Germán Serkovic González
Para Lampadia
El discurso socialista es seductor, qué duda cabe. Eso de quitarle a los ricos para repartir entre los pobres, o de la propiedad estatal de los medios de producción o de un estado gigante que se encarga de cubrir las necesidades de todos para la completa felicidad, etc., tiene legiones de seguidores. Y quizá por esa misma razón, el socialismo siempre ha tenido muy buena prensa y generoso recibo entre los intelectuales -también entre los intelectualoides- y los artistas -los de verdad y los “comprometidos” que disfrazan su pobre creatividad en una supuesta preocupación por los problemas sociales- probablemente porque viven de subvenciones o son generosamente contratados cuando la izquierda llega al poder.
La frase siguiente, que se atribuye tanto a Churchill como al cantante de contracultura Bob Dylan y en realidad, con pequeñas variaciones, a otras muchas personalidades a lo largo de los últimos ciento cincuenta años: “Si no eres socialista a los 25 años, no tienes corazón, pero si sigues siéndolo a los 35, no tienes cerebro”, es muy interesante y nos ofrece alguna luz en referencia a la atracción por las ideas de izquierda. En principio, alude a la inocencia, falta de experiencia e idealismo de la juventud, convirtiendo al socialismo en una ideología un poco más y cubierta de un halo de santidad, romántica al estilo de Robin Hood o del poeta Heraud. Son los inicios de la vida adulta, cuando el joven busca ingresar al mercado de trabajo y contrae obligaciones familiares, pero a su vez se indigna cuando observa que hay diferencias notables entre los sectores sociales, y cree -equivocadamente- que el socialismo puede evitarlas. El peso de los años, así como el esfuerzo propio, hace ver las cosas de otra manera. Ya no imperan los sentimientos sino la razón y la realidad. Se buscan corrientes ideológicas que han dado resultados y pueden mostrar logros claros en cuanto a la prosperidad de los pueblos y las personas, y éste es justamente el punto en el cual el socialismo ha fallado estrepitosamente. No tiene absolutamente nada que mostrar.
Por supuesto que para los seguidores del socialismo, los jóvenes imberbes y los ya madurones, hay infinitas excusas que argüir para justificar los nulos resultados de las izquierdas. Que el imperialismo lo combate, que los bloqueos, que las sanciones, que se ocultan adrede sus logros, que los gobiernos dizque socialistas no lo eran, que las personas fallaron, etc. La poderosísima Unión Soviética se derrumbó, pero desde dentro, por la inmoralidad propia del sistema y la falta de libertades de su población, pese a que combatió a sangre y fuego los levantamientos en los países del bloque oriental que buscaban contar con elementales derechos. Lamentablemente las matanzas bajo el denominado Terror Rojo o las grandes purgas, no se enseñan. Al contrario, se ocultan sistemáticamente.
El régimen cubano ha sido tratado con guantes de seda, su barbado dictador, que prometió elecciones democráticas a los seis meses de tomar el poder, falleció en el cargo luego de casi sesenta años y la tiranía socialista aún continúa. Las protestas son duramente reprimidas y la prensa parcializada apenas las menciona. La otrora pujante Cuba, es ahora una ruina con su población viviendo en base a raciones de subsistencia, con más de noventa por ciento de pobreza. Los supuestos avances de la medicina cubana son un cuento y los médicos cubanos que el régimen exporta, por un buen precio, son investigados como una forma moderna de esclavitud. Los responsables de la situación de la isla son el bloqueo y las sanciones de EEUU, claman los insensatos, olvidando que durante décadas Cuba fue la “niña mimada” de la URSS y el sistema no produjo ninguna mejora para su gente. Otra isla, Taiwán, es objeto de las sanciones más draconianas por el gigante chino, y hoy es una potencia. ¿La diferencia? Eligió una economía de mercado.
Venezuela es un caso, si se quiere, aún más dramático que el de Cuba. El socialismo ocasionó la migración más grande en tiempo de paz, millones de venezolanos dejaron su terruño -con lo dolorosa que es esa situación- en busca de oportunidades. Los tenemos en nuestro medio, son los que ahora se arrepienten de haberse dejado seducir por las izquierdas.
La revolución cultural del comunista Mao dejó un saldo de millones de muertos. Pol Pot y los jemeres rojos acabaron con la cuarta parte de la población de Camboya en su intento cruel de crear un paraíso socialista.
Si el lector interesado en el tema busca comparaciones más exactas, puede hacer un paralelo entre los niveles de vida de las dos coreas o entre la Alemania bajo el dominio soviético conocida como la República Democrática Alemana -a los socialistas les encanta llamarse a sí mismos democráticos cuando es lo último que son- y la República Federal Alemana.
En suma, basados en la evidencia empírica mundial, no se observan países que han salido de la pobreza en base a los socialismos. Es todo lo opuesto. Lo que sí se hace evidente es la existencia de regímenes opresores donde en nombre del “pueblo” sus líderes revolucionarios se han enriquecido junto a su parentela y su círculo cercano.
La excusa de que los supuestos socialistas que llegaron al poder, una vez en él fueron corrompidos y abandonaron sus principios, es muy usada en nuestro país para tratar de justificar los muy mediocres, por no decir pésimos, mandatos de Humala, Sagasti y Castillo. Se trata de una explicación muy pobre. Ya es hora de que tomemos conciencia de que los fracasos del socialismo no se deben a factores externos o a la naturaleza de las personas; es un régimen perverso en sí mismo y cuanto más tiempo nos demoremos en tomar conciencia de tal hecho, seguiremos cayendo en su seducción que hasta el momento sólo ha causado pobreza, hambre y muerte. Lampadia