Por: Andrés Balta
Perú21, 25 de abril del 2024
Ahora bien: ¿se puede ser promercado y proempresa? Ciertamente que sí, pero ante el dilema de uno u otro, la posición del Gobierno argentino fue por el mercado y los consumidores de bienes y servicios.
Esa fue la frase de Manuel Adorni, el vocero presidencial de la Argentina. Con esta rayó la cancha, otorgó transparencia, puso fuera de juego a los mercantilistas y se despercudió de ataques que ponen a otros y no a los consumidores en la primera prioridad de la nación argentina.
Ahora bien: ¿se puede ser promercado y proempresa? Ciertamente que sí, pero ante el dilema de uno u otro, la posición del Gobierno argentino fue por el mercado y los consumidores de bienes y servicios. Así de claro, sin dudas ni murmuraciones.
Más aún, el Gobierno argentino no transará con empresarios prebendarios, esos, los chapados a usanzas cómodas y corruptas, esos, los que andan con privilegios, hábitos y costumbres inaceptables, esos, los que están siempre recostados al Estado, esos, los que se mecen en hamacas estatales con nuestros impuestos. Ya los conocen, son los que los libertarios llamamos “empresaurios”.
El huracán “Milei” —además de hacer trastabillar a las izquierdas— hace tiritar a las derechas que —como gatas gordas— quieren recibir las presas en sus bocas. Esos no son los empresarios que creen y protegen la libre competencia y que están hartos de la esclavitud disimulada de un Estado que se adjudica el rol protagónico de la vida de todos para que –invariablemente– los ricos se vuelvan flojos, los pobres, parásitos y los criminales, nuestros dueños.
Argentina es un tifón que rechaza a los “empresaurios” dominados por la pereza, la banalidad, el artificio, el ocio y el despilfarro. Ella quiere —sin descanso— desaparecer esos estilos y jerarquías artificiales del apellido, la influencia, el cargo, la conexión y la academia. Iniciemos aquí también otra tormenta ética de limpieza, mercado y libertad.