Charo Camprubí
Desde España
Para Lampadia
Después de las elecciones del 10 de noviembre que dieron el triunfo al partido socialista (PSOE) España sigue deshojando la margarita. ¿Habrá gobierno o no habrá gobierno? Y si lo hay ¿cuándo? ¿Antes de fin de año o en enero del 2020? Nadie sabe dar una respuesta a estas preguntas, ni siquiera los que en el PSOE negocian con bastante secretismo un acuerdo con Esquerra Republica (ERC), el partido independentista catalán cuyo líder, Oriol Junqueras, está en la cárcel.
Lo que Pedro Sánchez quiso evitar en julio, cuando pidió encarecidamente al Partido Popular y a Ciudadanos que se abstuvieran en la investidura para que él pudiera gobernar en solitario sin tener que pactar una coalición con Unidas Podemos ni depender de ERC, no lo ha podido evitar ahora. Después de una repetición electoral temeraria que irritó a los españoles, las urnas arrojaron unos resultados muy semejantes a los anteriores. Volvieron a dar el triunfo a la izquierda pero no al alza sino a la baja. Por lo tanto, la necesidad de encontrar aliados se hizo aún mayor. ¡Exactamente lo que Sánchez quería evitar!
Entonces tiró la toalla y lo que era un imposible en julio fue posible en noviembre en tan solo 48 horas, es decir, formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Escarmentados por los resultados electorales Sánchez e Iglesias comprendieron que tenían que cooperar. Sánchez le ofreció de entrada a Iglesias una vicepresidencia y, con un fuerte abrazo, se selló un acuerdo considerado apocalíptico por la derecha española que nunca creyó que Iglesias llegaría al poder. Van a tardar en digerir el golpe.
Pero, lo peor, es que para ser investido presidente del gobierno a Sánchez no le basta la coalición con Unidas Podemos y el apoyo de varios pequeños partidos. También necesita de la abstención del partido independentista catalán, Esquerra Republicana. O sea que su futuro gobierno dependería de ambos. Es un cóctel explosivo para la derecha que está que trina.
De lo que se olvidan, es que ellos son en parte responsables de que España esté en esta situación. Ni el Partido Popular ni Ciudadanos quisieron echarle un cable a Sánchez en julio para que pudiese gobernar en solitario. Ciudadanos tampoco quiso formar un gobierno centrista con el PSOE, el preferido de los poderes fácticos. El resultado de esta política de negar el pan y el agua al adversario político más votado es que el PSOE se ha visto obligado en noviembre a hacer lo que quiso evitar en julio: dar un giro a la izquierda y negociar con ERC.
A los que claman al cielo por las negociaciones del PSOE con ERC, Sánchez les dice nuevamente que le den su abstención en la investidura ya que, si así fuese, no sería necesario que él llegase a acuerdos con los independentistas (la abstención no cuenta como voto en contra y permite alcanzar la investidura, en segunda votación, por mayoría simple). Pero, como en julio, el líder del Partido Popular, Pablo Casado, se ha negado en redondo. Dice que abstenerse sería “suicida” para su partido mientras el PSOE persista en su alianza con Unidas Podemos.
Otra alternativa sería que Ciudadanos le de a Sánchez el voto favorable de sus 10 diputados para la investidura, pero se niega. Lo que propone Inés Arrimadas, nueva líder de Ciudadanos, es que Sánchez abandone su pacto con Unidas Podemos y se forme un gobierno compuesto por el PSOE, el Partido Popular y Ciudadanos. ¡Demasiado tarde para tan ambicioso proyecto! La militancia del PSOE y de Unidas Podemos ya han refrendado el pacto entre ellos. Además, ese plan dejaría a la ultraderecha de Vox como única oposición al PSOE y eso no es saludable democráticamente.
Mientras tanto, Esquerra Republicana quiere influir en el futuro gobierno de España, pero teme que en Cataluña lo consideren blando en la negociación con el PSOE y que eso lo perjudique en las próximas elecciones catalanas que están al caer. Su principal objetivo es ser el primer partido en Cataluña y conquistar la Presidencia de la Generalitat. Sabe que su rival, Puigdemont, está al acecho desde Bruselas, intentando radicalizar las condiciones que ERC plantea al PSOE, y no se puede permitir dar un paso en falso.
Sánchez sabe que está apoyado por una amplia mayoría de españoles y de catalanes que siguen pensando que la crisis catalana que debe resolverse dialogando con los independentistas. Sin embargo, no puede ofrecer a Esquerra Republicana nada que desconozca el ordenamiento político de España. Envuelve su negociación en la bandera de la constitución y de la llamada “seguridad jurídica”. Esto es considerado un eufemismo por la derecha española para quien el solo hecho de negociar con los independentistas es una traición, aunque ellos carezcan de un plan alternativo para tratar de solucionar el conflicto en Cataluña.
No cabe la menor duda de que tanto el Partido Popular como el PSOE añoran los tiempos del bipartidismo. Sueñan con esa época dorada en que la alternancia era entre ellos dos y, si no tenían la mayoría absoluta, un partido nacionalista vasco o catalán les servía de bisagra. Ahora parecen perdidos en medio del laberinto del pluripartidismo.