Por Ismael Benavides
Expreso, 12 de enero del 2024
El Banco Mundial acaba de anunciar su proyección de crecimiento de nuestro PBI para el 2024 de 2.5%. Varios analistas peruanos e internacionales han anunciado sus proyecciones que van desde 1.7 hasta 2.7% de crecimiento anual. La pregunta que debemos hacernos es ¿cuán reales son estas proyecciones a la luz de lo ocurrido con los estimados para el 2023?, y más aún como el BCR y el MEF mantienen sus proyecciones de 3% para el año en este contexto.
Para recordar, en septiembre de 2022 el BCR estimó un crecimiento de 3% para el 2023 y el Marco Macroeconómico Multianual del MEF estimó 3.3%. Ya en septiembre de 2023, después de varias reducciones, el BCR estimó el crecimiento del PBI 2023 en 0.9% y el año cerró con una caída del -0.5% anunciada por el presidente del BCR Julio Velarde. Curiosamente el 15 de diciembre mientras se sabía la noticia de la caída, ratificada por el IPE, el Banco Mundial y el FMI aún mantenían proyecciones de crecimiento del 0.8 y 1.1 respectivamente. Por ello siembran dudas las proyecciones que se nos van presentando que pueden pecar de optimistas e irreales como han sido los estimados de ingresos para el Presupuesto de la República 2024.
No cabe duda de que el 2023 fue impactado por la caída del PBI en el cuarto trimestre de 2022, gracias el inepto gobierno de izquierda de entonces, y la turbulencia producida con la caída de Castillo. Adicionalmente las protestas violentas a inicios del año impactaron en un estimado de -0.8% en el PBI y el Yaku impactó en -1.9%´, cuyas secuelas hemos visto con la caída de la pesca y la agricultura en el 2023. Sin embargo, el gobierno irresponsablemente no fue capaz de leer otras señales que daba la economía, como la retracción en el consumo de las personas desde julio de 2023 y la fuerte caída en las ventas del retail y alimentos, la pérdida de más de 120,000 empleos en el agro, así como su peor caída en 25 años, el aumento de la morosidad y la cartera pesada en el sistema financiero y los bajos indicadores de confianza empresarial y de los consumidores medidas por el BCR. Así llegamos a la peor caída del PBI desde 1998 y la primera vez que el consumo privado cae desde el 2001.
La economía peruana siempre rebota después de un Niño y el 2024 no debe de ser excepción, al menos que volvamos a tener el fenómeno El Niño o algún evento internacional hoy impredecible. La pesca debe de crecer fuertemente, así como la agricultura y sus actividades conexas, pero gracias a la naturaleza y no a la gestión del gobierno. Además, se prevé este año que la minería operará sin paralizaciones y con aumentos de producción gracias a los buenos precios. Indudablemente las exportaciones minerales y agrícolas serán el soporte de la economía y tendremos un superávit comercial externo y términos de intercambios favorables. Parece que esto será un retorno de una especie de piloto automático algo raído, con un Gobierno incompetente que es incapaz de promover la inversión y el empleo que permitiría que el Perú crezca y reduzca pobreza más de lo previsto. Para muestra un botón, aún esperamos la ventanilla única para la minería anunciada hace un año por el Premier a los inversionistas mineros en Toronto.
Pero tenemos otros factores en contra como las aún bajas expectativas empresariales y de los consumidores, estos últimos golpeados por la inflación de los pasados 3 años, la falta de inversión y creación de empleo, las aún altas tasas de interés y limitaciones en el crédito al sector privado que creció menos de 2% en el 2023 y sobre todo la irresponsabilidad del Gobierno en el manejo del gasto público con un presupuesto que crece 12% principalmente en gasto corriente, frente a una economía y una recaudación en caída, y la cereza sobre la torta será tirar al hoyo US$ 2,500 millones, (mas de 1% del PBI) a fondo perdido en el elefante blanco de la refinería de Talara de Petroperú, que justamente podrían ser usados para crecer la economía y reducir pobreza.