Jorge Morelli
Expreso, 22 de mayo de 2016
Jeffrey Radzinsky apunta que, en las últimas elecciones, el porcentaje de votos blancos y nulos suele reducirse a la mitad en la segunda vuelta. Y señala que en esta ocasión el 18 % de votos nulos y blancos de la primera vuelta es el más alto de los últimos 16 años. De su decisión de la última semana puede depender el resultado final de la elección.
Por eso varios analistas han sopesado, explorado, examinado estos días las partes íntimas de PPK –me refiero al partido-, y las han hallado, digamos, algo débiles. PPK como partido se encuentra hoy ante la acometida de los indecisos que necesitan cerciorarse por sí mismos de su firmeza. Y lo que encuentran no es un todo, sino una suma de partes, un ensamblaje armado con rescates de varios naufragios políticos.
PPK -el partido, digo- no despierta pasiones. Por el contrario, parece más bien una congregación de matapasiones en una fiesta aburrida.
La descripción que hace Alvarez Rodrich de los hechos de la primera vuelta explica bastante bien por qué ocurre esto. “Cuando PPK iba segundo en octubre de 2015 –dice-, prendió la candidatura de César Acuña y, cuando ya estaba por pasarlo, llegó la acusación de plagio que empezó a traerlo abajo; luego, cuando se disponía a recuperar el terreno perdido, llegó Julio Guzmán y arrasó con él, hasta que el JNE lo excluyó; y cuando tenía el camino libre para subir, empezó a crecer Verónika Mendoza hasta casi casi dejarlo fuera de la segunda vuelta”.
En suma, PPK ha llegado a la segunda vuelta no por su mérito, sino en cierto modo por default. Es un sobreviviente de los acontecimientos que dieron a la primera vuelta –es decir a los electores- un tratamiento de piñata.
Carlos Meléndez ha hecho por su parte una interpretación urbano-comercial de los sucesos. Escribe que el antifujimorismo es un electorado “brichero”, listo para enamorarse del gringo PPK. Pero la tragedia surge, añade, “cuando el galán forastero no está en capacidad de cumplir con ese rol”.
En suma, PPK llega a la segunda vuelta en hombros de una multitud que le exige y espera de él lo que él no puede darle.
Lo que Meléndez señala es que el antifujimorismo –que estudia desde hace años, me consta- escenifica, actúa un conflicto mal resuelto que PPK no comprende y menos expresa.
A PPK “lo inventan como líder”, dice Meléndez por eso. El fujimorismo, en cambio, tiene una lideresa.
Lampadia