“Tengo esperanza de que la situación difícil que vive el Perú sirva para reaccionar”
Entrevista a Omar Sánchez
Perú21, 24 de Diciembre del 2022
Por: Mijail Palacios Yábar
Su proyecto de vida no incluía lo religioso. Un viaje a Nueva York fue una de sus búsquedas, pero esa travesía lo trajo de vuelta a Lima, donde desde hace 22 años es sacerdote. Es Navidad y reflexiona sobre este tiempo.
Entró al cuarto de su padre. “Quiero hablar contigo”, le dijo. Quizás detrás de la mirada de su padre estaba la esperanza de que algo bueno tenía que pasar. Se sentaron y Omar le contó que había decidido formarse en la vida religiosa. Quería intentarlo. Su padre derramó unas lágrimas y dijo: “Si eres feliz, nos harás felices”. Llegó su madre y preguntó por las razones de ese encuentro. Y saltó de alegría.
Omar Sánchez lleva 22 años como sacerdote. Es director de la Asociación de las Bienaventuranzas en Tablada de Lurín y responsable de Cáritas Lurín. “Mi familia conoció a Dios cuando yo tenía 17, 18 años, y yo lo he conocido cuando tenía 24 años”, me dice el padre, que, antes de serlo, intentó con el inglés, el francés, el italiano, la fotografía, estudios de Derecho hasta décimo ciclo y un viaje a Nueva York en 1986 como punto de partida para casarse, tener 12 hijos, ser diplomático y viajar por el mundo. “Siempre he sido el más rebelde de los tres hermanos”, dice el menor de ellos.
“En unos meses voy a Iraq. ¿Quieres venir conmigo?”, le propuso un sacerdote que llevaba juguetes a zonas de guerra. Tenían casi un año en Ica por el terremoto de 2007. “Tengo que salir de Madrid en tal fecha, tienes tantos días para venir”, fueron las siguientes coordenadas. Viajó y estuvo un mes en Bagdad y otro en Basora, en tiempos de Saddam Hussein. No estaba permitida la presencia de religiosos. Iba con pantalón jean y polo, confundido con la Fuerza Aérea española. Quería quedarse, pero no se lo permitieron, porque había estado en Tierra Santa y residido en Nueva York. “Lo único bueno que tienes para quedarte es que te llamas Omar”, recuerda y sonríe.
-¿Cómo recibir la Navidad en medio de esta tensa calma que vive el Perú?
Hemos desviado la mirada de la razón de la Navidad; entonces, se pierden la esperanza y el sentido. Es un proyecto de celebración humana, que es buena y válida, pero si eso lo desvinculamos de la razón verdadera de la celebración de la Navidad, cuando todo esto se ve afectado por una crisis, obviamente la sensación es de desasosiego; pero si volvemos a vincular la Navidad con la razón de esta fiesta, que es el nacimiento de Jesús, todo lo demás puede ser diferente; es decir, puede no haber la plata para una buena comida o para los regalos, pero eso regresa al fundamento de la Navidad y la esperanza vuelve a mi corazón. Anda a las tiendas y todas tienen que ver con regalos, celebración, comida; ninguna tiene a Jesús como centro de su decoración; el centro es Papá Noel, los renos, las luces, los árboles, etc.
-Creo que será difícil cambiar esa realidad.
Tengo fe y confianza en que será diferente, el péndulo de la historia nos lo demuestra. ¿Cómo comienza la Navidad? Constantino hace oficial la Iglesia católica en Roma; el papa Julio I dice “vamos a celebrar la Navidad” y busca una fecha; no es que Jesús haya nacido el 24 de diciembre, no, no, es una fecha referencial. Era una fiesta pagana romana y el papa Julio I dice “usemos esta fiesta romana para convertirla en el centro de la celebración para que los paganos que se han convertido al cristianismo vayan haciendo un proceso de conversión”, porque es difícil pasar del paganismo al cristianismo; todavía muchos cristianos bautizados seguían celebrando fiestas paganas, en este caso la de los Saturnales, que se celebraba en esa época. Por eso tengo esperanza de que esta situación tan difícil que vive el Perú sirva para reaccionar.
-Usted dice que su familia conoció a Dios cuando tenía 17, 18 años. ¿Qué pasó?
Mi madre hizo un retiro y le cambió la vida. Se fue un jueves y regresó un domingo radicalmente cambiada, ‘trastornada’ por la fe.
-¿Por qué fue a ese retiro?
Una amiga del trabajo la invitó. Pero también creo que en su corazón había un sentimiento de vacío profundo: lo teníamos todo, pero faltaba siempre algo. El lunes fue al trabajo, al Banco Continental, y renunció. Y cuando con mi padre cumplieron 25 años de casados, ella le dio de regalo ir al retiro y mi padre vino más ‘loco’ que mi madre; tan ‘loco’ que sus amigos le dicen “talibán de la fe”.
-¿Qué hizo él?
Cambió nuestro estilo de vida. “Ahora vamos a rezar en la mesa”, dijo. Él trabajaba en AeroPerú, era gerente de un área. Un tiempo después, uno o dos años, hubo problemas, perdió el trabajo, luego vino la enfermedad de mi hermana, que tuvo esclerosis múltiple por 15 años y murió, y ahora mi madre con Alzheimer. Y mi padre dice: “Cómo es Dios de sabio que me regaló conocerlo antes de que me viniera todo esto…”. Sí tengo la esperanza de que la Navidad puede ser diferente.
-¿Usted qué hizo cuando su padre volvió convertido?
El choque con mi familia fue más fuerte, fue una de las razones por las que me fui para evitar más confrontaciones. Me parecía que querían meter la religión a la fuerza.
-Irse a Nueva York se convirtió en su retiro.
Desde los 13 años comencé a sentir una pregunta en mi corazón: ‘¿y después qué?’. Me fui a Nueva York con esa pregunta. Conocí a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en el Bronx y acentuó la pregunta. Conocí a un chico de 19 años con sida, lo botaron de su casa a los 13 años por ser homosexual, las madres lo recogieron y él se estaba muriendo. Me dijo: “Le doy gracias a Dios por mi enfermedad, porque, si no, no lo hubiera conocido”. Murió unas semanas después. Ahí comienza una búsqueda más profunda.
-Pero usted tenía una novia, ¿no?
Sí, en Nueva York. Regresé solo a Lima pero con el proyecto de casarme. Dos meses después, le dije que no podía seguir con ella. Y el vacío se hizo más grande. Una madrugada regresaba de una discoteca y recordé que en una esquina había una tienda que estaba abierta las 24 horas. Fui y pedí una cerveza, pero al lado vi la puerta de la parroquia donde alguna vez estuve; estaba abierta y repleta. Era una vigilia de Pentecostés. Entré y sentí una mirada. Volteé y estaba el padre León. No me conocía. Me llamó, fui y me dijo que quería conversar. Conversamos dos horas sobre la vida. Y con él comencé un camino de acompañamiento. Me presentó a otro sacerdote y él sí lanzó una estaca al corazón y me dijo: “Tú puedes estar siendo llamado a ser sacerdote”. “Estás loco, yo soy normal”, le dije. Me fui y el hueco se hizo más grande. Volví y le dije: “Por favor, ayúdame”. Me invitó a una experiencia vocacional y fue la primera vez que la pregunta ‘¿y después qué?’ se silenció.
-¿Su madre, en medio del Alzheimer, tiene recuerdos sobre usted?
Mi hermana murió hace siete años y mi madre estuvo lúcida hasta la muerte de ella. Unos meses después, le detectan el Alzheimer. Ya no reconoce a nadie. Para mi padre es muy duro, pero lo sostiene la fe. Había chispazos muy hermosos: ella venía a misa con mi papá, ya había perdido consciencia, pero, cuando me veía celebrar la misa, le decía a mi papá: “Mira, ahí está Omarcito”.
AUTOFICHA:
– “Soy Omar Alonso Sánchez Portillo. Tengo 55 años. Nací en Lima. Acabé el colegio y estudié Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Lima. He sido director de la Ciudad de los Niños en San Juan de Miraflores por 10 años”.
– “En la Asociación de las Bienaventuranzas tenemos 320 residentes (niñas, adolescentes, adultos mayores), un grupo con enfermedades terminales o habilidades diferentes. Hemos inaugurado el Centro de Cuidados Paliativos Misky María”.
– “Trabajamos con más de 300 ollas comunes y con el Banco de Alimentos. Hay proyectos de desarrollo empresarial: una panadería, talleres de confecciones, electricidad y gasfitería. Queremos ayudar a formar pequeñas empresas, es una forma de cerrar brechas”.