Por: Andrés Balta
Perú21, 26 de octubre del 2023
“Sudamérica no lleva clavadas en su espalda las dagas de la primera y segunda guerras mundiales, de las guerras terribles de los Balcanes, de las guerras sin freno del Medio Oriente, de las guerras e invasiones rusas y norteamericanas contra Afganistán”
En los países sudamericanos tenemos males a raudales. Llevamos a cuestas cargas pesadas que nos avergüenzan, que son muchísimas y que las reconoceríamos y aceptaríamos una a una. Todo ello es una verdad dolorosa, sí, pero no es menos cierta que América del Sur exhibe, salvo conflictos menores, más de un siglo de paz entre sus países.
Sudamérica no lleva clavadas en su espalda las dagas de la primera y segunda guerras mundiales, de las guerras terribles de los Balcanes, de las guerras sin freno del Medio Oriente, de las guerras e invasiones rusas y norteamericanas contra Afganistán, de las guerras de Corea y Vietnam, de las guerras en el África y de las guerras de Rusia contra Ucrania y Hamás contra Israel. Tampoco están en sus antecedentes los genocidios cometidos por la URSS, China y la Alemania nazi.
Visto el panorama mundial, nuestra América empieza a parecer un remanso de paz, aún y a pesar de los 7 millones de venezolanos que huyen de su país, generando una crisis migratoria mundial y los 65 años de cárcel opresora y crímenes procedentes de Cuba.
A veces pienso que debiéramos sentir más amistad por la patria que amor por ella. Encuentro que la amistad es más sosegada y civilizada, menos inclinada a las pasiones. Se puede sentir amistad y admiración por tu país y también por tus vecinos. La amistad es más actual, vivencial y factible y el amor puede ser esquivo y soñador. La amistad depende más de uno que del otro. En el amor, en muchos casos, es al revés. El amor es proclive a frustración y decepción. Del amor se dice que está a un paso del odio, de la amistad, no.
Parecería que nuestra América tiene millones de personas amistosas que están por encima de las miserias y que piden y necesitan admirar a sus políticos y tener respeto, amistad y orgullo por los funcionarios de sus Estados. Rindamos culto a todo eso y obtengámoslo. La revolución cultural de nuestra América iría por ese camino. Eso nos falta porque, en el balance histórico, lo otro lo tenemos: somos contrarios a la separación, la guerra y el quebrantamiento.
El amor por la patria nos puede llevar a las guerras, la amistad y la admiración por ella, no.