Charo Camprubi
Para Lampadia
España está inmersa en múltiples negociaciones entre los diferentes partidos políticos con el fin de decidir quien va a gobernar los ayuntamientos y las Comunidades Autónomas del país. En este tira y afloja, que ya está a punto de culminar, se observa lo siguiente:
El Partido Socialista, gran ganador de las elecciones ya que fue el partido más votado en 11 de las 13 Comunidades Autónomas, ha aumentado su poder local, aunque no de manera significativa debido a que la alianza de las tres derechas (Partido Popular, Ciudadanos y Vox) ha conseguido alzarse con muchos de estos gobiernos.
El Partido Popular (PP) salió medio muerto de las últimas elecciones, pero, gracias al balón de oxígeno que le ha dado Ciudadanos, ha resucitado. Si Ciudadanos no hubiera aceptado pactar con el PP y Vox, el PP se hubiera quedado fuera de juego.
Salvar a un PP moribundo puede costarle caro al líder de Ciudadanos, Albert Rivera. El PP es un partido que está muy arraigado en toda España (lo que no es el caso de Ciudadanos) y, a pesar de que ha caído muy bajo, puede levantar cabeza, sobre todo si lo ayudan. Y eso es precisamente lo que está haciendo Ciudadanos, ayudarlo a gobernar en alcaldías y Comunidades Autónomas, porque a quien más beneficia el pacto de las tres derechas es al líder del Partido Popular, Casado, no a Rivera.
Gracias a Ciudadanos, Casado está metiendo a su gente por todas partes. Además, gobernará la alcaldía y la Comunidad de Madrid, la joya de la Corona. Por lo tanto, él es quien se lleva el gato al agua. Si se tiene en cuenta que la ambición de Rivera es convertir a Ciudadanos en el primer partido de la derecha española, más bien debería contribuir a su hundimiento, no a su salvación. Esta estrategia puede costarle caro más adelante porque el PP, sin duda, se recuperará.
Tiene también todas las de ganar Vox que ha entrado en tromba pidiendo poder real a cambio de su apoyo. Ya no acepta el acuerdo andaluz por el que el PP y Ciudadanos gobernaban y Vox apoyaba desde fuera. Ahora quiere estar dentro, que le den consejerías, municipios, y que su programa impregne las instituciones. Que el PP ceda a las exigencias de Vox no lo perjudica ya que Vox no es otra cosa que el ala ultraderechista del PP. Pero que Ciudadanos lo haga es otro cantar. Para remate, Vox ha hecho saber la existencia de “un pacto secreto” entre el PP y Vox. si se desvelase el contenido de dicho pacto puede arder Troya. ¡Por algo es secreto!
El frente barcelonés también es peligroso para Ciudadanos. Rivera tuvo la idea peregrina de poner como cabeza de lista de Ciudadanos en Barcelona ni más ni menos que a un francés nacido en Cataluña, Manuel Valls, antiguo primer ministro de Francia durante el gobierno socialista de François Hollande, y le ha salido el tiro por la culata. Valls le ha hecho dos jugadas de gran calado a Rivera escenificando así su divorcio de Ciudadanos.
La primera ha sido la de impedir que la alcaldía de Barcelona caiga en manos del independentista de Esquerra Republicana, Ernest Maragall, ofreciendo a la alcaldesa saliente, Ada Colau, el apoyo de tres de los concejales de Ciudadanos para que se mantuviese en el poder. Como la toma de Barcelona por el independentismo hubiera sido algo gravísimo, en pura lógica Rivera hubiera debido estar de acuerdo con la jugada de Valls. Sin embargo, se declaró en contra. Su posición no es comprensible ya que mientras Colau es una amiga de los independentistas, Maragal es independentista, por lo que la elección de Colau era el mal menor.
La segunda ha sido criticar abiertamente los acuerdos de Ciudadanos con Vox. Valls no entiende que un partido que forma parte del grupo liberal del Parlamento Europeo pueda tener tratos con Vox. Para Valls, “Con Vox acabas ensuciándote las manos y, en cierta forma, el alma”. Lo mismo piensa el presidente francés, Emmanuel Macron, que critica duramente a Rivera por sus acuerdos con la ultraderecha ya que, mientras Ciudadanos blanquea a Vox ayudándolo a entrar en las instituciones españolas, en países como Alemania, Francia y Holanda, se alza un cordón sanitario alrededor de la ultraderecha considerada el enemigo a batir, entre otras cosas, por su anti-europeísmo.
En cuanto a la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno, continúan los intercambios entre los partidos porque las cifras todavía no cuadran. Sánchez quiere situarse en el centro del espectro político. Por eso se resiste a formar un gobierno de coalición con Pablo Iglesias y prefiere hablar de “cooperación”. Pero Iglesias quiere ministerios a cambio del apoyo de sus 42 diputados. La presión, tanto desde Bruselas como desde la patronal española sobre Ciudadanos para que facilite con su abstención la investidura de Sánchez es enorme. Hasta Mariano Rajoy se ha pronunciado en ese sentido. Se trata de impedir que Sánchez tenga que escorarse más a la izquierda para poder gobernar. Pronto lo sabremos. Lampadia