Leslie Pierce, Director de empresas
El Comercio, 24 de setiembre de 2018
Para las empresas, el entorno juega un rol importante al definir la estrategia, es así porque cualquier entorno está siempre lleno de amenazas y oportunidades por venir. En un entorno siempre distinto el prever ello se convierte en una responsabilidad para cualquier persona que lidere una empresa y quiera plasmar una visión de largo plazo. Las empresas tienen que reinventarse permanentemente. Hoy el mundo es más complejo porque el entorno está cambiando a una velocidad nunca experimentada. Lo que se viene, a pesar de que existe mucha información disponible, es difícil de entender hoy. Hablar de inteligencia artificial, de robótica, de automatización, de digitalización, de analítica y, en suma, de todos los cambios tecnológicos que ya son una realidad en el mundo corporativo, genera una preocupación y un miedo, cuyas implicancias no llegamos aún a entender.
La automatización y el uso de la robótica ya son una realidad en muchas empresas en el Perú y el uso de plataformas de tecnología innovativa está obligando a las empresas a redefinir sus procesos. Si bien muchos ven que la realidad de la inteligencia artificial es todavía lejana, queda claro que las habilidades y competencias de los trabajadores y empleados tendrá que cambiar. Esto, por ejemplo, será uno de los grandes desafíos a enfrentar. Las habilidades físicas y manuales representan hoy la mayor cantidad de las horas trabajadas, pero no lo será en la siguiente década. Se requerirá necesariamente de mayores habilidades cognitivas, que hoy no se encuentran en el currículo de la mayoría de las personas. Las habilidades técnicas, tales como competencias digitales y de tecnología avanzada –como la programación– serán más demandadas para el 2030, pero se requerirá asimismo de habilidades y competencias emocionales y sociales. Están la iniciativa, el liderazgo, la gerencia de personas y otras competencias de conducta cognitivas, incluidas la creatividad, la capacidad de procesar e interpretar información compleja y la toma de decisiones, como las más importantes. La demanda se volcará hacia esas competencias y la sociedad deberá estar preparada para proveerlas.
Dada la importancia de contar con mayor talento cognitivo, social y emocional, tenemos que repensar cómo enseñamos esas habilidades, tanto en la sociedad como al interior de las empresas. ¿Qué tan factible es enseñar a ser más creativos, a innovar, a tener una conducta de permanente adaptación a las nuevas reglas de juego?
Tanto los sistemas de educación pública como los sistemas privados deberán de adaptar sus planes para ir preparando a las nuevas generaciones de la fuerza laboral y ser capaces de generar el valor futuro del país.
Las empresas tienen que analizar en forma detenida cuáles son las competencias de sus trabajadores hoy y cuáles son las habilidades y competencias que su fuerza laboral deberá de tener en el futuro cercano. Esto marcará la brecha sobre la cual debe trabajarse. El rol del área de recursos humanos juega un papel más estratégico al interior de la organización y el involucramiento del líder deberá de ser total.
El Estado tiene a su vez un rol importante. En este proceso es crucial el eliminar las rigideces del entorno laboral que limitan a las empresas, tanto por sus prácticas internas como por la legislación existente. Hoy en el Perú existe la estabilidad laboral y una serie de normas que dificultan lo que se requiere en este proceso de adecuación a las nuevas reglas que definirán la competitividad de las empresas en el futuro. Hace unos pocos días se ha legislado sobre el uso de las vacaciones, como si fuera un gran logro, en un esfuerzo por buscar una mayor flexibilidad del uso de estas, más pensando en el empleado público. Ello está bien, pero la reforma laboral tiene que verse en forma integral, en el contexto de lo que tendrá que enfrentar el país en el mundo a futuro y es evidentemente más complejo que resolver un tema del uso del descanso vacacional. El Estado tiene la responsabilidad de organizar a la sociedad para el siglo 21, los cambios que se avecinan son demasiado violentos, están ocurriendo ya y debemos de estar preparados como país para enfrentarlos. Si el Estado no es consciente de su rol, la brecha entre este y el sector privado será aun más grande que la actual y no se podrá impulsar el crecimiento que requiere el país para salir de la pobreza. Un Estado aletargado que no ve a futuro puede ser muy complejo. El líder del Estado cambia cada cinco años y se requiere de continuidad para enfrentar lo que vendrá desde el sector privado y desde las universidades.
Ese tiempo es cada vez más corto.