Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
En las últimas semanas se ha desatado una ola de incendios forestales en toda Sudamérica, la que se nutre de condiciones especiales, tales como:
- Una sequía inusual.
- Cambio climático con elevación de temperaturas y falta de lluvias.
- Tala descontrolada de árboles, que debilitan la resistencia de los bosques al fuego.
- Prácticas no sostenibles, como uso del fuego por parte de agricultores y ganaderos locales, para ampliar sus extensiones de trabajo.
- Fuego no controlado de campamentos y actividades recreativas.
Los principales responsables, aunque ocultos, son los agricultores y ganaderos, que usan “la quema de terrenos” como método de limpieza de terrenos para su próxima siembra. Los emprendedores del campo que buscan expandir sus operaciones en terrenos boscosos. Los individuos irresponsables que producen incendios en zonas forestales y los abandonan. Y por supuesto, los gobiernos que carecen de políticas efectivas para controlar el uso de fuego y deforestación y tampoco tienen políticas de sanción para estas personas. Imaginemos no más, qué le pasaría a una empresa formal si actuara con esa irresponsabilidad.
Ciertamente, estos eventos tienen múltiples consecuencias, que van,
desde la pérdida de biodiversidad, especialmente de especies amenazadas y endémicas, incapaces de sobrevivir en áreas devastadas, hasta la destrucción de hábitats que afectan la fauna dependiente de ciertos ecosistemas, cuyo cambio altera la composición de las plantas. Desde luego, producen contaminación del aire mediante una alta producción de dióxido de carbono. Peor aún, producen la muerte e intoxicación de personas de la zona afectada, además de destruir muchas viviendas rurales. Ocasionan el desplazamiento de poblaciones por pérdida de hogares y causan enfermedades respiratorias, independientemente de las pérdidas económicas en agricultura, ganadería y turismo.
El daño es importante, baste resumir los impactos:
- Perú tiene afectadas 63,000 ha.
- Bolivia 4 millones de ha.
- Brasil 6.7 millones de ha.
- Argentina (Córdoba) 30,000 ha.
- Paraguay 175,000 ha.
Las consecuencias económicas para las poblaciones afectadas son enormes, pero, aunque parezca increíble, esta práctica la realizan anualmente y la prensa dedica horas de sus noticieros a compartir la información, muestran fotografías satelitales de la magnitud de los incendios en todo el continente y, de todas maneras, el reclamo constante de las autoridades locales por el abandono de la autoridad nacional, que no envía el apoyo aéreo para sofocar tales incendios.
Estas malas prácticas generan una serie de “externalidades negativas”, que implican costos de extinción de los incendios y de recuperación de las áreas afectadas, aumento de sequías e inundaciones por pérdida de vegetación, conflictos sociales entre comunidades y empresas agrícolas y, en el largo plazo, estancamiento económico de las zonas afectadas.
Nunca nadie se ha planteado un trabajo de prevención para este problema y propondría que actuemos en la siguiente dirección:
- Educación ambiental.
- Crear desde los colegios, conciencia sobre la importancia de los bosques y de su manejo sostenible.
- Crear legislación para detener la deforestación ilegal y penalizarla.
- Crear programas activos de reforestación y conservación del hábitat.
- Crear incentivos económicos para la recuperación de bosques y estimular la industria maderera con manejo de bosques controlados.
- Combatir la extracción ilegal de minerales en las zonas de selva y orientarlos a la siembra e industria forestal.
- Debemos tener disponible equipamiento aéreo en cantidad y calidad suficiente para atender estas emergencias y contar con el personal debidamente entrenado para operar estos aviones y helicópteros en casos de incendio.
- La prensa debe hacer un trabajo educativo y activo de combate a las malas prácticas de la quema de bosques, así como comunicar la importancia del manejo sostenible de los mismos y su reforestación. Sus reporteros deben informar los eventos de riesgo y denunciar a los causantes, y no sólo reportar la cantidad de incendios cada vez que los producen.
Debemos pues plantearnos un plan de acción, que implique la prevención y monitoreo temprano de incendios, con uso de drones y sensores, tanto como de contención de incendios.
Al respecto, así como Defensa Civil hace campañas y simulacros de sismos, tsunamis e inundaciones, tiene necesariamente que involucrarse en el plan para concientizar a la población y que no provoque incendios de bosques.
Siendo este un problema que se repite anualmente, debemos llevar un control estadístico respecto al efecto de nuestras campañas educativas, para verificar que estos actos irresponsables se van reduciendo y ajustar la calidad e intensidad de nuestro programa educativo en caso no se reduzca el número de estos. Mientras, por otro lado, debemos preparar simulacros de incendio y constituir cuadrillas de combate de incendios forestales, con planes de emergencia, para estar en condiciones de controlarlos tan pronto se produzcan.
No puede ser que, Defensa Civil y el gobierno en general, no tengan en su primera prioridad el control de estos incendios, sabiendo que se repiten todos los años.
Los incendios forestales impactan negativamente la economía de las poblaciones más vulnerables y, por lo tanto, destruyen todo el esfuerzo de la sociedad por reducir brechas y desequilibrios socioeconómicos.
¡Debemos evitarlos, controlarlos y denunciar a los causantes! Lampadia