Ricardo Ruiz Caro Villagarcia
Especialista en Cultura y Turismo
Cusco
Agosto, 2019
Para Lampadia
1) ¿COMO SURGEN LOS PARADIGMAS?
Muchos seguramente han oído del experimento que se hizo alguna vez a seis monos encerrados en una jaula en la que se coloca una escalera que conduce a una canasta con plátanos. Cada vez que un mono intentaba alcanzar a los bananos, los seis eran rociados con agua helada, repitiendo la mecánica hasta que ninguno volvió a intentarlo por miedo al escarmiento. Tiempo después un mono es sustituido por otro que no conocía del experimento y apenas intentó subir por los bananos, los otros cinco se lo impidieron a golpes hasta que luego de algunos intentos más comprendió que debía dejar de hacerlo. Cuando un siguiente mono fue reemplazado sucedió lo mismo; y lo curioso es que el otro mono nuevo (que desconocía la causa de dicha costumbre) participó activamente de la golpiza. Progresivamente fueron reemplazados uno a uno todos los monos originales y la tradición aprendida de moler a golpes al que intentará ir por las bananas se mantuvo a pesar de que ninguno de ellos conocía el origen de dicha conducta grupal (el escarmiento original del agua helada).
Esta jocosa especie de fábula moderna fue inspirada en los experimentos que hicieron hace casi un siglo de manera independiente GR Stephenson y Wolfgang Kölher; y dan como moraleja un patrón de comportamiento muy recurrente y común a todos los humanos (y también a los simios): La adquisición cultural de comportamientos, que en otras palabras sería “la invención de la tradición”[1]; y es que, suele pasar que cuando llegamos a adoptar una forma particular (tradicional) para hacer ciertas cosas, difícilmente accedemos a cambiarla; y ello sucede igual incluso cuando las circunstancias que dieron origen a dicha costumbre son desconocidas por el grupo o cuando estas pudiesen haber cambiado radicalmente en el tiempo.
2) BAJO EL IMPERIO DE UN PARADIGMA OBSOLESCENTE
Curiosamente en el turismo cultural peruano sucede una paradoja similar: La visita a los lugares arqueológicos se estableció hace ya casi medio siglo con una formula muy básica (que para su tiempo era correcta y suficiente). Había que generar un boleto, habilitar un ingreso y formar un recorrido; y el lugar se convertía inmediatamente en un Destino Turístico. Con el paso del tiempo los pocos miles de visitantes escalaron a cifras de 6 y luego 7 dígitos; y por supuesto la fórmula de hace casi 50 años no sólo empezó a resultar inadecuada para la calidad de la experiencia, sino (lo que es más grave) empezó a afectar la sostenibilidad de los monumentos arqueológicos, en especial del exitoso Machupicchu. En ese contexto, muchos expertos de buena fe y el propio UNESCO se inclinaron a exigir que se establezca una Cifra Máxima de visitantes como medida de protección. Es más, ahora el argumento también se está usando para atacar el proyecto de un nuevo Aeropuerto para Cusco con una lógica que más o menos dice así: Con un nuevo aeropuerto más grande para Cusco vendrán más visitantes y eso destruirá Machupicchu; lo cual lleva por extensión a una lógica perversa y falaz, que nos está diciendo a los cusqueños y los peruanos en general que nuestro turismo tiene fecha de caducidad y que no debemos anhelar hacer de él una palanca del desarrollo y una oportunidad de bienestar, pues su techo de crecimiento ya ha sido rebasado.
Pero ¿Dónde está la trampa en todo esto? Muy simple, en el mismo tipo de falacia que vimos al inicio de este artículo (con los monos), que nos lleva a pensar que solo existe una manera de hacer las cosas; y que en nuestro caso es asumir que la experiencia turística en nuestros monumentos tiene como única mecánica operacional el intensivo recorrido sobre ellos. La lógica está tan arraigada que incluso los Proyectos Turísticos para lugares arqueológicos en la legislación Peruana del MINCETUR (antes en el SNIP hoy en el Invierte.Pe) requieren sustentarse con un “cálculo de capacidad de carga” que de antemano asume la falaz aseveración: “experiencia = recorrido intensivo”; por lo cual tratan de medir azarosamente (bajo el bastante antiguo método Cifuentes[2]) el número de visitantes que bajo está mecánica podrían recorrer el monumento sin dañarlo irreversiblemente. Es tan fuerte el posicionamiento de esta forma ¿tradicional? de pensar, que incluso ha sido capaz de influir más allá de nuestras fronteras; provocando que UNESCO (con la mejor buena fe) exija al país determinar cuál es el número máximo de visitantes diarios que puede ir a Machupicchu sin generarle daños irreversibles a futuro[3], lo que nos hace ver que para ellos también (cuando se trata de Machupicchu) existe un número máximo asociado intrínsecamente a la forma actual ¿y única? de visitarlo (situación que curiosamente no es exigida por esta misma entidad internacional a monumentos similares y con un número mucho mayor de visitantes diarios).
Sin embargo, si esta lógica fuera correcta y universal; no habría modo de explicar por qué monumentos mucho más pequeños y frágiles como el Coliseo Romano, la Catedral de San Marcos en Venecia o el Templo de Kiyomizu-dera en Kioto (por citar algunos) pueden recibir más del cuádruple de visitantes que Machupicchu. ¿Estaríamos pensando que estos monumentos están enrumbados a su pronta destrucción? ¿O existe otra explicación? La respuesta es simple, y tiene que ver con el modelo de gestión implementado para la visita de estos monumentos, que hace que la experiencia en estos ellos sea más conceptual, monitoreada e interpretativa; y por supuesto más trascendente y con menos impacto físico.
3) ¿Y SI MIGRASEMOS A UN MODELO MÁS VIRTUOSO?
Retornando al caso de Machupicchu cabría preguntarse: ¿el número máximo de visitantes sería el mismo si se variasen algunas de las características de la experiencia actual? Y la respuesta es claramente SÍ, el número variaría.
Por ejemplo, mucho cambiaría si en lugar de desarrollar la experiencia en 10 hectáreas (como sucedo hoy) lo hiciéramos en doscientas o trescientas, incluyendo los caminos de acceso ancestrales, es decir replanteando la idea de que Machupicchu es una ciudad en la cumbre de una montaña, cuando en realidad es una geografía sagrada que se expande en toda la montaña y se integra simbióticamente a ella. Del mismo modo, si en lugar de ofrecer a todos un mismo recorrido (con algunas variantes) se ofrecieran distintas partes de su territorio en función a las distintas expectativas y preferencias de sus visitantes, es decir ofreciendo circuitos distintos (tematizados) a quienes buscan una experiencia espiritual, o natural, o vinculada al agua, o asociada a la ritualidad de la montaña, o a la contemplación, o al deleite estético de su arquitectura, o al misterio de su edificación, etc. etc.
Pero hay muchas más cosas que se podrían hacer en Machupicchu (y que podrían influir en su número máximo de visitantes). Por ejemplo la experiencia podría resultar más plena y trascendente volviéndola más conceptual y lúdica que propiamente física (de fricción y recorrido); para esto habría que desarrollar todo un conjunto de facilidades de alta calidad y tecnología que permita integrar la interpretación y la transmisión de contenido desde el inicio y de manera holística en toda la visita, trasfiriendo a los visitantes la información correcta y el mensaje del lugar con los medios apropiados y la dosificación adecuada para evitar congestiones e impactos indeseables sobre los atributos patrimoniales más sensibles.
Rutas Ancestrales integradas al nuevo concepto de “Experiencia” en Machupicchu
Y si a todo lo anterior sumásemos la posibilidad de incorporar un sistema de gestión preventiva de impactos que pudiera monitorear en tiempo real cualquier indicio de afectación sobre los atributos de valor de Machupicchu, para inmediatamente implementar cambios que logren progresivamente recorridos con cero impactos (únicamente sobre pisos naturales reforzados con polímeros y superficies artificiales renovables), ¿seguiríamos hablando de los mismos números máximos? Clara y enfáticamente NO. El número máximo de visitantes diarios a un lugar NO depende únicamente del tamaño y características del monumento; depende de una ecuación prolija entre la naturaleza del Sitio, el modelo de gestión adoptado para la experiencia, las facilidades existentes para su visita y la correcta gestión preventiva de los impactos potenciales.
En la actualidad, el modelo de gestión turística de Machupicchu sigue siendo en esencia el mismo de hace medio siglo (con pequeños ajustes y mejoras); y personalmente creo que en ese obsolescente modelo el número máximo de visitantes diarios permitido actualmente (y que UNESCO exige revisar) no garantiza una sostenibilidad de largo plazo de este bien tan apreciado para la comunidad global entera. Y en ese escenario difícil, considero que la actual gestión a cargo del Sitio ha tenido valentía y ha hecho bien en limitar por horas la visita a los puntos más frágiles[4], pues así está logrando que el recorrido en ellos no supere los 1,000 visitantes diarios, aunque el monumento reciba más de 5,000. Y por supuesto, esas medidas de gestión (restrictivas) deberán seguir aumentando a medida que se evidencien impactos en otros puntos igualmente frágiles, a no ser que se decida de una vez por todas mudar a un modelo de gestión más moderno y virtuoso como el que proponemos en los párrafos previos de este artículo.
4) EL INICIO DEL CAMBIO ESTÁ EN NUESTRAS NARICES
En el mundo existen ejemplos como el del Museo del Louvre, el cual a través del cambio de gestión que asumió (y que tuvo como pieza central a la polémica pirámide de cristal) logró triplicar su capacidad de admisión de visitantes, con mejor calidad de experiencia y una excelente conservación de su patrimonio museográfico. Otros ejemplos recientes son los nuevos centros de visitantes del Parque Natural Bahía de Cádiz, del Museo de Alésia (Francia) y del Canal de Panamá, en los cuales hubo una notable mejora en su gestión gracias a estos proyectos emblemáticos que sirvieron de “llave maestra” para su reinvención.
Lo paradójico en el caso de Machupicchu es que no hace falta mirar tan lejos, por cuanto las herramientas para dar ese primer salto cualitativo en su gestión (como en el caso del Louvre) están dadas desde hace más de cinco años. El Ministerio de Cultura a través de su proyecto del Primer Centro de Visitantes de Machupicchu (en el Km 112 de la línea férrea) que presentó en el año 2014, propuso asumir el reto de mejorar la experiencia y gestionar mejor la sostenibilidad patrimonial de Machupicchu con una propuesta de instalaciones de primer nivel y alta tecnología, que gestionen mejor la conservación y provean la interpretación integral para los visitantes, mediante, replicas, simulaciones, videos, mapping, salas de exposición y muchos otros medios, integrando los caminos ancestrales, ampliando el territorio de visita, tematizando y multiplicando las opciones de recorrido y monitoreando al milímetro la conservación de sus valores patrimoniales desde su módulo científico, con sensores, programas y protocolos de conservación de última generación.
Modelo conceptual del Centro de Visitantes y las nuevas alternativas de visita
Este maravilloso proyecto propone que la inmersión a una nueva, repotenciada y multi-temática “experiencia Machupicchu” se extienda a toda la montaña[5] y se inicie desde sus faldas en su encuentro con el sagrado rio Wilkamayu, a través de hermosas y modernas instalaciones en perfecta armonía con el entorno patrimonial; sin embargo, su desarrollo ha quedo adormecido por una insana combinación de factores: (i) intereses económicos en contra, (ii) percepciones erróneas influidas sobre el imaginario local y (iii) algunas gestiones pasadas displicentes en la entidad cultural; y con ello se ha frenado las posibilidades de crear mayor bienestar para todos y en todos los aspectos (mejor conservación, experiencia turística más plena y trascendente, evitar la restricción del crecimiento turístico por algunos años, generar mayores oportunidades laborales y comerciales para los lugareños, mejores ingresos para el Estado, atender las recomendaciones de UNESCO, etc.).
El Ministerio de Cultura ha reactivado recientemente esta primera iniciativa (que es parte de una visión integral de largo aliento) enfocada en iniciar el cambio proactivo en Machupicchu y ya cuenta con un proyecto de inversión aprobado y fondos presupuestales para llevarlo a cabo. Es hora de que algunos dejen atrás la miopía que les hace pensar erróneamente que este cambio podría afectar su propio interés; y de que todos unamos fuerzas para priorizar el bien mayor; pues solo así, sumándose todos los sectores a este propósito (Cultura, Turismo, Región, Municipios, Población local, empresariado) se podrá materializar el Primer Centro de Visitantes de Machupicchu; y lograr a través de él esa ecuación que todos los peruanos deseamos: Conservar mejor nuestra maravilla mundial y evitar que el turismo peruano haya llegado tan pronto a su fecha de caducidad. Lampadia
[1] Tal como lo plantea el polémico historiador Erich Hobsbawm en su libro: »The Invention of Tradition»
[2] El método Cifuentes fue sin dudas un importante aporte metodológico cuando aparece en 1992; sin embargo, su diseño responde a la realidad muy particular del frágil ecosistema de Galápagos; y por tanto es absolutamente inaplicable a nuestros monumentos arqueológicos; más aún que en los 30 años que han pasado han surgido nuevas herramientas de gestión de visitantes.
[3] Personalmente pude constatar esta percepción en los integrantes del WHC-UNESCO y de sus órganos consultivos, cundo fui parte del pequeño grupo de representantes peruanos que conseguimos evitar que Machupicchu sea incluido en la Lista del Patrimonio Mundial en peligro (en el 2015).
[4] Se trata de medidas de gestión para la conservación que limitan a un máximo de tres horas diarias el acceso al Intiwatana, el templo del Sol y el templo del cóndor, por haberse detectado (mediante mediciones periódicas) que estos lugares son los que más riesgo de desgaste presentan ante un tráfico intensivo y constante de visitantes.
[5] La propuesta incluye incorporar como parte del territorio gestionado y apto para la experiencia turística a los diversos caminos, sitios y paisajes contenidos en toda la montaña Machupicchu