Por: Juan Stoessel
Perú21, 10 de marzo del 2024
“Lima podrá recibir más turistas, pero, sin resolver el resto de aeropuertos, empeoraremos el cuello de botella”.
El turismo en Perú tuvo un periodo dorado, desde 1995 hasta 2018. Uno de los gatilladores clave fue que se concesionaron los principales aeropuertos, entre ellos nuestra puerta de entrada, el Jorge Chávez. Las primeras inversiones no tardaron en ejecutarse y se remodeló la infraestructura existente. Mejoraron los servicios y, sobre todo, la capacidad instalada, permitiendo que el número de vuelos se multiplique. Los primeros aeropuertos remodelados aumentaron su afluencia x6 y la captación de turistas se incrementó exponencialmente de 300 mil a 4.4 millones.
Mientras la infraestructura alcanzaba para atender la demanda, estuvimos bien. Hasta que 2018 tocamos techo. Incluso sin el doble desastre de la pandemia y Pedro Castillo, el dinamismo del sector igual habría estado mermado. Para 2025, el mayor embudo serán los aeropuertos regionales. Desde hace años sus terminales y pistas requieren obras de ampliación y mejoramiento. Sin ello, chau, crecimiento. Pero ejecutar demora entre ocho y diez años. La calificación de expedientes es un proceso eterno, la lentitud estatal en su máxima expresión. Salvo un par de excepciones, la mayoría aún no ha iniciado obra. Casos como Juliaca son una bomba de tiempo. La pista está en tan mal estado que en cualquier momento tendrán que cerrarlo, afectando severamente al turismo, como ya sucede con Jaén. Incluso ejemplos “exitosos” como el nuevo Jorge Chávez, según la concesión original la ampliación debió comenzar en 2009. Recién a fines de 2024 va a terminarse, principalmente debido a interminables demoras del Estado. Por cierto, inaugurada la obra, Lima podrá recibir más turistas, lo que es excelente, pero, sin resolver el resto de aeropuertos, en lugar de crecer, empeoraremos el cuello de botella.
Otro componente fundamental son las vías terrestres. También están en debe. Solo el 40% de nuestra principal carretera, la Panamericana, cuenta con doble calzada. La Vía de los Libertadores, que une la costa con Ayacucho, está peor que mal, hay zonas donde por las lluvias prácticamente no hay pista. Justo en el año en que se celebra el bicentenario de la Batalla de Ayacucho y que la ciudad será sede de los Juegos Bolivarianos.
Esta película ya la vimos. Un Perú metiéndose cabe a sí mismo, donde las obras no se ejecutan sino se traban, y las oportunidades se dejan pasar como si sobraran. Las cosas claras: o reescribimos el guion de la película y comenzamos a hacer las cosas distinto, o nos resignamos a jugar en las ligas menores del turismo mundial. ¡Hora de actuar!