Por Jaime de Althaus
(El Comercio, 14 de agosto de 2015)
Sorprendentemente, un cierto debate de ideas y propuestas empieza a insinuarse en la campaña electoral. Es una tendencia que hay que apoyar fervorosamente.
PPK criticó ayer la propuesta de Alan García de crear un ministerio de la juventud, explicando que no tiene sentido crear más burocracia, sino hacer eficiente la que existe. Por supuesto, inmediatamente el nivel decayó con la respuesta de Jorge del Castillo, en el sentido de que un octogenario no entiende el tema de la juventud, lo que, de paso, abrió una luz acerca de la motivación de la propuesta de Alan García.
En efecto, no parece coincidencia que la primera propuesta concreta del ex presidente apunte a la juventud, considerando que es el sector en el que PPK tiene las mayores simpatías.
La propuesta tiene una mezcla de ideas sugestivas con otras algo populistas: un fondo para ayudar a titular a jóvenes que se quedan sin recursos, otro para apoyar empresas de jóvenes, apoyo para alquilar viviendas (¡!), facilidades tributarias para que las empresas contraten jóvenes, apoyo a los 25 mil clubes de fútbol amateur y 2 mil asociaciones juveniles con becas y subsidios a los mejores, y programa de Wi Fi gratuito (también en los parques) y que se conviertan en núcleos ejecutores de aulas, gimnasios, postas…
Las estrategias electorales de Alan García siempre han sido muy eficaces en segmentar el mercado electoral y ofrecer un paquete específico de promesas para cada segmento poblacional.
Ahora ha comenzado con la juventud, acaso, repetimos, para socavar el mayor apoyo relativo de esta a PPK. Claro, al final, cuando sumamos el costo fiscal del conjunto de ofertas realizadas a todos los grupos, nos encontramos con que los ingresos fiscales no dan. Pero no importa, ya conquistó los votos.
Ahora bien, como hizo notar Enrique Pasquel ayer, hasta ahora ha sido la candidatura de PPK la que ha lanzado la propuesta de reforma más potente y ambiciosa: reducir apreciablemente el Impuesto a la Renta y el IGV para incluir a los informales, y recuperar recaudación por esa vía y por medio de la mayor inversión, que traerá consigo la reducción impositiva.
Por supuesto, eso tendría que complementarse con una flexibilización de la legislación laboral para profundizar la inclusión formal, algo que ningún candidato se atreve a proponer, y con la activación de proyectos mineros y otros que permitan generar ingresos compensatorios. Todavía están haciendo falta propuestas para conseguir la aceptación social de las grandes inversiones mineras, que servirán para financiar todo lo demás.
Me parece que el equipo de plan de gobierno de PPK no ha demostrado aún la viabilidad económica de su gran propuesta tributaria. Es decir, que una fuerte disminución de las tasas impositivas traerá consigo más ingresos fiscales –o cuando menos los mismos– y en cuánto tiempo. Mientras no lo haga, podría ser acusada de populista.
Pero sin duda apunta a resolver el problema estructural más serio del Perú: la altísima informalidad, con tendencia hacia la ilegalidad, que limita la vigencia del Estado y el imperio de la ley; es decir, la gobernabilidad en última instancia. Acaso el desafío más importante del próximo gobierno.