GERMÁN SERKOVIC GONZÁLEZ
Para Lampadia
Hay al menos diez oficiales de alto rango de la policía nacional involucrados en el escándalo de los ascensos fraudulentos.
Como se recuerda, los allegados a Pedro Castillo habían ideado una escala de pagos ilegales -en dólares- para obtener un ascenso, pagos que a su vez eran repartidos entre todos los involucrados, incluso el mandatario de entonces, según todos los indicios. A tal corruptela accedieron algunos malos elementos de la fuerza del orden. Si bien los aludidos oficiales no fueron de la iniciativa -cosa que en absoluto enerva su gravísima responsabilidad- participaron del delito. Las resoluciones de ascenso de estos oficiales, son írritas.
Sobre el particular, las autoridades llamadas a corregir tal inconducta, parece que pretenden aplicar el argumento de los hechos consumados. Nada más ilógico. Cada día que estos oficiales ostentan un grado mal habido, constituye una grave afrenta para los ciudadanos respetuosos de las normas que ven que la impunidad del delito se cierne sobre -justamente- los llamados a perseguirlo y, peor aún, es un insulto para los jóvenes policías -subalternos y oficiales- que son fieles al lema “El honor es su divisa”. Se debe declarar la nulidad de estos ascensos y procesar con todo el peso de la ley a los participantes del delito.
Tal suceso es el último acto de una serie de afrentas a la policía. ¡Qué indignación sentimos cuando un efectivo policial se agachó a sujetarle los pasadores a Castillo! Para la institución policial ese fue un golpe difícil de asimilar. El mensaje no era subliminal, todo lo contrario. Pareciera que se le estaba diciendo a nuestra orgullosa policía -la que capturó al cabecilla terrorista y por eso era tan odiaba por los gobernantes de turno tan cercanos a esa ideología criminal- que se los tenía sojuzgados. Mal cálculo de Castillo, fue justamente esa policía la que lo capturó cuando cobardemente pretendía asilarse en una embajada luego de su fallido golpe.
No se puede dejar de decir que los agravios contra la policía no son recientes. Empezaron hace un buen tiempo, cuando un grupo de socialistas de salón planteó la teoría de “la policía bajo el control civil” y cuyos conspicuos integrantes se han ido turnando en cargos importantes en el Ministerio del Interior. Nuestra policía tuvo que soportar a ministros y viceministros de esta cofradía, pero no necesariamente los respetó. Un sombrío representante de este grupo -y con esto prácticamente he mencionado su nombre- se desempeñó en la cartera del interior con muy poca seriedad, se recuerda cuando en una ocasión tan penosa como el incendio en el edificio Nicolini que costó dos vidas, se presentó enteramente ataviado de bombero, o cuando luego del siniestro en los cines de Larcomar hizo público un video de la seguridad del mencionado centro comercial y pidió la identificación de una persona porque “caminaba de manera muy sospechosa”. Probablemente no exista sector tan complicado de manejar como el del Interior, por eso debe recaer en profesionales en el tema y no en activistas ideologizados.
Se le falta el respeto a la institución policial cuando se deja de lado el orden de méritos y la antigüedad, para ascender a un oficial “amiguísimo” del régimen. Sagasti pasó al retiro a 18 oficiales, algunos de ellos realmente brillantes y muy queridos por el personal, para colocar a un general genuflexo.
Como rechazo a tal arbitrariedad, la foto de tal general fue colocada en el tacho de los papeles en un gran número de comisarias. La profesionalidad en el desempeño fue dejada de lado por las simpatías políticas.
Actualmente la policía tiene carencias, carencias que se ven acentuadas por la ola delictiva que no se detiene. Hay un comprensible problema de moral, deficiencia de equipos e instrucción insuficiente o inadecuada dictada en escuelas que no reúnen las condiciones mínimas.
En cuanto a la adquisición de equipos, no se trata de comprar por el sólo hecho de hacerlo. Hay que actuar con inteligencia y de acuerdo a estrictos requerimientos técnicos para no caer en adquisiciones sin sentido. Por ejemplo, ¿se justifica adquirir camionetas cuatro por cuatro de gran cilindrada para el patrullaje urbano? ¿es dable incurrir en un gasto enorme para comprar equipos de comunicación no adecuadamente probados y compatibles? ¿no se requieren transportes blindados para el traslado del personal en zonas inseguras, en lugar de hacerlo en pick ups desguarnecidas?
En lo referente al armamento se puede decir casi lo mismo. Aún se pueden ver a agentes del orden patrullando con los viejos revólveres Smith and Wesson, sólidos y confiables, pero con grandes desventajas ante las pistolas que usa la criminalidad, con el triple de capacidad de munición y mayor potencia. Una de las últimas compras de armamento policial fue la de pistolas SIG modelo 2022, pero al modelo ofrecido -por exigencia de algún genio nacional- se le adicionó un seguro casi imposible de desactivar bajo situaciones de stress, y en esas condiciones enfrentar a un delincuente es la mejor forma de acabar conversando con el Creador antes de tiempo. De igual modo, los sempiternos fusiles AKM ya han superado hace mucho su tiempo de vida útil.
La deficiente preparación en las escuelas de policía, se salva eliminando las excedentes -dejando dos o tres, pero de buen nivel- y estableciendo estándares altos para el ingreso y la permanencia en ellas. Es posible, si existe la decisión en esa dirección.
Finalizando, los medios para mejorar nuestra policía existen y no pasan por la creación de una policía de segundo nivel por más ampuloso nombre -Policía de Orden y Seguridad, cómo si la PNP no lo fuera- que se le quiera poner. Con un gasto razonado, priorizando las necesidades y mediante una eficiente asignación de recursos, nuestra policía puede llegar a ser reconocida nuevamente como una de las mejores de América. El camino en esa orientación no es un lecho de rosas, existen muchos intereses y lamentablemente también no poca corrupción, pero por sobre todo hay un personal honesto que se ha ganado el reconocimiento de la sociedad a base de esfuerzo y sacrificio. No se les puede seguir maltratando. Lampadia