Juan Fernando Correa
Empresario
Para Lampadia
En el año 1944, en plena segunda guerra mundial, Ludwig von Mises escribió su libro, “Gobierno Omnipotente: El auge del Estado Total y la Guerra Total”, en donde construye la historia de Alemania y otros países europeos que los llevó a esa trágica situación.
Es este libro, Ludwig von Mises reflexiona sobre las limitaciones del liberalismo clásico y su viabilidad en un mundo donde la mayoría de las personas carece de la capacidad intelectual para comprender sus principios fundamentales.
Según Mises, los liberales de los siglos XVIII y XIX tenían una fe desmedida en la capacidad de perfeccionamiento del ser humano y en su habilidad para entender las complejidades de la economía y la filosofía social. Creían que la educación y la razón llevarían a todos a reconocer que solo en una economía de libre mercado se puede lograr la armonía de los intereses a largo plazo de individuos y grupos.
Sin embargo, Mises argumenta que este optimismo era infundado. Los liberales clásicos asumieron que el progreso del conocimiento era inevitable y que la razón prevalecería universalmente. Esta confianza se basaba en la suposición de que todas las personas, independientemente de su origen, podían comprender los principios de la cooperación social. En este sentido, citó la famosa afirmación de Abraham Lincoln: «No puedes engañar a toda la gente todo el tiempo», como reflejo de esta creencia en la capacidad del individuo para reconocer la verdad.
En ese libro, Mises subraya que los fundamentos económicos del liberalismo han resistido el escrutinio durante más de 150 años, incluyendo teorías como la de David Ricardo sobre el comercio internacional y la imposibilidad del cálculo económico en un sistema socialista.
A pesar de esto, señala que el problema radica en que la mayoría de las personas no tiene la capacidad intelectual para comprender estas verdades económicas ni sus propios intereses a largo plazo. Este es, según él, el punto débil del liberalismo: su dependencia de la comprensión generalizada de sus principios para llevarse a cabo.
Él observa que incluso las nociones más evidentes, como los resultados de las guerras, pueden ser distorsionadas por percepciones erróneas, como en el caso de los alemanes que, según Mises, no reconocieron su derrota en la Primera Guerra Mundial. Esta incapacidad para reconocer verdades simples es un ejemplo de por qué la comprensión de las teorías económicas liberales está fuera del alcance de la mayoría.
En contraste, Mises describe cómo los marxistas, que inicialmente compartían un optimismo similar sobre la capacidad del proletariado para reconocer sus intereses, también enfrentaron desilusiones.
Marx asumió que la evolución histórica llevaría inevitablemente al socialismo, pero las divisiones internas entre las distintas corrientes socialistas demostraron lo contrario.
Según Mises, los marxistas de su época abandonaron esa visión optimista y creían que solo una élite intelectual podía entender y ejecutar un verdadero socialismo.
Esa élite, argumentaban, tiene el deber de tomar el poder mediante la fuerza, eliminar a sus adversarios y establecer una sociedad socialista.
Mises señala que, aunque las diferentes corrientes del socialismo discrepan sobre quién conforma esa élite, todas coinciden en recurrir a la coerción y la opresión para imponer su visión, como lo viven hoy Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Frente a esto, Mises argumenta que los liberales no pueden aceptar la idea de que una minoría ilumine a la mayoría mediante la fuerza. Sostiene que un gobierno estable requiere el consentimiento libre de los ciudadanos y que la tiranía, incluso la de los déspotas bienintencionados, conduce inevitablemente a conflictos, guerras y revoluciones. Sin la capacidad generalizada de las personas para comprender lo que es mejor para su bienestar, el liberalismo se vuelve impracticable.
Mises concluye que los liberales clásicos cometieron un error psicológico al sobrestimar tanto la capacidad intelectual del hombre promedio como la habilidad de la élite para persuadir a los demás. Aunque los ideales del liberalismo son irrefutables en teoría, su realización práctica es limitada por la falta de comprensión de la mayoría. Por ende, el liberalismo enfrenta una paradoja: depende de la razón y la educación de masas, pero estas no han alcanzado un nivel suficiente para garantizar su éxito.
Esta es la situación que hoy estamos viviendo en el Perú.
En la primera década de este siglo vivimos un crecimiento económico boyante que llevó a una reducción enorme de la pobreza.
Los liberales en el Perú tuvimos la misma convicción de aquellos del siglo XIX: los beneficios para la mayoría de los peruanos eran tan evidentes, que todos apoyarían seguir con los mismos principios económicos. Pero no fue así.
Las ideas socialistas han penetrado a nuestra sociedad y nos han vuelto a llevar al deterioro del país.
Nuestro reto, para lograr un futuro mejor, pasa ahora por conectar con las personas de manera cercana y emocional y así sembrar una profunda comprensión de las ideas de la libertad. Lampadia