María Isabel León, Educadora
El Montonero, 28 de noviembre de 2016
Insensibles frente al evidente derroche de fondos públicos en el Minedu
Augusto Álvarez Rodrich espeta en su columna del diario La República que el fujimorismo se apresta a usar su fuerza “bruta” (sic) en el Congreso, a través de la “interpelación” contra el ministro de Educación, por lo que él considera una “represalia” por la ley universitaria. Así, pretende armar una singular conjetura de que las públicas denuncias por diversos temas —muy preocupantes, por cierto— al interior del Ministerio de Educación, son “escandaletes“ que los congresistas habrían promovido para traer abajo la reputación bien ganada de un ministro como Jaime Saavedra. Me pregunto, con mucha curiosidad, si la oposición (y no solo el fujimorismo) ¿ha promovido/armado/inventado “escandaletes” para desacreditar a una persona como el ministro de Educación y firmar una moción de interpelación irresponsablemente? Me temo que no.
Es realmente sorprendente que algunos periodistas no reaccionen con indignación cuando se evidencian indicios de corrupción o derroche de fondos públicos sin sustento —donde quiera que estos se produzcan— y que, más bien, traten de camuflarlos y pasarlos por agua tibia, sin mostrar alarma por este festín inconmensurable. Y todo ello con el pretexto de proteger a una persona amiga, cuya honorabilidad y decencia no son precisamente las que están en juego (ni en duda), sino la “gestión”, o la falta de gestión, sobre temas específicos de un portafolio ministerial y de aquellos que están bajo su jurisdicción.
La interpelación es un derecho —y no una medida abusiva— que la Constitución confiere al Congreso de la República como legítimo ejercicio del equilibro de poderes, y cuya finalidad es justamente interrogar a un gabinete o a un ministro sobre un tema específico. En este caso puntual, el programa dominical Panorama propaló un alarmante reportaje en el cual se puso sobre el avizor ojo público una fiesta de compras por grandes sumas de dinero, a través del uso de “convenios marco” (cuya eficacia y transparencia habrá que investigar), por parte de funcionarios de confianza del Ministerio de Educación, probando que mucho del dinero público terminó en cuentas personales de familiares y allegados de los involucrados en dichas compras. Este solo hecho, irregular y alarmante, debe causar preocupación en todos los peruanos pues, como digo, se trata de fondos públicos que bien podrían ser utilizados correctamente para atender las necesidades de agua y desagüe de muchas escuelas rurales al interior del país.
Pareciera que al señor Álvarez Rodrich, el que el Contralor de la República en persona haya señalado públicamente que las compras de computadoras por parte del Minedu ascendieron a la friolera de más de S/. 300 millones no le mueve un pelo. Pero es importante señalar que un monto de inversión pública de esta envergadura correspondería a la compra de más de 150,000 computadoras, que podrían haber sido entregadas a razón de 17 en cada uno de los 8,824 colegios secundarios de todos los rincones del país. Por lo que el tema no resulta precisamente poca cosa o un “escandalete” armado por la oposición, sino de responsabilidad clarísima de una cartera ministerial.
Por ello, no mezclemos papas con camotes. La ley universitaria, que la comunidad académica en pleno señala debe mejorarse (hasta el ministro Saavedra y la propia Sunedu, conscientes de ello, han convocado a mesas de trabajo para lograr consensos de mejora) y que será revisada seguramente, luego de realizar las consultas correspondientes en los sectores correspondientes, de manera prudente y correcta. Recuerdo en voz alta que hasta PPK señaló a mediados del año 2015 —durante CADE 2015 por la educación, que tuve el honor de presidir—, que “incendiaría la ley universitaria”. No nos engañemos, aquí no hay trampa para nadie. Y por último, no hay que quitarle derecho de autoría al ex congresista Daniel Mora, que es el verdadero padre de esta ley, y no precisamente el señor Jaime Saavedra.
Así que aquí el único “roche” y “escandalete” es la falta de indignación y la mezquindad impávida que secuestra a un sector de opinólogos, y su falta de sensibilidad frente al evidente derroche de fondos públicos so pretexto de la “amistad”.