Por: Charo Camprubí
Para Lampadia
Hasta hace poco las elecciones en España se jugaban en clave centrista. Todos los partidos políticos españoles loaban las virtudes del centro y esperaban conquistarlo para ganar las elecciones. Ese votante centrista, que a veces vota a la derecha y a veces a la izquierda, siempre ha sido volátil y escurridizo. No es fácil conquistarlo y es muy fácil perderlo, por eso las tendencias más radicales existentes dentro de cada partido eran acalladas y el péndulo político oscilaba entre el centro derecha y el centro izquierda.
Pero, por primera vez en años, las elecciones del 28 de abril no se juegan en clave centrista sino en clave de extremos debido a la radicalización del escenario político español, primero por la aparición en el 2015 de Podemos (izquierda radical); luego porque los partidos independentistas hicieron una declaración unilateral de independencia y, por último, por el sorprendente ascenso del partido ultraderechista Vox, que es una reacción españolista al desafío independentista.
España tendrá que elegir entre el bloque de derecha (Partido Popular, Ciudadanos y Vox) que despliega sin complejos una ideología con reminiscencia franquista y propone, en mayor o menor medida, recentralizar España como respuesta al desafío catalán, y una izquierda (PSOE y Podemos) que despliega a tope su vertiente social y propone un diálogo con Cataluña. Felipe González habla incluso de “federalizar” España como solución a la crisis.
En esta España de bloques, la fuga de votos de un partido a otro dentro del mismo bloque es la tónica. Las últimas encuestas sitúan al PSOE como el primer partido de España (30%). Está claro que parte del votante de Podemos ha vuelto al PSOE, que también recupera a parte su electorado que se fue a Ciudadanos cuando éstos últimos eran todavía centristas. Pero eso ya es historia. Ahora tanto el Partido Popular como Ciudadanos prefieren darle la espalda al centro y acercarse a Vox para gobernar con su apoyo.
Si se confirmara ese 30% el PSOE podría gobernar España sin ni siquiera tener necesidad del apoyo parlamentario de los nacionalistas vascos y los independentistas catalanes. Le bastaría con pactar con Podemos o con Ciudadanos. Podemos estaría dispuesto a dicho pacto, pero Rivera, el líder de Ciudadanos, jura y perjura que no gobernará nunca con Pedro Sánchez por su desacuerdo sobre la política a seguir en Cataluña.
Lo cierto es que Rivera tuvo posibilidades de ser Presidente cuando Rajoy aparecía como blando y él como duro en el conflicto catalán. Pero el PSOE lo cortocircuitó presentando una moción de censura contra Rajoy que llevó a Sánchez al poder. Y luego a Rivera le surgieron dos duros contrincantes: el Partido Popular de Casado y Vox de Abascal y se le pasó el arroz. La prueba es que las encuestas le dan tan solo un 13%. Con esos magros resultados, su sueño de ser el primer partido de la derecha española no podrá realizarse.
El Partido Popular seguirá ostentado ese título pero sin orgullo alguno. Más bien se habla de debacle ya que caería a un 17%, es decir, la mitad de los diputados que tenía en tiempos de Rajoy. Es un pésimo resultado para su nuevo Secretario General, Pablo Casado, que decidió no escuchar a los barones del partido que le aconsejaron que no se alejara del centro. Casado eligió el camino trazado por José María Aznar que lo ha escorado completamente a la derecha. Si es derrotado sería la derrota de Aznar.
Esta estrategia derechista le está fallando tanto al Partido Popular como a Ciudadanos ya que ninguno de los dos ha podido impedir una fuga de votos hacia Vox (un 18% del votante del PP podría ir a Vox). Vox sigue subiendo como la espuma. Ha puesto en sus lista a cinco generales retirados, dos de los cuales han firmado un manifiesto en el que se justifica la insurrección militar de 1936 (que dio origen a la guerra civil) Es el resurgir de un franquismo agazapado que ahora entra en la contienda electoral a cara descubierta y arranca en las encuestas con un 12 % de intención de voto, situándose justo detrás de Ciudadanos.
Mientras tanto, Puigdemont se puede encontrar en dificultades. Una parte del PDECAT no se siente representado por la política de enfrentamiento radical con el estado español que él propugna. Podría escindirse y crear un nuevo partido en el que la burguesía de derecha catalana pudiera defender el independentismo desde una óptica moderada y más en consonancia con la estructura constitucional del Estado español. Riesgo pues de escisión, lo cual debilitaría muchísimo a Puigdemont que está a la baja. Las encuestas le dan la cuarta plaza en Cataluña, muy por detrás de ERC de Oriol Junqueras (actualmente en la cárcel) que lo dobla en las encuestas con su opción de un independentismo más dialogante y moderado, y detrás también del Partido Socialista Catalán y de Ciudadanos.
Sin lugar a duda estas elecciones marcarán a España por mucho tiempo y el 40% de indecisos que hay actualmente mantendrán el suspense hasta el último minuto.