Nelson Torres, Investigador Principal del Instituto del Perú
21 de junio de 2017
Para Lampadia
Acabo de caminar un par de kilómetros, entre mi casa y el aeropuerto del Cuzco. Justo hoy, en la semana de aniversario de Cuzco, a algunos delincuentes afiliados al Sutep se les ocurrió intentar tomar el aeropuerto de la ciudad. Felizmente viajo sólo con una pequeña mochila sobre los hombros y estoy adaptado a la altura. Pude llegar, agitado, pero razonablemente bien.
En el camino pase a muchos turistas y me cruce con otros, algunos arrastrando pesadas maletas. En ambas puertas del aeropuerto había dos piquetes del Sutep lanzando arengas y pidiendo que “los periodistas se presenten”.
El motivo de la protesta, el de siempre, los mediocres de la antigua carrera magisterial que quieren aumentos sin capacitarse ni ser evaluados; quieren mejores condiciones sin ofrecer nada a cambio.
Mi abuela fue maestra, mi padre lo fue. Recuerdo largas noches de mi padre preparando sus clases, capacitándose o corrigiendo exámenes. Enseñó desde educación cívica, hasta religión, pasando por geografía, historia, hasta lengua y literatura. Sólo le faltó enseñar matemáticas. Si hoy viviera, estoy seguro que se habría incorporado a la nueva ley docente, sin esperar mejoras económicas sin poner nada a cambio.
Sin ir muy lejos, mi cuñada es docente. Tiene una maestría en educación y además de ser subdirectora de un colegio público, es catedrática universitaria. Es parte de la nueva carrera magisterial y está satisfecha con sus ingresos y con su vida profesional.
Los mediocres que vi hoy en las calles no merecen ser llamados docentes, defendiendo prebendas y privilegios sin intentar siquiera una mejora en sus capacidades como profesores; lamentablemente hay políticos (ya sabemos de que tendencia ideológica) que los apoyan, por el sacrosanto derecho a la estabilidad laboral absoluta, sin considerar que el docente se debe a los alumnos, no el sistema educativo al docente.
Felizmente hay ya decenas de miles de docentes capacitados y perfeccionándose permanentemente, espero que pronto los docentes aún enquistados en el Sutep terminen extinguiéndose.
Por cierto, no puedo culminar estas líneas sin mostrar mi sorpresa por el pésimo desempeño policial, una mínima labor de inteligencia hubiese puesto al descubierto el intento de bloqueo (o toma del aeropuerto) de parte del Sutep; tener dos piquetes del Sutep en cada puerta y no poder tomar un taxi para salir (o llegar) debe ser una terrible experiencia para cientos de turistas que llegan a compartir las fiestas del Cuzco.