Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
El ataque concertado contra varios aeropuertos con la finalidad de destruir sus instalaciones y paralizarlos, contra 13 comisarías y 14 sedes judiciales, varias de las cuales fueron incendiadas son, sin duda, actos terroristas.
Así como el bárbaro asesinato de un policía en Puno, las lesiones que han sufrido otros varios centenares atacados con granadas de guerra, explosivos y objetos contundentes, en un contexto de violencia extendida en varios puntos del país con una consigna central: convocar a una asamblea constituyente con la finalidad de instaurar una dictadura chavista, del socialismo del siglo XXI, en el Perú.
Es absurdo denominar todo lo anterior, así como los bloqueos de carreteras, asaltos y destrucción de operaciones mineras, centros comerciales o fundos de agroexportación, como “protestas sociales”.
No hay una sola demanda “social” o económica que se plantee y que pueda ser negociada.
Que no todos los participantes en esos hechos de violencia son parte de organizaciones terroristas o delincuenciales, es obvio. Pero diferenciarlos cuando una turba ataca a la policía o destruye una instalación, es prácticamente imposible.
Lo que sí es evidente es que el objetivo político -instaurar una dictadura chavista-, y los blancos que atacan, así como el siniestro propósito de provocar muertos y heridos para retroalimentar la violencia, son establecidos por los que dirigen las asonadas, los herederos de Sendero Luminoso y el MRTA, junto con los emisarios y agentes cubanos, bolivianos y venezolanos.
Cuando en 1983 Sendero Luminoso arrasó la comunidad de Lucanamarca, asesinando, violando y robando, lo hizo movilizando a una masa de comuneros vecinos. Los senderistas eran un grupo pequeño que fijaba el objetivo y movilizaba al resto.
Algo similar ocurre ahora. Los métodos y las formas de lucha han variado. Los terroristas fueron derrotados por las FFAA y la PNP cuando intentaron enfrentarse a ellos construyendo un “ejército popular”. Ahora utilizan las elecciones y las algaradas violentas para hacerse del poder.
En los años 80 fue importante usar el término terrorista para calificar a los terroristas. No se logró de inmediato ni con facilidad. Todos los grupos izquierdistas y los caviares de entonces -y muchos políticos e intelectuales de derecha- los denominaban luchadores sociales, algo equivocados, pero con motivos justos. Y denostaban a las FFAA y PNP por supuestamente violar los derechos humanos de esos compatriotas “algo desacertados” que ponían bombas y masacraban a civiles, militares y policías.
La historia se repite hoy. Parece que no se ha aprendido nada de la terrible experiencia que vivió el Perú. No solo los herederos de senderistas y emerretistas que estuvieron en el gobierno del delincuente recluido en Barbadillo y los que siguen en el Congreso, sino todos los caviares -con enorme influencia en los medios de comunicación y el sistema judicial-, se niegan a llamar terrorismo al terrorismo, y fingen ponerse al medio, criticando a los violentos que atacan y destruyen, como a las fuerzas del orden que, maniatadas por el gobierno, los repelen.
Como en los 80, ponen en el mismo plano a los delincuentes terroristas y las fuerzas del orden.
Eso, por supuesto, ayuda al terrorismo. Confunde a los ciudadanos, quita respaldo a las fuerzas del orden, y no hace ninguna mella en los violentos.
Por último, también insisten en que la violencia desatada por el terrorismo no puede ser derrotada por la fuerza legítima de la PNP y las FFAA sino por acciones sociales que resuelvan los problemas de pobreza y desigualdad. Una completa necedad.
Sendero y el MRTA fueron derrotados por las FFAA y la PNP. Afrontar los problemas de pobreza y desigualdad es indispensable, pero precisamente para lograrlo hay que impedir que sigan destruyendo el Perú.
Se trata también de una batalla política e ideológica, por supuesto. Y parte importante de eso es calificar al terrorismo de terrorismo y poner en claro que su objetivo es instaurar una brutal dictadura chavista que hundiría al Perú en la miseria, la pobreza y el atraso. Y respaldar firmemente a las fuerzas del orden. Lampadia