Eduardo Ponce Vivanco
Embajador ®, ex Vice Canciller de la República
Para Lampadia
El dúo Castillo-Almagro desafina
La mentira nunca prevalece sobre la verdad de los hechos, y los falsarios siempre terminan como reos de su mala fe. Ese el destino de la confabulación tramada por Castillo con Almagro, el Secretario General de la OEA.
El señor Almagro es responsable del lamentable desprestigio del organismo panamericano al que debería servir con lealtad, eficiencia y probidad. Un mandato moral equivalente que incumple de la mano con nuestro presidente chotano. Ambos han fabricado la misión que la OEA nos enviará, imbuida de la inspiración inquisitiva y presuntamente proclive a la visión interesada del más alto funcionario de su Secretaría.
La sorpresa es que esa “amenazante” misión ha provocado un milagro inesperado. Así se puede deducir de las felices y reiteradas declaraciones de nuestro progresista Cardenal jesuita, Monseñor Barreto. Intuyo que será respaldado por un deseable pronunciamiento de la Conferencia Episcopal. Y también albergo la esperanza de que instituciones como la Asociación de Oficiales, Generales y Almirantes del Perú (ADOGEN) emitirá un pronunciamiento confluyente, fortaleciendo lo que es la opinión de instituciones de la sociedad civil y ciudadanos, entre los que decididamente me encuentro.
Esta oportuna convergencia demostrará un reflejo cívicamente muy valioso: que a pesar de las evidentes diferencias entre unos y otros, los peruanos de bien cerramos filas cuando la dignidad de la Nación lo reclama.
La verdad parece ser que estamos aprendiendo una lección en la que somos, al mismo tiempo, maestros y alumnos de nosotros mismos; de nuestros defectos endémicos y nuestras efímeras virtudes.
Estamos sufriendo las penurias de un Poder Ejecutivo lamentablemente maltratado, y de un Legislativo en el que buena parte de sus parlamentarios ofrecen sus votos por minúsculas prebendas. Un comercio malsano y enquistado como un tumor maligno.
Somos conscientes de los “defectos” (enormes) de nuestro Poder Judicial y de la parcialidad inadmisible de un Jurado Nacional de Elecciones (lamentablemente) presidido por un magistrado que designa la Corte Suprema, y una ONPE de la que todos sospechamos.
Pero algunos dudan todavía si deben reconocer el vigor y entereza de un nuevo y vigoroso Ministerio Público, que está jugando un rol decisivo en el renacimiento nacional que todos esperamos (aunque sea con un inevitable escepticismo).
La denuncia constitucional que ha tenido la valentía y entereza de hacer la Fiscal de la Nación puede – o debe – dar lugar a una suspensión en el ejercicio de la Presidencia de la Nación por el tiempo que sea necesario. Y la necesidad de que la vicepresidenta asuma el rol que le asigna la Constitución no impide que continúe el proceso que se le sigue en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. La Carta Magna establece claramente la sucesión en el poder en tal contingencia. Lo importante es tener la lucidez y entereza de aprovecharla para iniciar un proceso de reforma, con las normas indispensables para comenzar a corregir la evidente disfuncionalidad de nuestro sistema político.
Lo que parece claro es que, inesperada o milagrosamente, nos encontramos en una situación propicia para afrontar con valor y lucidez las trampas y obstáculos con que nuestra exuberancia normativa aplasta nuestras posibilidades de apostar por un futuro promisor para un país con las inmensas y desperdiciadas posibilidades del Perú. Lampadia