Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
Oiga don Nicolás, fulanito está hablando mal de usted.
Caray, no recuerdo haberle hecho un beneficio.
Diálogo con el presidente Nicolás de Piérola
Desde mi humilde posición en el comando de campaña del Movimiento Libertad, en marzo de 1990 me cupo convocar de emergencia a los coroneles y generales, pues había surgido un ‘chinito’ desconocido en las encuestas sobre las elecciones de abril.
En la reunión presenté un cuadro de intención de voto en Lima según Apoyo Opinión, en el que Alberto Fujimori aparecía con un 3%.
Mark Malloch Brown[i], el experto y asesor de la campaña, se burló de mí, “¿3%??? En provincias nadie lo conoce, falta un mes ¿por eso nos has llamado?”
Pero yo tenía tapado otro cuadro, de El Callao (nuestro New Hampshire), que marcaba 9%. Mark se puso pálido y solo atinó a balbucear:
“If there is a landslide, nothing will stop it”.
(Si se da una avalancha, nada la parará).
Así nació Fujimori en nuestra campaña, y desde ese día hice todo lo posible (dentro de la ley) para que no ganara.
Más adelante, en el verano de 1992, renuncié al Movimiento Libertad, mediante una carta a Mario Vargas Llosa, que copié a todos los congresistas del movimiento, en la que reclamaba falta de consecuencia con nuestros postulados, por la oposición cerrada al gobierno de Fujimori.
Ese vilipendiado gobierno terminó con muchos grandes males de nuestra patria.
Acabó con la inflación, venció al terrorismo, reinsertó al Perú en el concierto internacional, logró la paz con Ecuador, liberó la economía de las ataduras cepalinas que nos lastraron durante 30 años, abrió la economía al comercio internacional, promulgó la Constitución de 1993, que permitió el regreso de la inversión privada al país, que trajo el crecimiento de la economía, el aumento del empleo y de los ingresos, la creación de una nueva clase media emergente, al abandonar el intervencionismo estatal con tasas de cambio, intereses y aranceles diferenciales, desterró la corrupción administrativa y, entre otros desarrollos, rescató a los rehenes del terrorismo en la Embajada de Japón.
Lamentablemente, en los últimos años de su gobierno, especialmente, después de rescate de Chavín de Huantar, permitió el empoderamiento de agentes corruptos y perniciosos, liderados por Vladimiro Montesinos, que instalaron circuitos de corrupción política en las arterias del Estado. Incluso en una maniobra de corrupción a gran escala, Montesinos, con Hermosa Ríos y Eduardo Ferrero, casi llevan a Fujimori a una guerra total con el Ecuador. Pero sí lo empujaron a una absurda reelección y al envilecimiento de la prensa.
Así, con grandes éxitos y muy criticables hechos, terminó Alberto Fujimori un gobierno histórico.
Hoy, después de casi un cuarto de siglo, Fujimori anuncia su regreso a la política partidaria y se ha generado una tremenda bataola.
Más allá del aspecto constitucional y legal, como de los cálculos políticos electorales, me parece que Alberto Fujimori está cometiendo un inmenso error.
Él no debe entrar a la política, él ya es un presidente de los peruanos, tiene que ponerse por encima del bien y el mal, como un único viejo de la tribu, con sus grandes virtudes y defectos.
Fujimori debiera, más bien, difundir sus grandes aportes al país, la vigencia de sus grandes reformas, la necesidad de aquilatarlas y profundizarlas, no para borrar sus errores, pero sí para enmarcar los grandes logros de un gobierno que debemos revalorar, y superar el resentimiento y el odio que siguen inyectando sus opositores con un afán mezquino.
Personalmente aprendí a hacer el balance hace mucho tiempo. Lo bueno no borra lo malo, y lo malo no borra lo bueno, pero ahí están. Los peruanos, tan peliagudos, tan criticones y desconfiados, debemos aprender a rescatar lo bueno, a no perderlo en medio de las bataolas políticas.
Alberto Fujimori debe ayudarnos a separar la paja del trigo. Lampadia
[i] Después de la campaña de Libertad, Mark Malloch Brown tuvo un gran desarrollo político como Vicepresidente del Banco Mundial, director del PNUD, vicesecretario general de la ONU, ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, barón y actualmente, miembro de la Cámara de los Lores.