En los últimos años, la quinua pasó de ser un alimento poco demandado y escasamente conocido a ser ampliamente solicitado. La FAO declaró el 2013 como el año de la quinua, Nadine Heredia se convirtió en su embajadora y la producción pasó de 36 mil toneladas en 2011 a 51,6 mil en 2013.
Ese año, el precio de este grano se incrementó en 86,5% al pasar de un promedio de S/.9,76 por kg en enero a S/. 18,07 en diciembre. Esto ha sido motivo de notas y artículos en diarios nacionales y extranjeros alusivos a la dificultad que afrontan los peruanos de escasos recursos para acceder a un producto tan rico en nutrientes, a pesar de que el Perú es el principal productor a nivel mundial. Este escenario presenta la exportación de quinua como una “maldición de los recursos”, evidencia de ello son frases como las siguientes:
“Quinoa: The Dark Side of an Andean Superfood”
Quinoa was always food for Indians. Today it’s food for the world’s richest.
– Time World (Abril, 2012)
“Quinoa’s Global Success Creates Quandary at Home”
Fewer Bolivians can now afford it, hastening their embrace of cheaper, processed foods and raising fears of malnutrition in a country that has long struggled with it.
– The New York Times (Marzo, 2011)
Sin embargo, estas proposiciones muestran una visión sesgada o incompleta de la realidad. En primer lugar, la preocupación suele ir por el lado de los consumidores andinos, ya que la quinua es una parte esencial de su dieta y se presume que no tienen tantas alternativas nutritivas accesibles para sustituirla ante el aumento de precios. ¿Qué tan válido es esto?
Por un lado, los consumidores andinos suelen ser productores, con lo cual acceden a precios de producción. El poder adquisitivo de los productores agrícolas se ha quintuplicado, permitiendo mejoras en su nivel de vida. Por otro lado, en el Perú los programas sociales de transferencias del Estado incluyen quinua en sus menús, así aseguran la nutrición adecuada de las personas de escasos recursos. Con esto, se evidencia que, a pesar de que la quinua sí se ha vuelto inaccesible para muchos, sigue siendo un grano ampliamente consumido en el país –sobre todo en la zona andina.
En segundo lugar, la variación de precios es un resultado natural de la dinámica de mercado. En este caso, el aumento de precios en el mercado local se debe a que la producción de quinua no está dirigida al consumidor nacional, sino al extranjero. Lo que queda en el mercado local son los excedentes, que se venden a un elevado precio porque la demanda supera a la oferta. Esto tiene un impacto negativo en los consumidores, pero en especial en el consumidor peruano no andino, dado que enfrenta una serie de aumentos de márgenes en cada etapa de la cadena distributiva.
Además, es importante considerar que existen otros factores vinculados al incremento de la producción de quinua que están pasando desapercibidos (a pesar de tener implicancias profundas en el desarrollo de los habitantes de los países productores). Entre ellos: el impacto medioambiental, el conflicto social, la marginalización de la ganadería y la sustitución de producción de otros bienes relevantes para el consumo local.
En el fondo, el aumento de la demanda mundial de un producto producido por personas de escasos recursos es una buena noticia, dado que permite una mejora en su nivel de vida. El tema está en generar los incentivos adecuados para que aumente la oferta en el mercado local y se minimicen las externalidades negativas causadas por la expansión productiva sin control. Este es un punto que debería considerarse en el diseño de cualquier plan de desarrollo productivo, ya que el reto de la diversificación con miras a la exportación es no vulnerabilizar al mercado local.