Leslie Pierce, Presidente del directorio de Vida Perú
El Comercio, 9 de octubre de 2016
El crecimiento económico del Perú es lo que se requiere para generar bienestar nacional, reducir la pobreza y consolidar las instituciones. Cada vez que termina un período presidencial los voceros nos recuerdan cuánto se redujo el índice de pobreza y se autocolocan medallas de mérito. Lo cierto es que hemos reducido la pobreza de más de 40% a cerca de 20% con los últimos cuatro presidentes. Hoy el objetivo nacional es llegar al 15% de pobreza.
Con ello hemos empezado a consolidar una clase media con la que el Perú ni soñaba y las instituciones nacionales han empezado a fortalecerse.
¿Es el gobierno, a través de alguno de los programas sociales, el que lo logra? ¿Es con Qali Warma, Pensión 65, Beca 18, Juntos o incluso programas como Haku Wiñay (Sierra Productiva) que se reduce la pobreza? Todas son excelentes iniciativas sociales, pero ninguna con capacidad de crear riqueza. Esas iniciativas reparten lo ya generado. ¿Cómo es que creamos riqueza en la economía? Solo a través de la inversión y sustancialmente, en un país como el nuestro, a través de la inversión privada. Hoy no hay otra forma, es así de simple.
El Estado tiene limitaciones para invertir y felizmente nuestra Constitución limita su espacio al defi nir el rol subsidiario del Estado, que en sencillo signifi ca que el Estado no puede participar allí donde la iniciativa privada está presete. Eso es lo correcto para quienes apoyamos la economía de mercado, la libertad económica, la sana competencia y el buen uso de los recursos nacionales. Tenemos la experiencia del pasado y ejemplos de economías en los que los recursos manejados por el Estado solo han generado resultados catastrófi cos. Conocemos las consecuencias y el atraso que terminan causándoles a las sociedades.
—Designar tareas—
El Estado juega un rol importante a través de la inversión pública en obras de infraestructura nacional. Allí están las carreteras, los grandes proyectos de irrigación, los puentes, los grandes hospitales y colegios nacionales. Esa inverpresensión pública genera valor, crea puestos de trabajo y ayuda en la competitividad que requiere el país. Sin embargo, no es suficiente y toma tiempo, tenemos primero que ahorrar para luego invertir. No podemos invertir lo que no hemos generado a menos que nos endeudemos, algo que tiene sus límites y sus riesgos. Para invertir el Estado debe aprender a ahorrar y para
ello a reducir el gasto corriente.
La inversión privada es la única alternativa para la creación de valor en la magnitud y velocidad necesaria. Esa inversión proviene del ahorro de las empresas, de sus utilidades. La magia está cuando se logra que la inversión sea de tal magnitud que genere nuevos puestos de trabajo a un ritmo mayor a la tasa de crecimiento de la población. Es la única forma de bajar los niveles de pobreza en el país. Esto impulsará el consumo y la demanda de nuevos productos y servicios que generarán a su vez mayor utilidad en las empresas, provocando nuevos ahorros y futuras inversiones.
Suena sencillo, pero ¿qué se necesita?
Realmente las empresas solo necesitan de ciertas condiciones que no tienen que ver con incentivos fiscales ni mano de obra barata ni de legislación ambiental débil o inexistente. La empresa privada invierte en donde hay estabilidad, donde las reglas son claras y transparentes, donde hay competitividad e infraestructura pública, y donde hay institucionalidad. Es decir, donde hay confianza, seguridad y velocidad para hacer negocio.
Este gobierno cree en eso, nuestro Congreso mayoritariamente cree en eso; por eso el destrabar, formalizar y transmitir confianza nos da la oportunidad histórica para consolidarnos como país.