Jorge Trelles
Para Lampadia
Nuestro país atraviesa desde hace algunos años por una severísima crisis política y económica, cuyo apogeo fue la captura del Estado por la izquierda más corrupta, extrema y decidida al mismo tiempo. Durante el tiempo que estuvo en el poder penetró los organismos más distintos del sector público y si no fuera por el golpe de estado fallido habría hecho del país una segunda Cuba o Venezuela.
El fracaso del golpe de estado, ya hace tres meses, ha determinado que ni el poder ejecutivo ni el legislativo estén más dominados por el extremismo comunista y ladrón y que en ambos poderes se pueda establecer una mayoría moderna, que le devuelva al país la tranquilidad y el crecimiento, que ha perdido y que tanto necesita. Esto, entre otras cosas, gracias a que la inteligencia entre la mayoría del Congreso y la exvicepresidenta del país ha podido establecer una sucesión presidencial, con absoluto respeto del orden constitucional, que nos lleva a un nuevo gobierno hasta el 2026.
Ya hace varios años que el casi nulo crecimiento de la economía del país determina desocupación, hambre y falta de futuro para las grandes mayorías. Y desesperación también, que explica la simpatía de parte de nuestra población hacia las utopías del comunismo latinoamericano siglo XXI implícitas en la idea de una nueva Constitución, simpatías que solo se explican por la falta de conocimiento de cómo los experimentos soviéticos y chinos de la época de Mao se desplomaron por su inoperancia y cómo hoy la economía de mercado se ha globalizado y reina en todo el mundo. La confrontación entre EEUU, Rusia y China se da en los mercados de bienes y servicios tanto como en las fronteras de Rusia y Ucrania.
La economía de mercado, que es la forma en que se producen los bienes y servicios, ha traído también un extraordinario desarrollo de la ciencia, por lo que ahora no es posible desarrollarla ni entenderla sin una sólida base científica.
La receta para el desarrollo es en consecuencia clara y solo queda aplicarla: economía de mercado abierta y globalizada en sociedades y Estados con cuadros técnicos de primera. En el país, además, ya la aplicamos desde el gobierno de Alberto Fujimori, hasta hace algunos años, y dio como resultado la transformación y crecimiento del país más importante de nuestra historia.
Sin embargo y para mi sorpresa, en vez de que los lideres de los principales grupos parlamentarios llegasen a un acuerdo para tranquilizar al país y devolverle inversión y crecimiento (léase también empleo, educación, seguridad y techo para los más pobres) y, luego, lo hicieran también con la Presidenta del país, lo que apareció fue el deseo irreprimible de ir a nuevas elecciones, como la cura de todos nuestros males. Esto, con el aplauso de todos los opinólogos y politólogos que nos ilustran en los medios de comunicación del país. Desde mi limitada ciencia y experiencia esto no se entiende ya que las elecciones generales son la disputa constitucional por el poder y por lo tanto lo contrario al acuerdo nacional que, repetimos, es lo único que puede devolvernos estabilidad y crecimiento. No se entiende tampoco ya que este adelanto de elecciones (inconstitucional) es la única esperanza que tiene la banda de rateros extremistas que acaban de ser desalojados del poder.
Reúnanse los líderes de los principales grupos parlamentarios y hagan un plan que le devuelva prontamente al país un crecimiento no menor al 6% al año. A continuación, lleguen con la Presidenta al acuerdo de llevarlo adelante a través de un gabinete multipartidario y podrán decir tarea cumplida.
Para terminar una anécdota. Yo fui ministro de Fujimori en 1994, después de aprobada la constitución que hoy nos rige. Luego del juramento del gabinete, el Presidente se me acercó y me dijo: “Yo sé de su antigua militancia en Acción Popular, continúe con sus ideales. Acá, por ejemplo, el ingeniero Absalón Vásquez es aprista y yo he votado por el Partido Popular Cristiano. Lo que se necesitan son técnicos, vengan de donde vengan”.
Lampadia