Por: Katherine Sánchez, Analista de Macroconsult
Gestión, 26 de agosto de 2020
Los impactos que ha tenido el covid-19, tanto en aspectos de salud como económicos, han afectado en gran magnitud las métricas a nivel mundial, más aún, en los países de ingresos medios y bajos. Si bien la atención se ha enfocado en los impactos negativos de corto plazo, los impactos negativos de largo plazo también implican una especial atención, ya que determinarán, de alguna manera, la recuperación y desempeño de la economía de cada uno de los países.
Diversos estudios han mostrado que las variables de salud generan impactos en el largo plazo, asociados principalmente a la productividad de la persona. En particular, respecto a la desnutrición infantil, Lorena Alcázaren el 2011 (“Impacto económico de la desnutrición crónica, aguda y global en el Perú”) estimó que el mayor costo de la desnutrición es aquel relacionado a una reducida productividad, representando un 2.2% del PBI peruano. En el caso contrario, respecto al sobrepeso y obesidad, no se tiene un estimado para nuestro país; sin embargo, Ross Hammond y Ruth Levine en el 2010 (“The economic impact of obesity in the United State”) estimaron impactos negativos en cuanto a productividad y acumulación del capital humano.
Tomando en cuenta ello, un impacto indirecto, pero relevante, es el relacionado a la nutrición infantil. Algunos factores, derivados de las medidas de contención del covid-19, como dietas poco saludables, menor actividad física, acceso imitado a la atención preventiva, inseguridad económica y cierre de instituciones educativas agravan la situación de los niños en los países de menores ingresos.
Para mitigar impactos asociados a la nutrición infantil en el contexto actual, en un artículo reciente “COVID 19 pandemic and mitigation strategies” de Nadia Askeer y otros, se proponen 5 aspectos a tener en cuenta: seguridad alimentaria, acceso a salud, programas educacionales, programas de protección social y hogares seguros y saludables. En particular, los tres primeros están asociados a la movilización social, ya que implican provisión de alimentos y consejería en salud y nutrición, sobre todo en los lugares más remotos.
Respecto al primero, una de las medidas positivas ha sido la reactivación de los comedores populares; sin embargo, es importante vigilar la calidad de los alimentos ya que es una debilidad recurrente en este tipo de programas. Por otro lado, respecto a salud y educación nutricional, el documento resalta la necesidad de expansión de los programas de asistencia comunitaria y mayores incentivos para los agentes que la realizan.
Si bien en el caso peruano se han fortalecido los servicios brindados a través del Programa Nacional Cuna Más para atender a las familias usuarias, que son las más vulnerables, se podría considerar una expansión del servicio en coordinación con otros sectores para poder cubrir a un mayor número de familias con niños en situación de vulnerabilidad y homogeneizar los mensajes relacionados al cuidado, salud y nutrición de los niños.
Se observan medidas adoptadas por el Gobierno relacionadas a los aspectos mencionados, pero estas medidas demandan esfuerzos conjuntos y de articulación a nivel multisectorial, lo cual ha sido débil incluso antes de la crisis sanitaria, para que puedan mitigar de manera efectiva los impactos en la nutrición infantil.