Por: Jorge Morelli
Más que los hechos de los últimos días es peligroso el desánimo del sector A/B de la clase limeña, que se siente atrapada sin salida.
El olfato le dice que está en marcha el viejo plan para la caída de Lima: cortar las carreteras al Centro, al Norte y al Sur, crear desabastecimiento en la ciudad, generar un alza brutal de precios, sacar a la gente más vulnerable con cacerolas a la calle, derrumbar el triste remedo de gobierno que aun queda en pie, imposibilitar las elecciones y capturar el poder para quedarse, con la excusa del viejo Comité de Salvación Pública de la gRevolución y la ayuda de sus tontos útiles, hoy en el gobierno.
Ese era el plan de Sendero 30 años atrás. Solo que entonces el enemigo tenía un ejército listo para tomar la ciudad bajando desde la Sierra no por el Rímac sino por los ríos Chillón y Lurín hasta ocupar el nudo que ata los tres accesos a Lima al pie del cerro El Pino y tomar, ante todo, los grandes mercados de alimentos de La Victoria para controlar el abastecimiento. EXPRESO incluso publicó ese plan.
Hoy esa fuerza militar armada del enemigo no existe. Es lo primero que tienen que saber los jóvenes de hoy, que no conocen los hechos de 30 años atrás.
El peligro hoy día es el pánico de la élite. Se siente cercada. Comienza a fantasear con dejar el país mientras pueda y tonterías similares, porque no sabe lo que es realmente el peligro. Nunca lo ha visto cara a cara. Su experiencia se limita a décadas de prosperidad económica que la victoria sobre el enemigo hizo posibles.
Ahora bien, nada más peligroso que una clase dominante que pierde la calma. Pero su problema es solo el síndrome del cerco.
Para escapar del síndrome hay que tomar perspectiva. La sensación de encierro que produce a los sectores A/B el bloqueo de las carreteras hacia Lima es en gran medida una alucinación producto de su desconocimiento de la posibilidad de destrabar las minas y permitir la inversión de 60 mil millones de dólares en espera con una propuesta equitativa para los comuneros y los mineros informales.
El síndrome del cerco es también producto de la falta de visión de lo que será el Perú de mañana, cuyo corazón no estará ya tampoco solo en las minas altoandinas sino en el centro de comunicaciones físicas del país, que en el futuro no estará ya en el cuello de botella de La Oroya, sino en los grandes ríos, en Pucallpa, en Tarapoto y Yurimaguas, donde se cruzarán las vías que vendrán de Sao Paulo y Manaos hacia el megapuerto de Chancay, la salida de America del Sur hacia China.
Esa es la luz al final del túnel, esa es la Tierra Prometida al otro lado del desierto. Por dura que sea la travesía, llegaremos. No hay tener miedo sino del miedo. Nada nos impide derrotar el síndrome del cerco.