GERMÁN SERKOVIC GONZÁLEZ
ABOGADO
Para Lampadia
El título del artículo hace alusión adrede, a las izquierdas, en plural. Se reconoce la existencia en nuestro parlamento de dos izquierdas, una ideológica, basada en los postulados de Marx, Lenin, Mao, Trotsky, Gramsci, etc. La otra, caracterizada por el relativismo y la conveniencia, conformada por los denominados izquierdistas de salón, los atildados caviares. La distinción existe, pero no es central, ambas izquierdas coinciden en la esencia y generalmente votan en conjunto.
Hecha esta salvedad, revisemos dos episodios de nuestra historia:
1.- Hace unos años, un conocido partido cuya candidata había postulado varias veces al sillón de Pizarro, confió en un larguirucho político recién integrado a sus filas y en votación logró que fuera presidente del Congreso. Desde el inicio de su gestión al frente del Congreso el mencionado personaje se alió con quien ejercía la Presidencia de la República -luego de la renuncia de PPK- y traicionó a la agrupación política que le dio cobijo. Hoy, el apellido de ambos personajes es casi sinónimo de los términos desleal y felón.
2.- Luego de la vacancia del vacunado en secreto, la sucesión constitucional mandaba que el titular del Congreso asuma la Presidencia de la República. A la semana de hacerlo, y luego de las algaradas de la generación equivocada con el activismo de los medios, tuvo que renunciar. Sus propios correligionarios y buena parte del Congreso le dieron la espalda por un santo temor reverencial a lo que diga la “calle”. Por arte de birlibirloque, un representante que había sido elegido con poquísima votación, resultó llevando la banda presidencial. Así, el poético Sagasti fue presidente por corto tiempo, siendo su labor fundamental llamar a elecciones generales y que éstas se desarrollen con limpieza y transparencia. Ni eso pudo hacer.
Los dos sucesos mencionados párrafos arriba, corresponden a nuestro pasado reciente y tienen un elemento fundamental en común: la importancia de elegir con responsabilidad a una persona idónea como presidente del Congreso. El tema no es fútil, estamos muy cerca a la fecha de la elección del titular del poder legislativo -cargo de extrema trascendencia- y ya se habla de candidaturas y alianzas que son todo menos tranquilizadoras. De los errores pasados tenemos que aprender.
Es cierto que los integrantes de la mesa directiva del Congreso se definen con pocas horas de antelación, pero es cierto también que los ciudadanos preocupados debemos tener todos los sentidos puestos en esa elección. Hay demasiado en juego. Pareciera que con la vacancia de Castillo mucha gente considera que el riesgo del totalitarismo ha pasado. Grave error.
La miríada de agrupaciones resultantes de la eclosión de Peru Libre, junto con partidos de similares planteamientos y los “niños” -que no deberían denominarse así porque los niños son inimputables y estos señores tienen mucha responsabilidad- del partido de la lampa, están impulsando la candidatura del marxista leninista Waldemar Cerrón. Lo realmente incomprensible es que algunos políticos democráticos ven con inocente benevolencia tal situación. De lograr la izquierda la presidencia del Congreso, sería un escenario de pesadilla. Probablemente veríamos la violencia exacerbada en las calles, con el propósito de conseguir por la vía del tumulto y el caos, la renuncia de Boluarte, sobrepasada por los desmanes. Desde el punto de vista de la izquierda, a la renuncia de Boluarte seguiría la presidencia de Cerrón, y con ella hasta lo más inconcebible cabría en el ámbito de lo posible.
Escenario apenas mejor, es que la presidencia del legislativo sea consecuencia de un acuerdo con la izquierda y recaiga en un congresista no de esa tendencia, pero sí sin el peso específico necesario para desempeñar tan alto cargo -una versión actual de Merino- o de una sinuosa trayectoria, o simplemente pusilánime. En tal caso sería esencialmente una imagen para la platea, pero tras la cual se moverían los mismos oscuros intereses que buscan la inestabilidad. De este Congreso, lamentablemente, no se puede esperar demasiado. Con normas aprobadas con evidente populismo y acciones, a veces francamente inexplicables, como nombrar Defensor del Pueblo a una persona sin mérito alguno, los padres de la patria -algunos, no todos- se pintan de cuerpo entero.
No hay mucho tiempo, un par de semanas quizá, pero los partidos realmente democráticos -que los hay- deben unir esfuerzos para mantener el control de la mesa directiva del Congreso y elegir un presidente de carácter y con principios. Difícil, más no imposible. La paz, la prosperidad, la tranquilidad de los peruanos, el desarrollo del país los obliga a ello. Y si no lo hacen, serán enteramente responsables de las consecuencias.
A estas alturas, no necesitamos políticos -ni partidos- de concesiones, y menos con el radicalismo izquierdista; necesitamos políticos con convicciones. Lampadia