Juan Stoessel
Perú21, 16 de junio del 2024
“Hasta antes de la pandemia, una de las mayores limitantes para el sector era tener una sola puerta de entrada, el Jorge Chávez, que, además, estaba colapsado”.
El tema aeropuertos vuelve a ser noticia. Esta vez no el Jorge Chávez, sino Chinchero (Cusco). Como si no hubiésemos tenido suficiente mala prensa con el cortocircuito. La controversia entre el MTC y el consorcio a cargo de la obra, que ya venía generando retrasos, ha comenzado a politizarse. Mala idea. Los temas técnicos que los resuelvan los expertos. El Consorcio Natividad Chinchero, integrado, entre otros, por el gigante coreano Hyundai, ha ratificado que el proyecto no será dejado a medias. Por su parte, el MTC ha manifestado su compromiso total con la culminación de la obra. Dejemos que zanjen los diferendos de la mejor forma, sin añadir ruido innecesario.
Chinchero es de vital importancia para el turismo. Especialmente ahora que el movimiento de viajeros está recuperando volúmenes. Hasta antes de la pandemia, una de las mayores limitantes para el sector era tener una sola puerta de entrada, el Jorge Chávez, que, además, estaba colapsado. Mientras, en Cusco teníamos el Velasco Astete, enclavado en plena ciudad, sin posibilidad alguna de expandirse. Al ser operado íntegramente por Córpac, sus instalaciones y servicio dejan muchísimo que desear. Por ello, la enorme trascendencia de Chinchero como la segunda puerta de entrada. Con la visión no solo de captar más visitantes a Cusco, sino de ser un hub que conecte el Circuito Sur (donde llega el 85% del turismo receptivo) con la Ruta Moche, las playas del norte, Cajamarca, Ayacucho, la selva.
El proyecto se va a retrasar. Lo que no significa quedarnos de brazos cruzados. Al contrario, este aplazamiento debe aprovecharse para avanzar las obras complementarias. Falta la conexión del nuevo aeropuerto con la ciudad de Cusco y con el Valle Sagrado. Idealmente eso se lograría mediante un tren de cercanía, que aseguraría una mayor fluidez y preservaría mejor el paisaje que una carretera. Asimismo, están pendientes las obras de saneamiento, tendido eléctrico. Todo eso toma tiempo. Miremos lo que sucede con el Jorge Chávez, que a pocos meses de inaugurarse aún no tiene resuelto el acceso vía el puente Santa Rosa. Sería imperdonable que nos ocurra algo similar con Chinchero.
Otra tarea impostergable es el Plan Maestro para reordenar Machu Picchu. Los nuevos aeropuertos van a permitirnos recibir más visitantes, pero, si mantenemos el mismo modelo obsoleto de gestión, simplemente habremos trasladado el cuello de botella de los aeropuertos a nuestra maravilla mundial. Los intereses de ciertos grupos que manejan Machu Picchu como su chingana no pueden prevalecer. ¡Manos a la obra!