Jaime de Althaus
Para Lampadia
Joseph Stiglitz publica un artículo en Project Syndicate argumentando que la causa principal del retroceso de la democracia y del avance del autoritarismo en el mundo es el aumento de la desigualdad, derivada del capitalismo “neoliberal” moderno que se expresa, por ejemplo, en políticas fiscales que favorecen a los ricos o en un sistema educativo favorece a los ya privilegiados, o en un sistema electoral que no pone límites a las donaciones de campaña. La política, así, estaría dominada por los ricos, reproduciendo la desigualdad mediante leyes que los favorecen.
En realidad, está pensando principalmente en Estados Unidos porque en Europa hay otras causas, vinculadas a la fuerte inmigración en un contexto de escaso crecimiento económico.
En América Latina el autoritarismo mayoritariamente es de izquierda y en lugar de disminuir desigualdades las incrementa, empobreciendo a la mayoría.
En el Perú la desigualdad, medida por el índice de Gini, ha disminuido en los últimos 30 años, junto con una caída extraordinaria de la pobreza de 60% a 20% el 2019, para volver a crecer lamentablemente luego de la pandemia. Por supuesto, las diferencias siguen siendo muy fuertes y, agravadas por la pandemia, sin duda se sumaron al antifujimorismo para expresarse por identificación étnica y social en la elección de Pedro Castillo el 2021. Pero el problema principal ahora es el bajo crecimiento, que lleva a un incremento sostenido de la pobreza. El país está involucionando y puede volverse inviable.
Lo que falta en el Perú es, antes bien, más capitalismo, más crecimiento, para volver a reducir la pobreza y realizar las reformas que permitan que el Estado funcione y de servicios de calidad para las mayorías. Hay que repotenciar el modelo, devolverle libertad económica, ahogada por sobrerregulaciones que no vienen de los “ricos”. Al revés de lo que Stiglitz obversa o cree ver en Estados Unidos, aquí los “ricos” tienen escasa o nula influencia en las leyes que se aprueban.
Los agroexportadores, que venden al exterior 10 mil millones de dólares, no pudieron impedir una ley que derogó el fructífero régimen especial agrario que había generado tanto empleo formal, solo para crear un salario mínimo 25% superior al general y encarecer otras condiciones, reduciendo la inversión en el sector.
Los bancos, el “poderoso” gremio bancario peruano, nada pudo hace para impedir que una ley pusiera topes a las tasas de interés, yendo incluso contra la Constitución. El resultado ha sido que más de 100 mil prestatarios tuvieron que salir del sistema y entregarse a las manos de agiotistas informales.
Las AFP, vinculadas al sector financiero, nada pueden hacer para impedir que se aprueben leyes que depredan los fondos de pensiones. El congresista José Luna, por ejemplo, está promoviendo una ley para autorizar el sétimo retiro de las cuentas individuales. Y el congresista Américo Gonza, de Perú Libre, ha presentado un proyecto de ley para eliminar simplemente las AFP, devolviéndole todo su dinero a los aportantes. Iniciativas populistas que solo sirven para dejar a los ciudadanos sin pensión cuando estén en edad de jubilación y para engendrar un hueco fiscal gigantesco e inmanejable cuando el Estado tenga que hacerse cargo de las pensiones de todos. Un sistema de cuentas individuales es precisamente la garantía de la salud fiscal del país a futuro, la fuente de ahorro nacional para las inversiones y la fuente de mayores ingresos para los jubilados.[1]
El problema del sistema de pensiones está en que alcanza a muy pocos, a los formales.
Esa es la gran desigualdad estructural en el Perú, la que separa a los formales de los informales. Y no ha sido generada por los “ricos” sino por las izquierdas y los grupos de interés sindicales los que al final tienen el poder de aprobar leyes clientelistas con sobrerregulaciones que excluyen a las mayorías, benefician a muy pocos y que solo las grandes empresas pueden solventar. Lampadia
[1] Al contrario de lo que falsamente argumenta Gonza, que sostiene que los aportantes han perdido plata, la rentabilidad de los fondos de capitalización individual ha estado alrededor del 10% en los últimos 19 años. Quien haya aportado buen número de años acumula una pensión que tiene más de los intereses ganados que de los aportes hechos.