estudios, sin experiencia laboral o profesional, sin empresas o negocios ni actividades reconocidas.
Los presidentes de las ligas departamentales son la autoridad máxima de todos los torneos de futbol amateur que se producen en sus regiones, principalmente la Copa Perú. Matute explica que esto les genera ingresos en emisión de carnets, inscripciones de equipos, de jugadores, transferencias, procesos administrativos, sanciones, comisiones de justicia, control y designación de árbitros de futbol, control y decisiones de las “comisiones de justicia. Además, también en alquileres de campos y “sponsors” informales o hasta ilegales. No tienen seguimiento ni supervisión ni mucho menos auditoria administrativa y contable. Una estructura deportiva a su entero beneficio personal y familiar.
Se conoce que la Copa Perú está plagada de corrupción en particular en el amaño de partidos, sobornos a árbitros, o amenazas a árbitros realizadas muchas veces por los “directivos” y “barras” de los equipos que ejercen localía. Se informa también constantemente de la existencia de apuestas ilegales y de la participación de las economías ilegales y de actores políticos locales en la “compra” de clubes de fútbol.
Ahora bien, los 25 presidentes de las ligas departamentales suman solo el 37% de los votos. ¿Cómo consigue mayoría Lozano?
Pues con la agregación de los presidentes de 10 clubes de segunda división, otros actores del mundo del futbol e incluso de una parte importante de presidentes de los clubes de primera división, el 70% de los cueles son provincianos y han emergido, muchos, de la Copa Perú.
¿Cómo romper ese mecanismo? La Federación es autónoma. No podría ser intervenida por el IPD o por una ley del Congreso. Solo una intervención de la FIFA, con una hoja de ruta clara, funcionaría, pero para eso tendrían que producirse denuncias de corrupción a todo nivel que la obliguen a intervenir. Esa debería ser una consigna de los medios: poner sus unidades de investigación a trabajar en esto, y solicitarle al Ministerio Público que designe también alguna fiscalía para el efecto. Los clubes serios podrían formar un equipo estratégico con este fin. Una cruzada nacional de denuncias que muestre la corrupción del sistema del futbol.
El Congreso sí podría dar una ley para que los clubes puedan convertirse en sociedades anónimas y podamos tener inversión del sector corporativo y formal de la economía en clubes de futbol, y no solo informal o ilegal. Como con los partidos políticos. El gobierno, por su parte, podría hacer algo: procurar, con inversión propia o mediante obras por impuestos, que todos los colegios públicos tengan una cancha de futbol y un entrenador, y que haya campeonatos interescolares de todas las edades permanentemente.
De allí los clubes, ya con inversión privada formal, captarían jugadores para sus divisiones de menores. Así, el país sería una gran escuela de formación de jugadores. Y volveríamos al mundial para volver a ser una gran nación. Lampadia