Anthony Laub
Perú21, 10 de julio del 2024
Pese a los innegables resultados positivos del inconcluso proceso de privatización y liberalización de los 90, la izquierda —¿cuándo no?— apoyada por un sector de periodistas ignorantes, políticos sinvergüenzas y vividores y una porción de la academia, lograron convertir la palabra privatización en un sacrilegio que vive a la siniestra de Satán.
Miles de millones de dólares malgastados en obras públicas inconclusas, sobredimensionadas o abandonadas, pésimos “servicios” estatales, empresas públicas que pierden dinero sin rubor, miles de burócratas que no mueven un dedo en favor de los ciudadanos, millones de ciudadanos afectados y una casta política cada vez más descarada e inútil es el legado que nos deja la filosofía izquierdista y “nacionalista” del estatismo.
Corpac, Sedapal y Petroperú son tres casos que encarnan todo lo que está mal en el Perú y pese a los infames resultados que muestran estos remedos de empresas, nuestros políticos y “autoridades” ni se inmutan. No, ellos están más preocupados en levantar más dinero de los contribuyentes para sus bolsillos o perennizarse en “sus” fuentes estatales de ingresos.
Ya es hora de volver a recurrir a la mala palabra y promoverla activamente. Empecemos por ese esperpento de Corpac. Luego vayamos por Sedapal y todas las EPS: la gente merece tener agua potable y alcantarillado en sus casas. Curemos Petroperú y luego vendámosla; no van a faltar combustibles.
Dejemos de escuchar a empobrecedores como la Vero, Antauro o Sigrid, a tantos exministros que no hicieron nada cuando estuvieron al mando, a “especialistas” como Francke o Campodónico y a tanto consultor “oenegeísta” que solo saben vivir de la ubre pública y cuyas pésimas recetas nos cuestan a todos.
Solo a ellos no les conviene que la gente tenga mejores servicios, más inversión privada, más trabajo y menos pobreza.
¡Privatizaciones ya!