Perú21, 30 de junio de 2019
Gianfranco Castagnola se pronuncia con cautela sobre temas políticos. Lo suyo, dice, es lo económico y desde esa perspectiva advierte, con preocupación, que la inacción gubernamental en esa materia no solo retrae el crecimiento del país, sino que, de cara a 2021, nos pone en riesgo de alternativas electorales extremistas.
El primer trimestre del año cierra con un crecimiento económico bastante bajo, alrededor de 2.3%, que es menor a lo experimentado en los últimos años. ¿Cómo se explica esta desaceleración? ¿Se vaticina un bimestre aún peor?
Y (fue) un abril muy pobre con crecimiento de casi 0% que tiene parcialmente una explicación en la performance de la pesca y minería. (…) En términos de crecimiento, creo que el próximo será un bimestre más bajo con parte del PBI no primario, que no depende de actividades extractivas. (…) Más allá de las explicaciones específicas vinculadas a la pesca y la minería, la economía viene desacelerando su crecimiento, sobre todo en lo vinculado a demanda interna, y es preocupante porque viene atado con una sensación en el sector empresarial de no ver una luz al final del túnel. Diría que, en términos de estados de ánimo empresariales, este es el más bajo, desde inicios de 2016 que estuvimos en campaña electoral, producto de gran frustración e incertidumbre.
¿Cuando dice estado de ánimo, quiere decir que la expectativa no es positiva?
En Apoyo tenemos el servicio de asesoría, en el que reunimos a 300 empresas que representan el 50% de la inversión privada en el Perú. En junio les preguntamos sobre la confianza para contratar personal e invertir. En ambos es el más bajo desde enero de 2016, y probablemente de varios años atrás. Más empresarios pretenden retraer sus inversiones que expandirlas, todo eso refleja un estado de ánimo de frustración e incertidumbre. No estamos en recesión, pero sí preocupa. (…) La inversión privada que requiere una interacción constante con el Estado no avanza porque el Estado no responde; tenemos un Estado disfuncional donde los funcionarios no toman decisiones.
¿Esa situación se debe a la inacción del Estado o más bien a acciones malas?
Principalmente inacción, pero la inacción termina resultando en acción negativa. Todas las actividades productivas que requieren permisos o conversar con autoridades no tienen la respuesta que se esperaría. Tía María es el caso más patético y emblemático. La empresa ha hecho todo lo que tenía que hacer: ha cumplido los requisitos legales, ha hecho trabajo de campo, en varias poblaciones hay una actitud positiva al proyecto y no se entiende por qué el gobierno no toma todavía la decisión de darle la licencia.
Lo que sí es prioridad es la reforma de justicia y política. ¿Cree que la manera como se ha emprendido esta reforma ha tenido un impacto negativo en el crecimiento económico?
No. La actividad privada en el Perú, en los últimos 30 o 40 años, está acostumbrada a lidiar con lo que llaman ruido político; tensiones del Congreso con el Ejecutivo, un ministro que sale, otro que entra. (…) Creo que con todo eso el empresariado peruano sabe lidiar y lo toma como un dato de la realidad y sigue actuando. El problema radica cuando no estamos hablando de ruido político, sino de incertidumbre política, y por incertidumbre quiero decir el no saber necesariamente qué va a pasar dentro de unos dos o tres años. Hoy el consenso es que el presidente Vizcarra va a acabar, y bien, su mandato. El problema es qué viene en 2021.
¿Es posible reducir pobreza sin crecimiento?
Sin crecimiento no hay nada. Como decía el economista chileno Sebastián Edwards, crecer a cero es como multiplicar cualquier cosa por cero y cualquier cosa por cero, da cero. Si no hay crecimiento, no hay generación de empleo, el consumo aumenta menos; no aumentan los impuestos y no hay manera de promover mejores servicios públicos a los ciudadanos. Sin crecimiento no hay nada, las economías que no crecen se estancan. Entran 150 mil jóvenes aproximadamente al mercado laboral cada año en el Perú que no están siendo absorbidos. Si no hay crecimiento, cómo vendes empleo; se acomodan en el sector informal, pero no es ese tipo de empleo el que queremos tener. En vez de estar discutiendo medidas propositivas para recuperar la senda de crecimiento, nos desgastamos en discusiones defensivas para evitar retroceder en lo que hemos avanzado. (…) El ministro de Justicia suelta el disparate de las empresas públicas, sueña con una aerolínea. ¡Por amor de Dios!
Quizás en este momento hay mayor riesgo de que en 2021 un candidato extremista como Antauro Humala tenga un rol protagónico. ¿La coyuntura actual contribuye a que vayamos en esa dirección?
A este gobierno le queda un año para hacer cosas trascendentes. Después empieza la campaña. Si no hay un quiebre en términos de lo que la población espera, más allá de la reforma política que también es importante, y no se perciben mejores servicios de seguridad, crecimiento económico, generación de empleo, y la gente sigue tan enojada como está con el sector político, hay un riesgo de que busque alternativas extremistas que pueden ser de izquierda y derecha.
¿Quién es un buen actor en el centro?
Esa es la incertidumbre. Uno mira a 2021 y si bien hay candidatos que vienen de la elección anterior, que han madurado, que uno espera que aparezcan, el riesgo está en que miras para todos lados y no ves opciones del nivel de liderazgo que el Perú necesita para una siguiente etapa.
Una manera más optimista de ver lo que ha pasado es que se ha detectado e investigado la corrupción, cosa que en otros países ni siquiera pasa. ¿Eso podría ser un punto de inflexión para que surjan organizaciones más decentes?
Sí, pero hay temas previos. Yo hubiera pensado que después de la corrupción de los 90, la lección estaba aprendida y, sin embargo, el siguiente gobierno, quitando el de transición de Paniagua, fue presidido por alguien (Alejandro Toledo) que coimeó por US$35 millones. Lo que pasa es que tenemos este Estado que no funciona y donde el poder está tan compartibilizado; donde hay una Contraloría que se mete donde no se debe meter, pero no se mete donde debe meterse. Ninguno de estos casos de corrupción los detectó la Contraloría. ¿Qué trabajo está haciendo? Confío en Nelson Shack, espero que enderece la Contraloría y no pierdan tiempo asustando y sancionando a funcionarios honestos mientras al costado se les pasan unos elefantes inmensos.
Menciona Ud. que a este gobierno todavía le queda un año antes del fervor electoral. ¿Qué cosas podría hacer para dejarnos de mejor cara al bicentenario?
En el tema económico, sacar dos o tres proyectos relevantes como señal de compromiso con la inversión privada, centrarse en ver cómo logramos que el Estado funcione mejor porque no funciona; hay una serie de normas transversales que atan de manos a los funcionarios, todos los sistemas de contratación, por ejemplo. Falta liderazgo de los ministerios respecto de gobiernos regionales y locales en atribuciones que son del gobierno central que hacen que no funcione, tratar de destrabar el funcionamiento del Estado para el propio Estado es un reto en el que habría que meter fuerza. Y si tuviera un espacio de reforma, tendría que apostar seriamente por la reforma laboral. La rigidez de nuestra legislación laboral es una traba a la formalización. Evidentemente no es la única razón de la informalidad, pero indudablemente contribuye de manera relevante. Por último, haría un esfuerzo muy grande por tratar de generar condiciones para que tres o cuatro actividades productivas: la industria forestal, acuicultura, el propio turismo encuentren un espacio de crecimiento hacia adelante.
¿El Ejecutivo con el Congreso, tal como está actualmente, podría llevar adelante estas reformas?
Hay muchísimas cosas que se pueden hacer sin necesidad de leyes. Quitando el tema laboral, todo lo demás es gestión, es cuestión de decisión y el presidente Vizcarra tiene que optar entre hacer un gobierno trascendente, más allá de la reforma política, o ser un gobierno que lo único que pretende es llegar a 2021.
¿Qué rol debería tener el sector privado?
Primero, el sector empresarial tiene que tratar de recuperar cierta empatía con la opinión pública que se ha perdido, en parte, por todas estas acusaciones de corrupción que lo han salpicado. Independientemente tiene que buscar ganar una relación de confianza con el gobierno para generar espacios de colaboración mutua, tratar de destrabar lo que se ha trabado y discutir iniciativas en bien del país. Hoy día no hay ese espacio. La frase que más repiten los empresarios que tienen que lidiar con el Estado es ‘ya no sé qué hacer porque tengo este problema que tiene que resolver el ministerio tal y no hay nadie que me conteste una llamada; estoy hace un mes persiguiendo a los funcionarios para que me saquen una resolución que es legal, obviamente’.
¿Son mandos medios?
No, todos, a todo nivel. Hay una indolencia respecto de la importancia del crecimiento económico en el fondo. Lo de Majes-Siguas no lo entiendo. Es una concesión que se entregó en 2010 y desde ahí ha estado en distintos momentos paralizada; desconozco qué falta, pero es una vergüenza que no esté funcionando…
Hablando del presidente, ¿es por incapacidad o falta de interés? Más de uno lo califica como populista. ¿Ud. comparte esa opinión?
Creo que busca empatía con la población en términos de reforma política. No le he visto ningún sesgo. Lo que creo es que no es consciente de la importancia de que la economía se mueva.
¿Podría cambiar eso?
Yo confío en el primer ministro; espero que pronto ponga en su agenda –una vez que maneje los temas políticos pendientes– la necesidad de recuperar el crecimiento económico.
‘NO HAY PRESENCIA DEL ESTADO’
La licencia del estudio de impacto ambiental de Tía María vence en julio y si no se inicia la construcción, volvemos a fojas cero. ¿Cuál es su importancia económica?
Tía María es un proyecto de US$1,500 millones, pero, más allá de eso, ¿qué señal le damos a la inversión privada respecto del compromiso del Estado, del gobierno peruano de promover proyectos de inversión que generan mucho empleo, impuesto, riqueza? La señal, si el gobierno no le da la licencia, es muy, muy negativa, y contribuiría enormemente a profundizar el desánimo empresarial.
¿El trato que tuvo Las Bambas también genera preocupación por la reacción del gobierno?
La reacción inicial del gobierno, dejando 60 días el problema irresuelto y poniéndose de costado, fue mala. Las correcciones que se dieron aparentemente han contribuido a manejar mejor el problema, pero al final lo que se percibe es una carencia de Estado de derecho. Lo mismo pasa con el petróleo y los derrames en la selva norte. ¿Dónde está el Estado, que deja que se extorsione a una empresa estatal como Petroperú, boicoteando el oleoducto para tener algún tipo de beneficio económico? No hay presencia del Estado. (…) A mí me llama tremendamente la atención la falta de motivación, de sentido de transcendencia, y sobre todo de urgencia, de muchos ministros. ¿Dónde está el ministro de Energía y Minas con Tía María? Es su sector, es su proyecto. ¿Quiere pasar a la historia como el ministro que cerró Tía María? Entiendo que el premier está peleando el tema de las reformas políticas, pero no hay que olvidarse de la economía.
SABÍA QUE
– Gianfranco Castagnola es bachiller en Economía de la Universidad del Pacífico y tiene una maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard.
– Actualmente se desempeña como presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría y es presidente del directorio de AC Capitales SAFI.
– Asimismo, es director de diversas empresas privadas e instituciones sin fines de lucro. Ha sido director del Banco Central de Reserva y presidente del Patronato de la Universidad del Pacífico y de la Cámara de Comercio Italiana.