Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
Tres datos recientes preocupan:
- 2,5 millones de jóvenes votarán por primera vez. (RENIEC)
- El 37% de los jóvenes mira con reserva o pesimismo su futuro laboral. (Arcos Dorados y Datum Internacional)
- El número de NINIs, es decir que ni estudian, ni trabajan, se podría incrementar de 1.2 millones de jóvenes en el 2023. (Diario GESTION)
Más allá de la exactitud de estas cifras, de su estado actual (en el caso de las que se reportan de años anteriores) y de la combinación exacta de estos factores, lo cierto es que se puede considerar que cerca del 10% del padrón electoral (que llega ya a 27´474,621 según cifras de RENIC) está en una situación que combina peligrosos componentes: falta de empleo, falta de oportunidades, sin acceso a la educación superior, con pesimismo pero con capacidad de votar.
Si le agregamos a estas cifras, las cifras del descrédito y desconfianza frente a nuestro sistema político, la situación social puede ser mala y sus consecuencias electorales aun peores.
Visto todo esto como un problema, podemos advertir que es una situación socialmente peligrosa, porque vivir en el borde de la falta de oportunidades, la frustración, las carencias y la ausencia de futuro nos aproxima a la búsqueda de salidas extremas, a opciones radicales, al delito o a la violencia.
Visto como oportunidad, podríamos decir que hay más mano de obra que absorver con empleos, más jóvenes a quienes educar con carreras productivas y requeridas por el mercado, más jóvenes que capacitar para trabajar o emprender, más padres de familia, más electores y más jóvenes para sostener el futuro del país.
El reto está en advertir en primer lugar lo peligroso que puede ser dejar a este grupo de compatriotas dentro de la desesperación, la frustración y la falta de oportunidades, y en segundo lugar, en ofrecer oportunidades y alternativas reales.
No se puede ver a estos jóvenes solamente como mano de obra barata a la cual contratar o explotar.
Tampoco como posibles alumnos de carreras baratas que el mercado no necesita y nadie contrata.
Mucho menos como simples votantes a quienes podemos vender fácilmente ideas radicales de revolución, lucha de clases o justica social de panfleto.
Estos jóvenes son el futuro de nuestro país. Necesitan una mirada humana, ética, inteligente, realista, que les ofrezca (y pueda cumplir),
empleos verdaderos en una economía que recupere su dinamismo (no puestos estatales innecesarios y de favor),
oportunidades para adquirir destrezas, habilidades y talento antes que títulos o diplomas y
sobre todo futuro, que solo se consigue volviendo a poner el país en la ruta de la inversión privada, el emprendimiento, el crecimiento económico y el ascenso social legítimo.
Lampadia