“No hay mayor destrucción institucional que echarse abajo una constitución”
La República, 22 de febrero de 2023
Por Miguel Palomino
“Quienes destruyen las instituciones son enemigos del país y no hay mayor destrucción institucional que echarse abajo una Constitución…”.
Hay muchas cosas que se pueden hacer hoy para no sufrir las consecuencias de no haberlas hecho mañana. Muchas de ellas no son sencillas ni baratas y exigen que nos pongamos a pensar seriamente en qué pasaría de no hacerlas, lo cual es pesado.
Todos sabemos que debemos ahorrar, pero es muy fácil dejarlo para otro momento. Todos sabemos que las recomendaciones de Defensa Civil sobre estar preparados para terremotos tienen sentido, pero pocos lo ponen en práctica. Todos sabemos que antes de votar por un candidato hay que averiguar no solo quién es, sino quién lo rodea, pero muchos llegan a la cola de votación sin saberlo.
Todas estas decisiones son difíciles de tomar debido al costo, la desidia y a la dificultad para obtener la información objetiva, por ejemplo. Pero son decisiones en cierto sentido sencillas ya que deben ser tomadas individualmente.
Pero resulta mucho más difícil de resolver un problema cuya solución exige una decisión colectiva. Un ejemplo de ello es el calentamiento global, que nos afecta a todos, pero cuya solución requiere asignar ciertos costos entre toda la humanidad sin tener alguna forma de premiar o castigar a los que cumplen y a los que no cumplen con lo acordado. Hay mucha incertidumbre además en los cálculos y en las consecuencias exactas, pero todos concuerdan en que, si no se hace nada, los costos serán incalculables. Este tipo de problema colectivo resulta especialmente difícil de resolver porque no existe una institucionalidad lo suficientemente desarrollada para tratar un problema global.
Es decir, el calentamiento global, que es quizás el mayor problema de la humanidad, es enfrentado pobremente porque no hay quien pueda hacer cumplir los acuerdos.
Algo parecido sucede en el Perú; no existe la institucionalidad adecuada para enfrentar nuestros más graves problemas.
Podemos empezar en pequeña escala e ir subiendo. Tenemos municipalidades que prefieren no enfrentar la presión por construir en áreas claramente peligrosas, hasta los ciudadanos que optan por hacerlo y acaban siendo víctimas de los huaicos todos los años. Caso parecido son las construcciones inadecuadas que se caerán al primer terremoto, producto de la informalidad, la corrupción y la desidia.
Pasamos de ahí a congresistas que fueron elegidos hace menos de dos años, pero cuyos electores ahora dicen que “no los representan”. Seguimos subiendo hasta líderes políticos que plantean cambiar la Constitución sin siquiera conocerla y desconociendo los mecanismos internos de reforma de la misma y, lo que resulta peor, ciudadanos que les creen.
Quienes destruyen las instituciones son enemigos del país y no hay mayor destrucción institucional que echarse abajo una Constitución. Si alguien quiere reformarla, refórmenla. Existen los caminos para hacerlo. Es necesario fortalecer nuestras instituciones si queremos encontrar salidas no violentas a nuestros problemas. Así, como lo hacemos cada uno en nuestras asociaciones, nuestros clubes departamentales, nuestras iglesias o cualquier institución de la que participemos, lo importante es aprender a ponernos de acuerdo.
Requerimos la madurez como nación para tomar la decisión de comenzar a pagar hoy esos costos que rendirán un enorme fruto a la larga. Quien crea que se puede tener todo sin ponerse de acuerdo es un iluso o, peor, un mentiroso que busca la violencia. Tenemos que aprender que los acuerdos traen los mejores resultados porque el mundo no es un juego de suma cero. Lo que pierdo o gano yo no se convierte automáticamente en lo que ganó o perdió la contraparte.
Lo único que asegura el éxito es aprender a transar respetando las instituciones. Solo de esa manera podemos garantizar un futuro próspero sin violencia. Es tiempo de tomar las decisiones difíciles, las que, justamente por ser difíciles, no se han tomado.