Por: Madeleine Osterling
Expreso, 15 de Marzo del 2023
«La burocracia en los países latinoamericanos parece que se ha establecido para vejar al público» (Pío Baroja). En el Perú es un lastre insoportable, gran culpable de la informalidad, que cada día nos asfixia más como país.
1.5 M de empleados públicos al 2018 ya era escandaloso, pero como todo gobierno entra con hambre y obligado a devolver favores, este número solo ha crecido.
El PGR del 2023 ha aumentado en 9 %, (más gasto corriente) y el Congreso tiene un numero sobredimensionado y ridículo de personas. Todos aquellos que pagamos impuestos, mantenemos esta torpe y obsoleta maquinaria que se ha convertido en un Estado fallido. ¡Estamos cargando un muerto!
La ARCC es la fotografía más precisa de este desastre, pues agrupa los tres cánceres que carcomen al Perú: incompetencia, corrupción y populismo. Creada como la estrella salvadora apenas ocurrido el Niño Costero del 2017, con un director ejecutivo con rango de ministro y con las más amplias facultades para contratar e invertir; su único objetivo era hacer obras de reconstrucción y PREVENCIÓN en las 13 regiones devastadas por la naturaleza.
El plazo de conclusión era el 2021, pero siempre estuvieron retrasadísimos. Lo óptimo hubiera sido darle amplia participación al sector privado y poder ejecutar a través de OxI, pero desafortunadamente la angurria de las autoridades subnacionales no lo permitieron. Desde el primer día, su afán de protagonismo fue el gran obstáculo para avanzar.
Finalmente, los engreídos del infame Vizcarra cambiaron apoyo por obras y obtuvieron ingentes recursos con nefastos resultados; contrataron a empresas de amigos y testaferros sin ninguna experiencia, que determinaron incumplimiento en los plazos, pésimos expedientes técnicos, obras sin supervisión que sabe Dios la calidad de materiales que habrán usado, entre otras perlas que eran alertadas periódicamente por la Contraloría, sin que nada cambiase. Se elevaban informes, pasaban por mil manos, todos se indignaban, recomendaban acciones correctivas, pero nadie, nadie asumía responsabilidad o rendía cuentas.
A pesar de cinco directores ejecutivos y un presupuesto de más de S/ 25,000 millones el ciclón Yaku los derrotó. Ha dejado más de 400 pueblos en orfandad y desnudado la profunda ineficiencia de un Estado que lo único que parece hacer bien es la propaganda.
Imposible olvidar «Una sola fuerza es el Perú», ese emotivo videoclip que unió a artistas, deportistas y políticos para inspirar optimismo y solidaridad ante la tragedia. Todos donamos y ayudamos desesperados, orgullosos de la profundidad de nuestro bolsillo y nuestra convocatoria, pero ¿cuánto duró? ¿15 días? ¿Quizás un mes?, para luego convertirse en una pesadilla de falsas expectativas. Nuevamente se engañó y traicionó a gente humilde, con el agravante de que, en la mayoría de los casos, los felones son su propia gente, sus vecinos con poder.
El daño de las lluvias es exponencial. No solo las pérdidas en vidas humanas sino el desamparo de miles de ciudadanos. Los problemas de salud pública causan estragos. Ya Piura estaba en emergencia por miles de casos de dengue, ese número solo se multiplicará. Los estudiantes, retrasadísimos por la covid, no empezarán clases a tiempo. La agroexportación sufrirá especialmente con aquellos productos en época de cosecha. Los daños son exponenciales, difíciles de cuantificar.
Nuestro país necesita mano dura, durísima. La corrupción es la gran culpable de este desastre y quizás no mate literalmente, pero trunca la vida de millones de ciudadanos y merece severísimas penas. Confiemos en que los cambios ofrecidos por Boluarte le impriman un sólido rumbo a la ARCC. Además, como parece decidida a quedarse hasta el 2026, la reto a que tome decisiones valientes: fusione ministerios y reorganice el Estado. Todos los gobiernos lo ofrecen, pero ninguno se arriesga a afrontar los pasivos que puede acarrear la impopularidad de los despidos. ¡Atrévase!