Por: Gianfranco Castagnola, Presidente ejecutivo de apoyo consultoría
El Comercio, 6 de setiembre de 2018
El Comercio, 6 de setiembre de 2018
Apoyo Consultoría encargó a Ipsos una encuesta nacional urbana a jóvenes de 18 a 29 años para entender qué hacen, cómo se informan, cuán interesados están en política, cuáles son sus preferencias y qué piensan en temas económicos, sociales y políticos. Los resultados son sumamente interesantes y, en no pocos casos, sorprendentes. Dos respuestas relacionadas con políticas laborales parecieran ir a contracorriente de lo que se asume y podrían servir de punto de partida para repensar nuestra aproximación a cambios en la legislación.
La primera pregunta está relacionada con la tolerancia de los jóvenes a la reducción de beneficios laborales para fomentar la contratación. El rechazo es rotundo. Los jóvenes no consideran aceptable ajustar a la mitad las gratificaciones de julio y diciembre (91%), la CTS (87%) ni las vacaciones (78%). No es fácil entender este rechazo, dado que solo el 21% de jóvenes tiene un trabajo formal dependiente. En todo caso, es claro que la llamada ‘ley pulpín’ nació muerta por esta razón.
Las respuestas a la pregunta sobre flexibilidad laboral son sorprendentes en sentido inverso. Frente a un mal desempeño del trabajador, tres de cada cuatro jóvenes aprueban el despido –incluso con menor indemnización que la actual o sin ninguna–. Solo uno de cada cuatro considera que no debería haber despido porque el trabajador goza de estabilidad laboral. Es decir, la mayoría de los jóvenes está de acuerdo con un régimen más flexible.
Avanzar en una reforma que disminuya la actual rigidez laboral, entonces, podría ser políticamente más aceptable de lo que se suponía. La urgencia de hacerlo es evidente. En las últimas dos décadas, la mayoría de países de economías desarrolladas ha continuado eliminando las rigideces de sus mercados laborales, mientras que el Perú ha hecho lo contrario. El último reporte de Competitividad Global del World Economic Forum nos ubica como la octava economía con mayor rigidez laboral entre las 137 incluidas.
Las consecuencias del fallo del TC del 2001, que determinó que un despido sin causa da derecho a reposición –lo que le da una estabilidad absoluta–, han sido estudiados a profundidad por Miguel Jaramillo de Grade en “Los efectos desprotectores de la protección del empleo: el impacto de la reforma del contrato laboral del 2001”, publicado el año pasado. El estudio muestra cómo desde el 2001 se ha producido un crecimiento espectacular de la contratación temporal en desmedro de la permanente. En el sector formal, cuatro de cada cinco empleos que se crean son temporales y solo uno es permanente.
Pero, además, esta rigidez es una valla más en la ruta hacia la formalidad. Solo tres de cada diez trabajadores están formalmente empleados. El estudio “Trayectorias hacia la formalidad” (Banco Mundial, 2008), realizado con trabajo de campo, encuestas y focus groups a microempresas y pequeñas empresas, plantea que las microempresas informales, en la medida en que van creciendo, son capaces de acceder a dos dimensiones de la formalidad: la legal (obtienen licencia municipal), y la tributaria (pagan impuestos por al menos una parte de sus rentas, lo que les permite lidiar con fiscalizaciones y les facilita la obtención de créditos). La valla hacia la formalización laboral, sin embargo, les resulta infranqueable. El estudio muestra que más del 80% de las empresas chicas (1-5 trabajadores) no tiene a ningún trabajador bajo contrato laboral, y dos tercios de las más grandes (11-50 trabajadores), tampoco. El estudio sostiene que una de las principales razones de esta informalidad es el costo y la dificultad de despedir –que incluye el temor de acabar en el Poder Judicial–. Las microempresas y pequeñas empresas sienten que enfrentan un mercado cambiante y altamente cíclico, que hace que les sea preferible mantener relaciones laborales flexibles.
En realidad, estos estudios ratifican lo que viene del sentido común: las empresas evitarán contratar personal permanente si no serán capaces de despedir a quienes no rindan o de ajustar su planilla en épocas de desaceleración. Esto es aun más válido en un mundo que está viviendo el gran impacto de una transformación digital generada por el surgimiento de tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, big data y analítica, etc. Como muestra el estudio, nuestros jóvenes la tienen clara. Esto es una buena noticia para el ministro de Economía y Finanzas, Carlos Oliva, quien en reciente entrevista en este Diario manifestó su interés en impulsar políticas en esta dirección.