Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
Ahora ni los más ilusos, los que creían que la situación de crisis permanente podía prolongarse hasta el 2026, o los que pensaban que Pedro Castillo y sus secuaces no se iban a atrever a disolver el Congreso y establecer una asamblea constituyente controlada por ellos, ya se han dado cuenta de los siniestros propósitos de la gavilla que asaltó el gobierno.
Los congresistas, muy alarmados, están reaccionando como pueden, interponiendo recursos ante el Tribunal Constitucional y tratando de explicar la ilegalidad de las acciones del Ejecutivo. También han presentado una nueva moción de vacancia. Eso está muy bien. Pero, finalmente, a la corrupta camarilla comunista le importa un comino la legalidad, la constitucionalidad y cualquier tipo de “pelotudeces democráticas”. A ellos solo les interesa la fuerza para salirse con la suya. Y, al parecer, ya han avanzado bastante, aunque no lo suficiente todavía.
Les falta poco, en realidad. Algunos cambios más en el Ejército y las Fuerzas Armadas y ya tendrán lo que necesitan para garantizar su pasividad cuando provoquen una asonada y disuelvan el Parlamento. El control total vendrá después.
Los que podrían evitar la destrucción del país, duermen. O se acomodan. A muchos no les gusta lo que ven, la descarada violación de la ley y la Constitución por una cuadrilla de delincuentes comunistas, pero no se atreven a hacer nada, entre otras cosas, por el temor a las represalias posteriores. En verdad, si bien es cierto que existe un riesgo -siempre lo hay-, no necesariamente los resultados son los que, con mala intención, auguran algunos.
Digresiones históricas
En las últimas décadas ha habido varias interrupciones bruscas en el Perú.
- En 1962, una Junta Militar encabezada por el general Ricardo Pérez Godoy derrocó a Manuel Prado aduciendo fraude en las elecciones de ese año (fue el primer gobierno institucional militar en América Latina). Reorganizaron el sistema electoral y realizaron elecciones limpias en 1963. El general Nicolás Lindley López reemplazó a Pérez Godoy cuando este quiso quedarse en el gobierno.
La transición fue ordenada y a nadie se le ocurrió intentar sancionar a los miembros de la Junta ni a quienes los acompañaron en el gobierno. (Lindley fue luego embajador en España en los gobiernos de Belaunde y Velasco).
- En 1968 el general Juan Velasco derrocó a Fernando Belaunde. La dictadura militar se prolongó durante doce años, pero hubo una transición ordenada y pactada, con Francisco Morales Bermúdez en 1980. Ningún militar ni funcionario que participó fue perseguido ni procesado. Algunos ministros, como el general Luis Cisneros Vizquerra y Javier Silva Ruete, también ocuparon carteras ministeriales en los siguientes gobiernos y a nadie se lo ocurrió objetarlos.
En esa dictadura se hicieron cosas más que discutibles. Además de expropiaciones, deportaciones y persecución de políticos y periodistas, se denunciaron casos de corrupción (nunca a Velasco ni Morales Bermúdez) y hubo cientos de muertos en las protestas sociales (5 de febrero de 1975, paros nacionales de 1977, 1978, etc.).
- No obstante, la experiencia que se tiene siempre presente es la del golpe del 5 de abril de 1992, protagonizado por Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. A diferencia de la Junta Militar anterior, que terminó en medio de una situación económica y social desastrosa, ese gobierno tuvo importantes logros en la economía -detuvo la hiperinflación, privatizó muchas empresas estatales, propició el crecimiento de la economía-, y en la derrota del terrorismo.
Incluso sorteó las consecuencias del golpe, negociando con los EEUU (a través de la OEA) en Bahamas en mayo de 1992) para realizar elecciones en noviembre de ese año y concluir su periodo en 1995.
Sin embargo, terminó muy mal. Veintidós años después, los miembros del triunvirato que gobernó -Fujimori, Montesinos y Nicolás Hermoza Ríos- están presos. Varios otros también.
¿Por qué esa diferencia? Samuel Huntington lo explica así: “En las transformaciones y traspasos, los líderes de los regímenes autoritarios dejaron la política y volvieron tranquilamente a los cuarteles o la vida privada, con algún respeto y dignidad. En contraste, los líderes autoritarios que perdieron el poder a través de los remplazos sufrieron un destino menos grato.” Terminaron exilados o presos. (“La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX”).
Huntington usa “reemplazo” como sinónimo de colapso o ruptura, y “transformaciones” como transacción o negociación.
En el caso de Fujimori fue un colapso. Además de la crisis mundial y el fenómeno del Niño de 1998, y las protestas del 2000, el motivo fundamental fue la venta que hizo Montesinos de 10,000 fusiles AKM a las FARC en 1999, precisamente cuando el gobierno norteamericano empezaba el “Plan Colombia”, invirtiendo miles de millones de dólares para combatir el narcotráfico y el terrorismo. Los fusiles los compraron a Jordania usando documentos falsos del Ejército Peruano. Cuando norteamericanos y colombianos lo descubrieron, Montesinos inventó una historia absurda, responsabilizando a un capitán y unos sub oficiales del Ejército de ese descomunal negocio (las FARC pagaron con 10,000 kilos de cocaína).
El 21 de agosto de 2000 Fujimori apareció al lado de Montesinos en conferencia de prensa -junto con todos los mandos militares- tratando de justificar el negociado. Selló su suerte. El 14 de setiembre apareció el primer “vladivideo” y el 16 renunció a la presidencia y disolvió el SIN. En noviembre fugó.
A Montesinos, Hermoza y otros militares se les encontraron cuentas millonarias producto de la corrupción.
No se puede saber que hubiera pasado si Fujimori abandonaba el poder en el 2000, después de dos periodos, en una transición pactada -o traspaso, en terminología de Huntington-, pero probablemente su destino hubiera sido distinto y muchos le hubieran agradecido las cosas positivas que realizó.
En síntesis, el asunto no es como empiezan sino como terminan los gobiernos que surgen de alguna emergencia. Lampadia