Gonzalo Prialé
Presidente Instituto IIG
Para Lampadia
Viejas historias que es bueno recordar
A mediados del siglo VI, el imperio bizantino fue arrasado por una epidemia denominada “peste negra”. En Constantinopla murió el 40 % de sus 800,000 habitantes. Luego la peste llegó a Roma. En los años siguientes, la enfermedad mató cuatro millones de personas en todo el Imperio Romano y causó pánico generalizado.
A mediados del siglo XIV, estalló la mayor epidemia de peste negra de la historia de Europa. Los 80 millones de europeos se redujeron a unos 30 millones entre 1347 y 1353. Recién en 1896 se descubrió que el origen de la peste (bubónica) era la bacteria yersinia pestis, que afectaba a las ratas y era transmitida a los humanos principalmente por las pulgas.
La devastadora pandemia conocida como la “gripe española” de 1918, en realidad se originó en Estados Unidos y llegó después a Europa. Tras registrarse los primeros casos en Europa, colapsaron las instalaciones hospitalarias en los meses siguientes y el contagio se extendió a otros continentes. Se estima que murieron entre 70 y 100 millones de personas a nivel mundial.
Es útil recurrir a la memoria histórica. Hace solo 100 años con la gripe española murió 5% de la población mundial y eso ayuda a entender por qué ahora el mundo entero necesita enfrentar con tanto rigor la nueva pandemia del coronavirus.
Hoy el mundo está mejor preparado que en 1918. El progreso científico ha sido muy grande, se cuenta con laboratorios sofisticados, mucha mayor capacidad para producir vacunas, y hospitales mucho mejor equipados.
El reto que enfrentamos es inmenso
Pese a todas estas ventajas, con una población mundial de 7,500 millones de seres humanos (versus 1,850 millones en 1920) y transporte aéreo accesible con 12 millones de personas viajando por día en un día normal, resultaría imposible detener hoy una epidemia como la del coronavirus, al menos en su primera oleada.
Encontrar una vacuna en corto tiempo para que el virus no se siga expandiendo por el mundo, desborda la capacidad científica actual. La industria farmacéutica tampoco será capaz de producir suficientes antivirales para miles de millones de personas en poco tiempo.
Esto ha conducido a los gobiernos a implantar políticas de aislamiento social con diversos grados de rigidez. Los gobiernos optaron mayoritariamente por poner la salud pública por delante de la impactante recesión de la economía originada por las cuarentenas y asumir costos para su reactivación buscando que la mayor parte de las empresas y el empleo sobrevivan en sus países.
El país espera que el sacrificio de estas 4 semanas de cuarentena logre los resultados deseados, en el contexto de una recesión mundial en ciernes, de proporciones difíciles de imaginar.
Como de costumbre surgen opiniones oportunistas que avizoran que todo será diferente después de la pandemia, pronostican el final de la globalización y piden más Estado y control de precios. Y no falta quienes extravagantemente atribuyen la aparición de la pandemia al capitalismo.
La causa de las cuarentenas en el mundo es una pandemia nueva e imprevisible, un cisne negro. Su origen es el coronavirus, no es la globalización, no es el modelo democrático capitalista occidental, ni el modelo autoritario capitalista de China.
Durante la pandemia el Ejecutivo tiene que asumir un rol de liderazgo fuerte e imponer autoridad, pero eso no sirve para justificar que el Estado suplante al mercado y adopte en adelante un rol crecientemente intervencionista. El Estado tiene gravísimos problemas de gestión y eso no va cambiar porque apareció el coronavirus; al contrario, durante la crisis se acentuará su incapacidad al actuar bajo presión.
Plantear el control de precios durante la cuarentena es innecesario. La gente compra solo lo que necesita con la poca plata que tiene, y cada día de cuarentena tiene menos dinero, así que lo más probable es que los precios tiendan a bajar, antes que a subir.
En la pandemia se evidencian la falta de infraestructura hospitalaria y el déficit de agua potable en todo el país, dos fracasos históricos del Estado. Al pasar la cuarentena, sería conveniente dar paso a asociaciones público privadas (APP) en hospitales de bata blanca, y que SEDAPAL y las EPS contraten con operadores de prestigio mundial APP de gerencia integral e inversiones a largo plazo, para cerrar brechas.
Cuidado con la ejecución
En el corto plazo, el gran reto para evitar la convulsión social es hacer que la ayuda en dinero o en especies del gobierno llegue eficazmente a los trabajadores informales independientes que viven al día.
Otro reto grande es adquirir cuanto antes la cantidad de insumos necesarios (tests, mascarillas y respiradores). Sus precios al alza por la intensa competencia de los compradores en el mercado, no es una excusa válida para no cerrar compras urgentes. No se puede seguir recurriendo a donaciones, hay que pagar los precios y asegurar una pronta entrega. Prolongar el encierro por falta de estos insumos sería inaceptable e inmanejable.
El gobierno necesita precisar la información que reporta a diario. Se aprecia una brecha entre los planes que anuncia y su implementación, y no se puede hacer seguimiento para medir los resultados de tanto anuncio gubernamental en base a información incompleta.
Por ejemplo ¿del universo de 2.7 millones de familias cuántas han recibido sus 380 soles? ¿Con cuántos respiradores que funcionen se cuenta hoy? ¿Cuál es la capacidad de procesamiento de tests diaria?
El Ejecutivo necesita enfocar todos sus esfuerzos en combatir el coronavirus, parar los contagios y reactivar la economía, sin caer en una competencia de aplausos fáciles con el desbordado e irresponsable populismo del nuevo Congreso. Lampadia