Por: Iván Alonso
El Comercio, 22 de marzo del 2024
¿Qué interés tendría una farmacia en mantener un stock menor que el que se necesita para satisfacer la demanda de genéricos?
Los medicamentos de marca pueden costar varias veces –ocho, diez veces– lo que cuestan los genéricos. Con semejante diferencia de precios, los genéricos son claramente una alternativa para la gente de menores ingresos. El problema es que cuando va a la farmacia y pide un genérico, le dicen que no hay, y tiene que comprar un medicamento de marca o, peor, abandonar su tratamiento. La receta del Gobierno para acabar con este mal es intervenir en el mercado. Pero, como de costumbre, no parece haber calculado bien los efectos secundarios.
El decreto de urgencia publicado el fin de semana pasado es de una generalidad pasmosa. Obliga a las farmacias y boticas del sector privado –pero no a las del sector público, a pesar de que allí es donde compra la mayoría de la gente– a mantener “un stock mínimo del 30% de la oferta total” de los genéricos que el Gobierno decida. Pero ¿qué significa eso? La “oferta total” puede ser la oferta total de cada farmacia o la oferta total del mercado regional o del mercado nacional. El 30% puede ser el 30% de todos los productos que la farmacia tiene en stock o el 30% de los genéricos que vende en un mes o en un año o el 30% de los todos los medicamentos que sirven para tratar una misma enfermedad. Parafraseando la propaganda de una antigua rifa, a más ambigüedad, más oportunidades de sancionar.
Pero vayamos al fondo del asunto. ¿Qué interés tendría una farmacia en mantener un stock menor que el que se necesita para satisfacer la demanda de genéricos? Las farmacias no viven de los precios de los productos que venden, sino de los márgenes que su comercialización les deja. Obviamente, si el margen, porcentualmente hablando, es el mismo, ganan más con los medicamentos de marca que con los genéricos: un medicamento de marca que se vende a S/80 el blíster dejará S/8 de ganancia; el genérico que se vende a S/10 dejará nada más que S/1. Pero el margen no tiene que ser necesariamente el mismo. El fabricante del genérico puede asegurarle a la farmacia una ganancia de S/9, subiendo el margen a 50% y el precio de venta al público a S/18. A ese precio todavía costaría menos de la cuarta parte de lo que cuesta el medicamento de marca.
Los fabricantes, si quisieran, podrían ofrecer un incentivo poderoso a las farmacias para que vendan más genéricos y mantengan un stock mayor sin dejar de ser competitivos. Si no lo hacen, será porque la demanda cae rápidamente cuando la diferencia de precios entre ambos tipos de medicamento se estrecha.
Las farmacias, sobre todo las independientes, también podrían tomar la iniciativa. Si es tal la demanda de genéricos como cree el Gobierno, debería ser un buen negocio tenerlos siempre en stock. Pero la verdad es que hay un stock óptimo de cualquier producto que depende de la frecuencia de venta y del espacio que ocupa. Forzar a las farmacias a tener un stock mayor que aquel que la demanda justifica terminará subiendo sus costos de operación. Y, tarde o temprano, los mayores costos se trasladarán al consumidor.