Por: Aldo Mariátegui
Perú21, 20 de julio del 2023
“El argumento giraría sobre una comunidad confundida por muchos sinsabores, que es atacada por un agresivo ser del espacio, el cual es bastante curioso’’.
Al momento de escribir estas líneas y al ver tan pobre convocatoria limeña y regional para esta tercera ‘Toma de Lima’ no pude menos que recordar la célebre fábula “El parto de los montes” del genial autor español Félix María Samaniego (1745-1801): “Con varios ademanes horrorosos/los montes de parir dieron señales/consintieron los hombres temerosos/ver nacer los abortos más fatales. /Después que con bramidos espantosos /infundieron pavor a los mortales/estos montes, que al mundo estremecieron/un ratoncillo fue lo que parieron/hay autores que en voces misteriosas/estilo fanfarrón y campanudo/nos anuncian ideas portentosas/pero suele a menudo/ser el gran parto de su pensamiento/después de tanto ruido… sólo viento”.
No canto victoria. Aún es temprano por las latitudes limeñas respecto a España como para aseverar que esta absurda movilización fracasó, pero me da la impresión, a esta hora, de que la revuelta abortó.
Recurrir a Samaniego me volvió literato y estoy imaginando ahora mismo una novela de ciencia ficción. Todo el argumento giraría sobre una comunidad confundida por muchos sinsabores, que es atacada por un agresivo ser del espacio, el cual es bastante curioso. El alienígena en mención tiene la forma de una morsa terrícola, ese robusto mamífero pinnípedo del Ártico, cuyo nombre científico en latín es Odobenus rosmarus (y no les miento, así se llama de verdad. Busquen en Internet). Y, a diferencia de la morsa inocua de este planeta, este ejemplar en sus largos colmillos acarrea mucho veneno, cual serpiente cascabel. Lleva allí mucha ponzoña, la que inyecta en la cabeza de sus víctimas, pudriendo sus mentes. Esta criatura es bastante mala y aturde a las masas con sus palabreos de abogados y sus poses disforzadas de falsa sabiduría. La famosa canción I am the walrus (Yo soy la morsa) de los Beatles no le fue definitivamente dedicada a este ser. Más bien pensaría que la recordada canción criolla “Víbora” de los Embajadores Criollos le es más cercana.