¿Y la productividad?
GERMÁN SERKOVIC GONZÁLEZ
Abogado
Para Lampadia
Uno de los primeros feriados que registra nuestra legislación del trabajo es el del Primero de Mayo, Día del Trabajo, hace ya noventa años. Con posterioridad, el número de feriados fue proliferando paulatinamente, a tal extremo que, en el año 1964 mediante un Decreto Supremo, se hizo necesario reducir su número. En dicha oportunidad, se establecieron once feriados y tres días de fiesta cívica laborable.
Décadas después, el Decreto Legislativo N° 713, Ley de Consolidación de los Descansos Remunerados, enumeró los feriados vigentes. Eran doce, desapareciendo los feriados de medio día -aplicables cuando la jornada de trabajo era partida, pero sin mayor sentido con la jornada actual- y dejándose de lado también los días de fiesta cívica laborable.
Por treinta años la situación en lo que respecta al tema tratado no mostró mayores cambios. Sin embargo, en los últimos 17 meses, se han publicado cuatro leyes creando feriados adicionales, dos de ellas dictadas por insistencia del Congreso. Así, ahora tenemos feriados por las batallas de Ayacucho, Junín, del Morro de Arica y, el más reciente, el 23 de julio, en conmemoración al sacrificio del capitán FAP José Abelardo Quiñones.
Realmente no se encuentra mayor sentido a este súbito brote de feriados. Como ya mencionamos en artículo anterior, la aprobación del Congreso no se va a ver incrementada sustancialmente por la multiplicación de días de descanso pagado. Francamente sólo un milagro podría lograr tal suceso, teniendo en cuenta los escándalos tras escándalos que conocemos cada semana en los que se ven lamentablemente involucrados -con excepciones, por supuesto- los padres de la patria. Por lo demás, es claro que la Comisión de Trabajo del Congreso -presidida durante los dos últimos años por sesudas representantes de la izquierda- está actuando con el populismo más ramplón. El mejor homenaje a los héroes nacionales es reducir la pobreza, y ello se logra con trabajo, no con descansos.
Hay que tener muy claros dos aspectos del problema. En principio, que lo único que se consigue con la creación de feriados, esto es, de días en los que no hay labor efectuada pero sí procede el pago de la remuneración, es incrementar los costos laborales o -lo que es lo mismo- complicar la formalidad y favorecer la informalidad. En la informalidad no hay feriados, ni jornada máxima, ni vacaciones, ni protección laboral alguna, y al que reclama se le despide de inmediato, obviamente sin CTS…es así de sencillo y de injusto.
En segundo lugar, que a más feriados, los servicios brindados por el empleador o los productos que vende, tienden a decrecer como consecuencia de la menor jornada semanal. Si no llegan a disminuir, su costo aumenta, dado que hay que pagar por el trabajo en el día feriado, doscientos por ciento más, y ese costo muy probablemente es transferido al consumidor por la vía del aumento de los precios. Eso implica una menor productividad y un incremento de precios.
Permítaseme reproducir dos párrafos que son de interés:
“Que el interés nacional en el desarrollo económico y social del país, exige imperativamente los máximos esfuerzos de la ciudadanía y de la administración nacional en la ejecución de los planes respectivos.
Que la existencia de un número excesivo de días feriados, cívicos o religiosos, atenta contra este propósito”.
Las líneas citadas, contra lo que puede pensarse, no corresponden a la visión preocupada del Ministerio de Economía, son los dos primeros considerandos del Decreto Supremo del año 1964, orientado a reducir los feriados.
Finalizando, si existiera un galardón dirigido a premiar el fomento del ocio sin sentido, lo ganaría -qué duda cabe- el actual Congreso. Lampadia